Escrito por Alejandro Torres Rivera / Comité Ejecutivo/MINH
Una luz en el firmamento se ha apagado. Sin embargo, como muchas otras luminarias en la historia de la lucha de los pueblos, la materia de la cual se formó esa luz no ha desaparecido, sencillamente se ha transformado en el legado de lucha que hoy millones de seres humanos recogen como batón en una carrera de relevo.
Esa luz, a lo largo de casi un siglo, tuvo su esplendor en la lucha revolucionaria librada por un extraordinario ser humano. Su brillo irradió primero desde Umkhonto we Sizwe, brazo armado del Congreso Nacional Africano; más adelante en su desempeño como miembro del Comité Central del Partido Comunista Sudafricano; fortalecido su brillo a lo largo de veintisiete años en prisión; más adelante, ya en la libertad dirigiendo al Congreso Nacional Africano, alumbró el camino de difíciles negociaciones que llevaron al fin del gobierno de supremacía racial blanca y el fin del Apartheid en su país natal; y finalmente, a la construcción de la zapata necesaria en el proceso de reconciliación nacional y formación de una nueva Sudáfrica.
La muerte de Nelson Mandela, si bien anticipada dado su precario estado de salud en los pasados meses, no deja de impactarnos, estremecernos y conmovernos. Nacido en Mvezo, un pequeño poblado cercano a Umtata el 18 de julio de 1918 y proveniente de la etnia xhosa, desde sus años de estudiante universitario, se integró a la lucha en pro de los derechos políticos de la población mayoritaria negra en Sudáfrica y en contra del régimen de exclusión racial impuesto por la población blanca en su país.
En sus primeros años de militancia política, Mandela fue defensor del método de lucha basado en la militancia pacífica y la desobediencia civil. A finales de 1956, junto a cerca de un centenar y medio de compañeros de lucha, fue encarcelado. Durante cerca de cinco años estuvo recluido en prisión hasta que finalmente fue excarcelado en 1961 al ser encontrado no culpable de los delitos imputados. Los años en la cárcel, sin embargo, tendrían un serio impacto en sus decisiones futuras. Eran años donde el Congreso Nacional Africano enfrentaba profundas discusiones de las cuales surgirían divisiones, como la ocurrida en 1959, con la escisión que lleva a la fundación del Congreso Panafricano bajo la dirección de Robert Sobukwe y Potlako Ceballo.
Tras la Masacre de Sharpeville contra los militantes del Congreso Panafricano en 1960, el Congreso Nacional Africano y el Partido Comunista Sudafricano se suman al Movimiento de Resistencia Africano, que junto con el Congreso Panafricano, desarrollarían la lucha armada contra el régimen del Apartheid siendo Mandela un dirigente puntual en el desarrollo de las acciones armadas hasta su detención por la policía el 5 de agosto de 1962.
Sobre el particular, en la Declaración hecha por el Partido Comunista Sudafricano a raíz de su muerte, se indica:
«Cuando su arresto en agosto de 1962, Nelson Mandela era no solamente miembro del entonces clandestino Partido Comunista Sudafricano, sino también miembro del Comité Central de nuestro Partido. Para nosotros, los comunistas de Sudáfrica, el Camarada Mandela simbolizará por siempre la monumental contribución del Partido Comunista Sudafricano en nuestra lucha de liberación. La contribución de los comunistas a la lucha por alcanzar la libertad tiene muy pocos paralelos en la historia de nuestro país. Después de salir de prisión en 1990, y hasta sus últimos días, el Camarada Mandela se convirtió en un cercano y gran amigo de los comunistas.
»La lección más importante que debemos aprender de Mandela y su generación de líderes, es su compromiso con la unidad con principios dentro de cada una de las formaciones de nuestra Alianza, al igual que con la unidad de nuestra Alianza en sí y la del movimiento democrático de masas por entero. Su generación luchó por construir y consolidar la unidad de nuestra Alianza, y por lo tanto debemos a la memoria del Camarada Mandela el preservarla. A quienes no entienden la medida en que la sangre fue derramada en busca de la unidad de la Alianza, debemos recordarles que actuar irresponsablemente apostando con la unidad de la Alianza es enlodar el legado y la memoria de aquellos como Madiba.»
Durante su nuevo cautiverio, Mandela permaneció durante 27 años en prisión convirtiéndose poco a poco en símbolo vivo de la lucha y resistencia de su pueblo tanto en el plano interno como internacionalmente en la lucha contra el Apartheid.
En 1985, el entonces presidente de Sudáfrica ofreció a Mandela un indulto a cambio de la renuncia por parte de éste a la lucha armada contra el Apartheid, oferta que rechazó de plano. En un comunicado escrito y entregado a su hija estableciendo su posición, indicó: «¿Qué libertad se me ofrece, mientras sigue prohibida la organización de la gente? Sólo hombres libres pueden negociar. Un preso no puede entrar en contratos.»
Eran momentos en los cuales la lucha contra el régimen racista de Sudáfrica empalmaba con otros procesos anticoloniales y antiimperialistas en el continente africano. Tiene razón el querido amigo y compañero Noel Colón Martínez cuando nos recuerda en una reciente columna periodística la importancia de la Revolución Cubana y el papel de decenas de miles de combatientes internacionalistas provenientes de la mayor de las Antillas en la lucha en apoyo al Movimiento Popular de Liberación de Angola (MAPLA) y al gobierno de Agostino Netto en Angola a partir de la segunda mitad de la década de 1970. El pueblo combatiente cubano desempeñó también un papel de suma importancia en la derrota de los propósitos expansionistas del gobierno de África del Sur en la región de Namibia. El enfrentamiento de las tropas cubanas junto con las unidades regulares de Angola frente a la tropas sudafricanas y de la Unión Nacional para la Independencia Total de Angola (UNITA) financiada por el capital transnacional en Cuito Canavale, fue un factor de gran importancia no solo en la preservación de la independencia de Angola y la eventual independencia de Namibia, sino también, en el desmoronamiento eventual del régimen del Apartheid en África del Sur.
En momentos en que han culminado las honras fúnebres oficiales que el pueblo sudafricano y la comunidad internacional a través de sus representantes han dedicado a la memoria de Nelson Mandela y su cuerpo regresa a la tierra de sus antepasados, nosotros los puertorriqueños debemos hacer un minuto de reflexión sobre nuestra propia realidad como pueblo. En ella debemos examinar el significado que hoy encarna en todos nosotros a la luz de la experiencia vivida por Nelson Mandela en su vida como revolucionario, la lucha por la excarcelación de los patriotas Oscar López Rivera y Norberto González Claudio, junto a la lucha por reivindicar también la excarcelación de nuestros cuatro hermanos antiterroristas cubanos encarcelados en prisiones estadounidenses Antonio Guerrero Rodríguez, Fernando González Llort, Gerardo Hernández Nordelo y Ramón González Sehwerert.
La lucha librada por Nelson Mandela contra el régimen del Apartheid, en su esencia, fue una lucha contra la dominación imperialista que sobre nuestros pueblos que hoy impone Estados Unidos como potencia mundial. El colonialismo ha sido condenado por la comunidad internacional como violatorio de los derechos humanos fundamentales de los pueblos que lo padecen, como condenado fue antes por la misma comunidad internacional el régimen de supremacía blanca en Sudáfrica. El derecho de los pueblos a su libre determinación e independencia es la misma bandera de lucha por la cual el Congreso Nacional Africano luchó, en el ejercicio de su reclamo a la libre determinación de su pueblo, contra el Apartheid. El reclamo de independencia y soberanía por el cual luchó Mandela en su patria natal es el mismo reclamo de soberanía e independencia que afirmó el pueblo sudafricano en defensa de la soberanía del pueblo hermano de Angola y de Namibia.
En 1990, en ocasión, de una visita de Nelson Mandela a la ciudad de Nueva York, activistas por los derechos humanos y solidarios con la independencia de Puerto Rico en dicha ciudad, facilitaron un encuentro entre Mandela y cuatro de nuestros héroes nacionalistas Lolita Lebrón, Oscar Collazo, Rafael Cancel Miranda e Irvin Flores Rodríguez ya liberados los cuales extinguieron largos años de prisión en cárceles federales. En aquella ocasión, el ex preso político sudafricano se refirió a los exprisioneros políticos puertorriqueños con palabras de gran afecto y sincera camaradería reconociendo en la lucha librada por él y por ellos, como una misma lucha por la libre determinación de sus respectivos pueblos. Entonces Mandela señaló: «We support the cause of anyone who is figthing for self-determination and our attitude is the same, no matter who it is. I would be honored to sit on the platform with the four comrades.» («Apoyamos la causa de cualquiera que se encuentre luchando por la libre determinación y nuestra actitud es la misma, no importa quien sea. Me sentiría honrado de sentarme en la tarima con estos cuatro camaradas.») (Traducción nuestra)
En ocasión de las pasadas honras fúnebres a Nelson Mandela, se han prodigado los relatos y las referencias a su gesta. Algunas de las expresiones hechas, sin embargo, como ha ocurrido en el pasado con conmemoraciones como el Día Internacional de la Mujer Trabajadora o el Día Internacional de los Trabajadores, se ha sublimado el papel histórico asumido por Mandela dentro del marco de la lucha del pueblo sudafricano contra el Apartheid y su búsqueda de justicia social e igualdad en derechos. Entre ellas se encuentran aquellas que pretenden borrar de su historia el legado de lucha y combatividad que precedieron sus años de prisión, incluyendo el uso de diferentes métodos de lucha. Un balance del proceso sudafricano en la lucha contra el Apartheid, como ocurrió también en el proceso que llevó a la independencia de India, establece que fueron a la larga la sumatoria en el uso de tales métodos de lucha los que quebraron el régimen racista sudafricano y abrieron el paso a un nuevo régimen de libertad y democracia en este país.
Por eso a nuestro juicio es de vital importancia, que a la hora de recordar al Mandela conductor de su pueblo a su reconciliación dejando atrás odios y resentimientos que pudieron llevar al país a un verdadero baño de sangre una vez echado abajo el Apartheid, se recuerde también a aquellos miles de luchadores que junto a Mandela sacrificaron sus vidas y libertad en la lucha frontal contra el Estado sudafricano. Al agradecerle a Mandela sus extraordinarias aportaciones en el proceso emancipador del pueblo sudafricano y buscar en ellas sus lecciones aplicables a nuestro proceso político de lucha por la independencia, debemos distinguir, en cada una de las etapas del proceso político del cual Mandela participó, la importancia existente en distinguir lo que son los «métodos de lucha» y el «método principal de lucha» para cada período o etapa de desarrollo del proceso revolucionario.
El duelo oficial decretado por el Presidente Obama y reproducido dentro de todas las jurisdicciones de Estados Unidos, incluyendo sus territorios y sus colonias como es el caso de Puerto Rico, ciertamente es una expresión de respeto oficial de su gobierno ante la muerte de Nelson Mandela. Sin embargo, si Estados Unidos no quiere mantener por un minuto más un doble rasero en la forma de honrar a aquellos que luchan por la libre determinación, la independencia y la soberanía de sus pueblos, entonces su gobierno viene obligado a volver su mirada hacia su interior, hacia su propio sistema de gobierno.
Se trata del mismo gobierno que hoy permite mantener encarcelado un prisionero político, como es el caso de Oscar López Rivera, por el mismo delito de conspiración sediciosa por el cual fue juzgado y condenado Mandela; o sencillamente, del mismo gobierno que mantiene encarcelados a cuatro luchadores antiterroristas cubanos cuyo único delito ha sido evitar los actos de agresión que desde su país de planificaron y ejecutaron contra la República de Cuba. Por eso, si el Presidente Barack Obama en alguna manera quiere honrar desde una posición de principios el recuerdo y la memoria de Nelson Mandela, bien puede hacerlo excarcelando de inmediato a nuestros prisioneros políticos, cubanos y puertorriqueños, en cárceles federales permitiéndoles el regreso a casa, junto a sus familiares y sus pueblos.
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