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La guerra de Afganistán y las elecciones

7 de noviembre de 2009


Antecedentes a la guerra:

El 21 de septiembre de 2001 el Presidente George W. Bush dirigió un mensaje al pueblo de Estados Unidos. Indicó que de acuerdo con cierta  información proveniente de fuentes de inteligencia, la responsabilidad de una organización fundamentalista islámica de nombre Al Qaeda y su dirigente, Osama Bin Laden, eran responsables de los atentados terroristas acaecidos en Estados Unidos el día 11 de septiembre de 2001. Junto a estos, identificó también a las organizaciones islámicas “Jihad Islámico de Egipto” y al “Movimiento Islámico de Uzbekistán” como organizaciones vinculadas a redes terroristas esparcidas por más de 60 países en el mundo. El movimiento islámico en el poder en  Afganistán, conocido por Talibán, fue identificado como responsable de proveerle albergue, apoyo y lugares de entrenamiento en su territorio a estas organizaciones terroristas.
En su discurso, Bush emitió un ultimátum al gobierno de Afganistán.  Demandó la entrega a las autoridades estadounidenses de Osama Bin Laden y a los dirigentes de Al Qaeda; la liberación de todos los nacionales extranjeros encarcelados en Afganistán, incluyendo ciudadanos estadounidenses; brindarle protección a periodistas, personal diplomático y trabajadores internacionales en dicho país; el cierre inmediato y permanente de los campos de entrenamiento en Afganistán utilizados por estas organizaciones; la entrega de todos los llamados terroristas en dicho territorio y aquellos que apoyaban sus estructuras de funcionamiento a las autoridades pertinentes. De paso, reclamó, además, el derecho absoluto a que se le proveyera a Estados Unidos acceso a los llamados campos de entrenamiento, de manera que su país se asegurara que estas agrupaciones no pudieran volver a operar en dicho territorio.
En su declaración, el Presidente Bush lanzó, también, un llamado a la guerra contra Al Qaeda. Indicó que esta guerra no terminaría con el aniquilamiento de dicha organización y sus dirigentes; que a los terroristas se les privaría de sus fuentes de financiamiento; que serían empujados unos contra otros, perseguidos de un lugar a otro, hasta que no tuvieran refugio ni reposo. Con tal declaración se iniciaba la primera guerra del Siglo XXI, una guerra diferente, donde se utilizarían todos los medios diplomáticos, todas las herramientas de inteligencia, todos los instrumentos de interdicción  policiaca, todas las influencias financieras y todos los armamentos necesarios.


Las acciones terroristas en Estado Unidos:

El 11 de septiembre de 2001 millones de seres humanos a lo largo de todo el planeta vieron con horror las escenas dantescas provocadas por los choques de aviones cargados de pasajeros y combustible, estrellados con todo su poder de destrucción, contra dos símbolos ignominiosos del poder imperialista mundial. Las Torres Gemelas del World Trade Center en la ciudad de Nueva York, representaban para los atacantes el símbolo del poder financiero de Estados Unidos, que en el interés de maximizar sus ganancias económicas, ha condenado a la pobreza, el hambre, la desnutrición y la muerte a cientos de millones de seres humanos en el mundo. El edificio del Pentágono, localizado en la  ciudad de Washington, constituía por su parte, el símbolo del poderío militar de la potencia mundial que históricamente ha destruido otros  estados políticos; derrocado sus gobiernos, encubierto asesinos; sometido a millones de seres humanos a políticas genocidas de bloqueo económico; librado guerras de agresión contra pueblos en vías de desarrollo; entrenado torturadores en sus escuelas militares; inhibido las ansias de liberación, independencia, soberanía y auto determinación de las naciones; y finalmente, apropiado en muchos casos de los recursos naturales de otros pueblos.
Tales sucesos, ocurridos por primera vez en su historia contemporánea en suelo continental, llevó al pueblo estadounidense a sufrir en carne propia el flagelo de este mal, llamado terrorismo.

Las medidas adoptadas por el gobierno estadounidense:
El día 12 de septiembre de 2001, el Consejo de Seguridad de la ONU,  a instancias de Estados Unidos, cuando aún se desconocía la identidad de los responsables por dichos ataques, aprobó la Resolución 1368 en la cual se exhortaba a la comunidad internacional a colaborar con urgencia para someter a la acción de la justicia a los autores, patrocinadores y organizadores  de los ataques en suelo estadounidense, subrayando el que los copartícipes en estos atentados y sus cómplices, rindieran cuentas por sus actos. En esta Resolución, el Consejo de Seguridad hizo un llamado a la comunidad internacional a prevenir y reprimir los actos de terrorismo. A la vez, consignó su disposición a tomar aquellas medidas necesarias para responder y combatir en todas sus formas tales actos de terrorismo.
El día 28 de septiembre de 2001, el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó la Resolución 1373. En virtud de ésta,  reafirmó el derecho inmanente  de los Estados a la legítima defensa; la necesidad de luchar por todos los medios, según la Carta de la ONU, contra las amenazas a la paz y la seguridad internacionales; instó a los Estados a actuar urgentemente para prevenir y reprimir los actos de terrorismo; llamó a los estos a abstenerse de organizar, instigar y apoyar actos terroristas perpetrados en otro Estado, participar de ellos o permitir el uso de su territorio en acciones encaminadas a la comisión de dichos actos. Hizo también un llamado a los Estados a establecer controles en sus fronteras y en la emisión de documentos de identidad; a intensificar y agilizar los intercambios de información operacional; a revisar los procedimientos para la concesión de status de refugiados; y planteó la vinculación entre terrorismo internacional, delincuencia transnacional organizada, tráfico de drogas, blanqueo de dinero, tráfico ilícito de armas, circulación de materiales nucleares, sustancias químicas y  biológicos, así como otros materiales letales. La Resolución hace además un llamado a la necesidad de promover iniciativas nacionales, sub regionales, regionales e internacionales para reforzar una respuesta regional a este reto y a las amenazas graves a la seguridad internacional.
Descansando en estas dos resoluciones del Consejo de Seguridad de las Naciones y sin que en momento alguno el Congreso de Estados Unidos, que es quien constitucionalmente tiene el poder para declarar la guerra hubiera emitido una Resolución a tal efecto, el Presidente de Estados Unidos decidió, junto a una llamada coalición de países pertenecientes a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), iniciar aciones militares contra Afganistán.

Inicio de las operaciones militares:
En efecto, el 7 de octubre de 2001 comenzaron las operaciones militares dentro del contexto de lo que se llamó inicialmente “Operación Justicia Infinita”, pero que luego, inmediatamente, su nombre se sustituyera por “Operación Libertad Duradera” para evitar así reacciones adversas en el mundo musulmán dada su connotación religiosa.
Las primeras operaciones militares consistieron de bombardeos de los campamentos que utilizaba Al Qaeda como centros de entrenamientos; mientras desde la región Norte del país, donde operaba hacía años la denominada Alianza del Norte, se infiltraron efectivos de las Fuerzas Especiales de Estados Unidos para gestionar el apoyo e incorporación de los efectivos militares de la Alianza del Norte en la lucha contra el Talibán.
La Alianza del Norte es un frente muy heterogéneo de organizaciones, algunas totalmente disímiles unas de otras tales como: Partido Islámico de Afganistán, Partido Islámico para la Unidad de Afganistán, Movimiento Islámico Nacional de Afganistán, Movimiento Islámico de Afganistán y la Unión para la Liberación de Afganistán.
Tras  una corta campaña militar, el 13 de noviembre de 2001 la capital Kabul, fue tomada por efectivos de la Alianza, logrando así Estados Unidos imponer en el gobierno de Afganistán a Hamid Karzai.  Se indica por la revista The Economist, en un artículo publicado en su edición del 22 de agosto de 2009 que Karzai era un pequeño dirigente proveniente de una familia de la etnia Pastún que participó del jihad o guerra santa librada por el pueblo afgano contra la presencia soviética. Como tal Karzai, quien para el año 1996 trabajaba para la compañía estadounidense UNOCAL durante el gobierno del Talibán, fue colocado por Estados Unidos como líder del pueblo afgano tras la ocupación de su territorio en el 2001.
Durante su campaña como candidato a la Presidencia de Estados Unidos, Barrack Obama, a la vez que se expresaba contrario a la presencia indefinida de Estados Unidos en Iraq, en el caso de Afganistán se refería a la situación creada en este país como una que no había escogido, una “guerra de necesidad” para Estados Unidos. De acuerdo con Obama, la presencia estadounidense en la región era necesaria a los fines de evitar la desestabilización de países vecinos como Paquistán, Irán, India y Rusia, todos con potencial nuclear. También indicaba, a pesar de que en esencia reconocía que Al Qaeda no tiene una presencia significativa en Afganistán, que una retirada abrupta de Estados Unidos y de las fuerzas de la Coalición de este país, propiciaría un fortalecimiento de Al Qaeda que hoy viene operando desde Paquistán.
La Coalición que encabeza Estados Unidos en Afganistán tiene desplegados en este país alrededor de 100 mil efectivos militares. De los muertos y heridos resultantes del conflicto bélico para la Coalición, la mayor parte son estadounidenses. De hecho, datos confirmados del propio Departamento de la Defensa de Estados Unidos daban cuenta, a la altura en que se escribe este artículo de más de 740 muertos estadounidenses y más de 3,725 heridos. Si se suman esta bajas al resto de las bajas obtenidas por Estados Unidos a esta fecha dentro del marco de las Operaciones que libra en Iraq, Afganistán y otras localidades como parte de la llamada guerra contra el terrorismo, las cifras serían de más de 5,247 muertos y 41,129 heridos. Es esta realidad, unidad al gasto de más de $32 mil millones en Afganistán solamente, la que comienza a cuestionar el pueblo estadounidense en torno a la presencia se su país en esta guerra que sabe no podrá ganarse.
La situación interna en Afganistán es que luego de más de ocho años de haber invadido y ocupado este país, apenas el gobierno títere de Karzai controla su territorio más allá de los suburbios de Kabul a pesar de sus más de 100 mil efectivos militares afganos y 84 mil policías; y ciertamente han vuelto a ser hoy los señores de la guerra los que controlan junto a los talibanes amplias zonas del país.
A juicio de la reputada revista The Economist, en todo caso el Talibán no es sino el resultado de los grupos tribales oriundos de la región Pustum, mientras Al Qaeda es una organización terrorista articulada para destruir a Estados Unidos.
La guerra de Estados Unidos en Afganistán, que al presente constituye el conflicto bélico más extenso de Estados Unidos librado en su historia luego de su participación en la Guerra de Viet-nam, cada vez más amenaza su propia estabilidad. De los más de cien mil efectivos militares que tiene la OTAN desplegados en este país de Asia Central, 62 mil son estadounidenses. Actualmente el Jefe Militar de la OTAN en Afganistán, el General Stanley MacChristal ha solicitado aumentar dicho contingente entre 10 mil y sesenta mil efectivos adicionales. Publicaciones como la revista The Economist, cuestionan la sabiduría de semejante decisión considerando la misma como un gran error. De hecho, se le atribuye al General McChristal la expresión en inglés “Every day I realize how little about Afghanistan I actually understand” (Cada día me doy cuenta lo poco que actualmente entiendo sobre Afganistán).
El presidente Obama, quien como indicáramos, se ha referido a esta guerra como una “guerra de necesidad”, enfoca hoy la continuación de la presencia militar de Estados Unidos en este país no tanto desde la perspectiva de cuánto beneficio represente una salida en el fortalecimiento del Talibán en este país y sus repercusiones en Paquistán, sino en el efecto que tendría una salida apurada de Estados Unidos de Afganistán en el fortalecimiento que pueda resultar en beneficio del Al Qaeda. El propio General McChristal ha indicado que los recursos solicitados a Obama de por sí solos no necesariamente conducirán a ganar la guerra; sin embargo, ha indicado, recursos insuficientes en el país podría llevar a perder la misma.

Las elecciones del pasado mes de agosto:
Las elecciones efectuadas el pasado 20 de agosto han constituido un enorme fraude. En ella, el actual presidente Hamid Karzai pretendió evadir una segunda vuelta manipulando el proceso electoral de forma tal que apareciera al frente de su rival más cercano con un 54.6% de los votos emitidos. Una investigación de la Comisión de Quejas Electorales patrocinada por la ONU determinó la existencia de “pruebas claras y convincentes de fraude en los sufragios.” Las conclusiones de la investigación efectuada, hasta el momento, determinan que el número de votos obtenidos por Karzai, aún con la manipulación del proceso, apenas llega al 48.3%, lo que obligaría a una segunda vuelta de votaciones el 7 de noviembre del año en curso. La magnitud del fraude ha tenido como repercusión inmediata la congelación por parte de Estados Unidos de acoger  positivamente la recomendación hecha po el Jefe Militar de la misión de la ONU en Afganistán, el General Stanley McChristal, a los efectos de enviar varias decenas adicionales de efectivos estadounidenses a este país hasta que no se resuelva en definitiva la situación planteada.     
Inicialmente la Comisión Electoral afgana se negó a reconocer las recomendaciones de la Comisión de Quejas Electorales auspiciada por la ONU a pesar de ser éste el organismo que funge como árbitro en cuanto a las reclamaciones de fraude. Se indica que las conclusiones del organismo respaldado por la ONU podría privar a Karzai de hasta una tercera parte de los votos que él reclama obtuvo en las elecciones.
En segundo lugar en votos se encuentra Abdullah Abdullah. Este candidato ha hecho un llamado a la formación de un gobierno provisional hasta tanto se diluciden los resultados de la investigación. Sin embargo, en la búsqueda de elementos que limiten la inestabilidad política que tal propuesta conllevaría, algunos sectores impulsaron la idea de la formación de un gobierno de unidad o coalición que permitiera evitar una segunda vuelta electoral. Sin embargo, a la la luz de la presión hecha por Estados Unidos, tanto Karzai como Abdullah han respondido aceptando la celebración de una segunda vuelta electoral. Tal parecería que Estados Unidos apuesta a una mayor seguridad y estabilidad en el país con una segunda vuelta que la que habría con un gobierno que a todas luces estaría maculado por la ilegitimidad a la luz del resultado electoral.
La decisión tomada ha sido objeto también de elogio por parte del senador John Kerry, Presidente del Comité de Relaciones Exteriores. El Presidente Obama, por su parte, ha indicado que la aceptación de una segunda vuelta electoral por parte del presidente Karzai demuestra que “tiene el interés del pueblo afgano en su corazón.”
Quizás Estados Unidos debería escuchar con mayor detenimiento las palabras de Marc W. Herold, publicadas en el periódico electrónico Rebelión el pasado 24 de agosto cuando nos describe sus impresiones sobre Afganistán hoy, luego de ocho años de ocupación militar y miles de muertos y destrucción:
“Los años han pasado y los cadáveres y la destrucción se han multiplicado. Los talibanes y sus aliados controlan ahora franjas inmensas en Afganistán. El régimen afgano posterior al conflicto, planificado en la Conferencia de Bonn patrocinada por Estados Unidos  (diciembre 2001), ha demostrado ser una mera hoja de parra para toda una colección de rapaces señores de la guerra; la corrupción y la violencia de la vida diaria no conocen límites; el estatus de la mujer afgana, que nunca representó una preocupación seria para Occidente, sigue siendo como antes; se han construido algunas escuelas para dinamitarlas después; una mafia de ONG ha descendido sobre Kabul en persecución de sus propias agendas; villas palaciegas y hoteles de lujo han brotado como champiñones, etc.”

La situación política futura en Afganistán:
Uno de los factores que se estima ha incrementado la violencia en Afganistán en estos últimos meses, lo que se refleja no solo en los atentados contra civiles y contra las fuerzas de seguridad interna afganas leales al gobierno de Karzai. Estos atentados se han ido extendiendo también contra las fuerzas de la coalición de la OTAN y Estados Unidos. Todo es incertidumbre en contexto del presente e inconcluso proceso electoral. Un nuevo gobierno encabezado por Karzai sin que se lleven a cabo nuevas elecciones sería de dudosa legalidad no solo en Afganistán, sino ante la comunidad internacional.
La situación política en Paquistán su vecino, particularmente en la región colindante con Afganistán, en las provincias occidentales de administradas por las estructuras tribales en Waziristán del Norte y del Sur también complican el cuadro para Estados Unidos en la región. Si bien hasta el presente Estados Unidos ha dependido mucho de aviones no tripulados conocidos en inglés por las siglas UAV’s (Unmanned Aerial Vehicles) utilizados en operativos militares contra dirigentes y bases de apoyo insurgentes en estas regiones, también han generado odio y resentimiento entre las autoridades locales de las tribus contra Estados Unidos, dado los errores cometidos en la selección y bombardeo de objetivos y las bajas civiles ocasionadas.
Una desestabilización de la situación en Afganistán seguramente contribuirá al desarrollo de la desestabilización del vecino Paquistán, donde Al Qaeda también opera y donde existe un fuerte y en ascenso movimiento  del Talibán. Para Estados Unidos, el deterioro de la situación política y militar en Paquistán ciertamente colocaría en riesgo sus intereses ante el acceso por parte de organizaciones fundamentalistas musulmanas al armamento nuclear existente en Paquistán.
Nos luce que la decisión inicial tomada por Estados Unidos de apostar a negociar su situación en Afganistán con cualquiera de los dos potenciales candidatos a una segunda vuelta; así como también, más adelante, la de reconocer inmediatamente la legitimidad del gobierno de Karzai una vez Abdullah Abdullah se retiró de la contienda electoral, ha estado en todo momento predicada en la premisa de que ganara quien ganara, Estados Unidos y la OTAN se asegurarían de garantizar sus intereses en este país. ¿Cuáles son estos intereses?
De acuerdo con Enrico Piovesana de Peace Reporter, más allá de lo aparente, es decir la situación relacionada con Al Qaeda o el regreso del Talibán al gobierno en Kabul, otros son los intereses principales en este país.  Indica que Afganistán “tiene la desgracia de estar en el corazón del continente asiático, en una posición estratégica que permite a quien controle el país monitorear de cerca todas las potencias nucleares de la región; China, Rusia, India y Paquistán y completar el cerco a Irán, país que en caso de guerra con EE UU se enfrentaría a un ataque por dos frentes: Iraq y Afganistán.” Otro supuesto planteado por Piovesana es el negocio de las drogas, particularmente de la heroína, calculada en un negocio anual por valor de más de $150 mil millones por año; o el proyecto de construcción de un gasoducto de 1,680 kilómetros de largo para transportar gas desde Turkmenistán hacia Paquistán que cruzaría Afganistán, el cual fue iniciado en 1996 por la compañía estadounidense UNOCAL en cooperación con el gobierno del Talibán.
Afganistán también presenta intereses geopolíticos para Occidente desde el punto de vista de la presencia los accesos al gas natural en países como Irán y Turkmenistán; como también a los afluentes acuíferos del Río Amu Darya que discurre por su territorio.
Ciertamente podríamos indicar que uno solo de estos objetivos por sí mismos no constituyen la causa aislada de la invasión a Afganistán en el año 2001, aunque sí la suma de todos constituye una buena razón que justifique la presencia  estadounidense y de las tropas de la OTAN en este país. En el resultado de las elecciones y la decisión de Abdullah Abdullah de retirarse de la contienda electoral que le llevaría a una segunda vuelta puede estar la clave del futuro en este país.



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