Escrito por Alejandro Torres Rivera / MINH
Ponencia presentada el pasado 28 de junio de 2014 en la Biblioteca Pedro Mir de la Universidad Autónoma de Santo Domingo. La actividad, dedicada a Oscar López Rivera, se efectuó auspiciada por el Comité de Derechos Humanos.
Se sumó a la convocatoria el Vicerrector de Extensión de la USAD y la Comisión de Derechos Humanos. LA diferencia entre la Comisión y el Comité es que el último es una estructura no gubernamental que tiene como base la población de los barrios y la comunidades. De la actividad surgió la fundación de un Comité para la excarcelación de Oscar López Rivera donde los convocantes formarán parte. A la actividad concurrieron 107 personas representantes de los organismos convocantes.
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El pasado 2 de mayo de 2014 tuvimos la oportunidad, junto a la compañera Wilma Reverón Collazo, sobrina de nuestro héroe nacional Oscar Collazo y copresidenta del Movimiento Independentista Nacional Hostosiano del cual ambos formamos parte de su dirección, de visitar en la prisión de Terre Haute al preso político puertorriqueño Oscar López Rivera. Aún palpita en nuestro corazón la emoción de aquel primer abrazo a quien durante los pasados 33 años, por voluntad propia y tomando la expresión de sus propias reflexiones, ha hecho el sacrificio personal de tan largo cautiverio con el único propósito de inspirar la resistencia de nuestro pueblo.
Luego de un viaje de más de cuatro horas junto a otro gran luchador, Ricardo Jiménez, condenado a 98 años de prisión en 1980 y cuya libertad fuera alcanzada en 1999, pudimos finalmente reunirnos con Oscar en una fría prisión de Indiana. Era poco más de las 9:00 a.m. cuando llegamos a la prisión. Para nosotros, la incomodidad del lugar se vio superada de inmediato con la posibilidad de, más allá de un abrazo de saludo o el otro de despedida, poder tener entre nosotros, casi rozando nuestros cuerpos, el calor de un ser humano tan excepcional como Oscar López Rivera.
¿Quién es Oscar López Rivera? ¿Por qué este ser humano representa hoy la voluntad de lucha del pueblo puertorriqueño por su libertad, el rescate de su soberanía y su independencia nacional? Permítanme compartir con ustedes esta tarde algunos datos.
El pasado 29 de mayo se cumplieron 33 años de prisión Oscar López Rivera, el prisionero político más antiguo del Hemisferio, quien continúa extinguiendo en una prisión federal dos sentencias que en conjunto suman 70 años de cárcel. Oscar no cumple condenas por delitos de sangre, Oscar no cumple condenas por delitos contra la persona, Oscar cumple sentencias, condenado por un tribunal estadounidense por el delito de conspiración sediciosa. El delito de conspiración sediciosa es un delito existente dentro del ordenamiento penal de Estados Unidos desde los días previos a la Guerra Civil que libró dicho país entre aquellos estados que promovieron la secesión, reclamando el derecho a la sepación política y a formar su propia unidad sobre bases distintas al federalismo y aquellos que optaron por mantener y preservar la Unión. En el caso de Oscar, su delito es haberse planteado ejercer el derecho que tiene todo ciudadano en todo país intervenido y ocupado por alcanzar por aquellos medios a su alcance, el ideal patrio de la independencia y la soberanía. En el contexto colonial de Puerto Rico, alcanzar tal ideal como combatiente anti colonial, suponía para él echar abajo las instituciones que sobre su país ejerce Estados Unidos. En el caso particular de Oscar, su espacio de acción fue el lugar donde creció y se desarrolló como adulto una vez su familia emigró hacia Estados Unidos, la ciudad de Chicago.
Nacido en 1943 en un pueblo del interior de nuestra Isla, San Sebastián, lugar donde fueran derrotadas los insurgentes independentistas tras el Grito de Lares en 1868, a los 11 años su familia se trasladó a residir a Chicago. Le llevó a esta ciudad, las mismas razones por las cuales decenas de miles de famlias puertorriqueñas o dominicanas en aquella década y más adelante emigrarían a ciudades como Nueva York, Filadelfia, Boston, Hartford y tantas otras, en busca del empleo que no encontraban su su patria.
Durante la primera mitad de la década de 1960 y al calor de Guerra de Vietnam, bajo la ley estadounidense del Servicio Militar Obligatorio, Oscar fue llamado al servicio militar y más adelante, desplazado hacia las selvas de este heroico país como solidado. Allí cumplió Oscar un año de servicio militar en zonas de combate donde se distinguió por su coraje y valentía logrando rescatar varios de sus compañeros heridos en pleno combate por lo que recibió la distinción militar de Estrella de Bronce por heroísmo.
Terminada su estadía en Vietnam, a su regreso a Chicago donde residía, Oscar se integró muy pronto a las luchas de su comunidad en defensa y afirmación de los derechos de los puertorriqueños combatiendo el discrimen racial, la marginación y el clientelismo de aquellos que aspiraban a enriquecerse a costa de la miseria humana. Allí radicalizó su pensamiento político y ahondó su conciencia social.
Decía Eugenio María de Hostos que de todos los tormentos que podía imaginar ¨ninguno es más terrible que el de perder el tiempo de la acción en la palabra¨. Así Oscar, tornando en acción diaria la lucha por su comunidad, por su gente y por la libertad de Puerto Rico tomó su decisión. Junto a otros compañeros y compañeras, Oscar se integró a la lucha organizada en lo que alguien llamó alguna vez ¨la retaguardia de nuestro pueblo¨, para así, desde las propias entrañas del monstruo imperialista, impulsar la independencia de su Patria. De la labor política abierta y legal, Oscar y sus compañeros y compañeras de lucha pasarían eventualmente al clandestinaje para desde esa otra trinchera, continuar el desafía necesario en el forcejeo por la lucha de independencia.
Su captura se produjo en 1981. Un año antes, en 1980, sus compañeros de lucha Haydee Beltrán, Luis Rosa, Ricardo Jiménez, Elizam Escobar, Carmen Valentín, Carlos Alberto Torres, Dylcia Pagán, Adolfo Matos, Alicia Rodríguez e Ida Luz Rodríguez habían sido capturados. Más adelante, en 1983, ocurriría lo mismo con otra camada de luchadores y luchadoras con las capturas de Alejandrina Torres, Edwin Cortés y Alberto Rodríguez. Ya antes, también había sido capturado en la ciudad de Nueva York, otro luchador puertorriqueño William Guillermo Morales quien habiendo sufrido las consecuencias de una explosión, perdió una mano y todos casi todos los dedos de la otra. Convaleciendo en un hospital y manteniéndose bajo vigilancia permanente, William Guillermo logró escapar manteniéndose en la clandestinidad hasta que eventualmente fue capturado por las autoridades mexicanas desde donde eventualmente logró viajar a Cuba donde actualmente reside.
Salvo uno de los prisioneros capturados cuyo nombre aquí no menciono, que se prestó para la traición, los prisioneros asumieron al momento de sus capturas frente a las autoridades estadounidenses la condición de prisioneros de guerra. Como tales, reclamaron la condición de combatientes anti coloniales, no reconociendo la jurisdicción de los tribunales de Estados Unidos por lo que demandaron ser procesados por un tribunal internacional o por un tribunal de un tercer país que no formara parte del conflicto anti colonial entre Puerto Rico y Estados Unidos.
De acuerdo con el Protocolo I de la Convención de Ginebra de 1949, la protección que dicho Convenio Internacional que reconoce a los prisioneros de guerra, se extiende también a personas capturadas en conflictos o luchas contra la ocupación colonial, la ocupación de un país por parte de regímenes racistas y a aquellos otros que participan de luchas por la libre determinación de sus pueblos. Así lo ratifica también la Resolución 2852 (XXVI) de la Asamblea General de las Naciones Unidas de 20 de diciembre de 1971 y la Resolución 3103 (XXVIII) del 13 de diciembre de 1973, cuando establece:
“Todo participante en los movimientos de resistencia, luchando por la independencia y la autodeterminación si es arrestado, tiene que recibir el tratamiento estipulado en la Convención de Ginebra.”
De acuerdo con el referido protocolo, un prisionero de guerra no puede ser juzgado como un criminal común, mucho menos si la causa de tal procedimiento descansa en actos relacionados con su participación en una lucha anti colonial.
El carácter político de los procesos legales seguidos por Estados Unidos contra estos prisioneros lo determina la naturaleza de las acusaciones hechas contra ellos, donde como indicamos, se les imputó conspiración sediciosa para derrocar el gobierno de Estados Unidos. A lo anterior se suma el carácter desproporcionado de las sentencias impuestas. En el caso de la mujeres capturadas, el promedio de las sentencias impuestas fue de 72.8 años; mientras que en el caso de los varones, el promedio fue de 70.8 años. En el caso particular de Oscar, las sentencias impuestas ascienden a 70 años de prisión.
A través de los años, múltiples resoluciones del Comité de Descolonización de las Naciones Unidas demandaron y aún demandan del gobierno de Estados Unidos la excarcelación de los prisioneros políticos puertorriqueños. De hecho, tan cercano como el pasado 21 de junio de 2014, en el contexto de la Resolución del Comité de Descolonización de las Naciones Unidas, dicho organismo internacional expresó:
¨Pide nuevamente al Presidente de los Estados Unidos que ponga en libertad a los siguiente presos políticos puertorriqueños que cumplen condenas en prisiones de Estados Unidos por causas relacionadas con la lucha por la independencia de Puerto Rico: Oscar López Rivera, quien cumple su condena desde hace más de 33 alos y cuyo caso es de carácter humanitario, y Norberto González Claudio, que fue detenido más recientemente.
Tribunales especiales convocados desde la sociedad civil igualmente han demandado su excarcelación y denunciado específicamente las condiciones bajo las cuales se les ha mantenido encarcelados. Tales fueron los pronunciamientos del “Tribunal Permanente de los Pueblos”, el cual sesionó durante los días 27 al 29 de enero de 1989 y del “Tribunal Especial Internacional sobre Derechos Humanos de los Prisioneros Políticos y Prisioneros de Guerra en Prisiones y Cárceles de Estados Unidos”, llevado a cabo los días 7 al 10 de diciembre de 1990 en la ciudad de Nueva York.
En el caso de Oscar López Rivera, durante la Administración de William Jefferson Clinton, en ocasión del indulto que fuera conferido a la mayoría de los prisioneros políticos puertorriqueños en 1999 que para entonces habían cumplido cerca de 20 años de prisión, se ofreció la posibilidad de la excarcelación de Oscar López Rivera unos años después de la salida del primer grupo. Esta oferta fue rechazada por Oscar mientras permanecieran encarcelados otros de sus compañeros, como era el caso de Carlos Alberto Torres y Haydee Beltrán, a los cuales las condiciones de salida no se incluían bajo las condiciones ofrecidas a los otros prisioneros. Estos últimos, sin embargo, ya se encuentran fuera de prisión. En el caso de Oscar, el indulto que se ofrecía prolongaba su fecha de salida por diez años adicionales, es decir, saldría en 2009. La negativa a salir en aquel momento, canceló sus posibilidades. Luego de la excarcelación de sus compañeros Carlos Alberto y Haydée, Oscar solicitó su salida condicional de prisión al haber cumplido una porción sustancial de su sentencia. La misma, sin embargo, le fue denegada, indicándole sus carceleros que debía esperar para volver a plantear su solicitud, diez años adicionales. Para entonces, Oscar habrá cumplido 80 años.
Al reclamo por la excarcelación de Oscar López Rivera se ha sumado básicamente la totalidad del pueblo puertorriqueño. Dirigentes políticos, religiosos, comunitarios, representantes del movimiento obrero, de los gremios profesionales, el sector cooperativista, organizaciones juveniles y estudiantiles; en fin, el más amplio conjunto de representantes de la sociedad civil puertorriqueña, demandan la excarcelación de Oscar. Igual ha ocurrido en amplios sectores de la comunidad puertorriqueña en Estados Unidos, así como otros importantes reclamos desde la comunidad internacional.
Estados Unidos, quien se pasa caminando el mundo, ufanándose ante otros pueblos de su régimen democrático y liberal, se coloca en entredicho ante dicha comunidad internacional cuando a un pueblo bajo su sujeción política se le niega el derecho a la libre determinación e independencia; cuando dentro de su propio sistema carcelario mantiene por más de tres décadas un prisionero político, acusado de sedición como resultado de su lucha anticolonial como es el caso Oscar López Rivera.; cuando ejerce políticas coloniales sobre otro pueblo, negándose a transferir los derechos conculcados a dicho pueblo a raíz de una invasión efectuada hace 116 años; cuando se niega a descontaminar y devolver terrenos que por espacio de más de 60 años contaminó como es el caso de Vieques, afectando la salud de la población como resultado de sus prácticas militares.
La persecución por parte del gobierno de Estados Unidos contra aquellos que luchan por la independencia de Puerto Rico ha sido una constante en nuestro país a lo largo de los pasados 116 años de colonialismo impuestos como resultado de la Invasión de 1898. Sobre el particular, el profesor José “Ché” Paraliticci, en su libro Cien Años tras las rejas: Historia de los presos independentistas puertorriqueños bajo el régimen de Estados Unidos, indica;
“Desde que Estados Unidos invadió a Puerto Rico en 1898 y comenzó a regir política y militarmente sobre el país, no ha habido una sola década en que algún independentista no haya ido a la cárcel, tal vez con la excepción de la década del veinte. No obstante, en todos los demás periodos, comenzando en 1899, se ha acusado al independentismo de violar infinidad de leyes y, como consecuencia, sentenciados a prisión tanto en Puerto Rico como en el propio Estados Unidos. Al independentismo se le ha imputado haber violado la ley del correo, del servicio militar obligatorio, de armas, de explosivos, del gran jurado y de la mordaza. También se les ha acusado de conspiración, sedición, agresión, desacato, incitación a motín y penetrar sin autorización a propiedad de los Estados Unidos en Puerto Rico, entre otras. Por estas acusaciones son cientos de independentistas los que han estado tras las rejas a lo largo de este siglo.
El independentismo sentenciado durante estos cien años no ha sido únicamente el puertorriqueño residente en Puerto Rico. Asimismo, han estado en prisión puertorriqueños residentes en Estados Unidos tanto como no puertorriqueños simpatizantes de la lucha de independencia puertorriqueña.”
El Presidente de Estados Unidos, Barack Obama, quien tiene a su alcance el ejercicio del indulto presidencial, visitó en el mes de junio de 2011 a Puerto Rico dentro del marco de una reunión del llamado Comité Interagencial de Casa Blanca. El Presidente Obama expresó dos años antes que reconocía el derecho a la libre determinación del pueblo puertorriqueño. Más aún, indicó la importancia de que los puertorriqueños nos pusiéramos de acuerdo en asuntos que competen a nuestra libre determinación. La libre determinación de un pueblo no es posible con la presencia de prisioneros políticos en cárceles del imperio cumpliendo prisión como resultado de su lucha anticolonial. Los puertorriqueños sí tenemos un consenso en la demanda de la excarcelación de Oscar López Rivera. Quien le niega la posibilidad de excarcelación a Oscar es el Presidente Obama, el cual tiene a su alcance la prerrogativa de un indulto presidencial.
Como en el caso de los exprisioneros nacionalistas en cárceles federales, los recordados Irvin Flores Rodríguez y Andrés Figueroa Cordero, cuando le visitamos en prisión en su cuerpo pequeño y en alguna medida frágil, palpamos cómo en Oscar se concentra un mundo de humanidad, valor y resistencia. Las horas durante las cuales conversamos fluyeron tan aprisa que era como si el tiempo corriera a una velocidad distinta a la que acostumbramos. Cuando llegaron las dos y media de la tarde y era hora de salir, a pesar de que habían transcurrido de manera casi ininterrumpida más de cuatro horas de continua conversación, los temas todavía parecían apenas iniciados. Oscar, con voz pausada y reflexiva, nos planteaba sus preocupaciones sobre la necesidad de una mayor solidaridad en nuestro pueblo en su diario vivir; de la necesidad de inculcar en nuestros jóvenes un sentido de responsabilidad ciudadana hacia nosotros mismos y buscando lo que él describía como ¨la grandeza del corazón boricua¨. Para Oscar, en Estados Unidos, se vive un déficit de compasión. Por eso llamaba la atención a la importancia de que mantuviéramos y preserváramos esa característica de solidaridad humana que aún existe en nosotros los puertorriqueños(as). ¨Hay que enraizar las ideas de un pueblo para así darles esperanzas¨, nos decía.
Echando una mirada al independentismo, nos planteaba la importancia de pensar las cosas fuera del cajón donde nos encontramos; procurando no repetir experiencias que ya han demostrado su fracaso. Señalaba Oscar que ¨no debemos insistir en repetir las mismas cosas que ya se demostró no funcionan, No debemos repetir lo que ya ensayamos y fracasamos, hay que buscar cosas nuevas, nuevas formas de hacer las cosas.¨ En su percepción, es momento de dejar atrás el ¨kiosquismo¨, destacando que no importa dónde esté la persona, lo importante es que esa persona forme parte de la lucha. Y para Oscar, como indicara Juan Antonio Corretjer en su libro La Lucha por la independencia, ¨la vida es lucha toda, lo demás es nada, es moda¨.
Oscar nos dijo que si no se producía a corto plazo su excarcelación , le quedan aún diez años más en prisión antes de terminar de cumplir su condena. Por eso, nos dijo, se cuida, cuida su alimentación hasta donde puede hacerlo una persona que se encuentra en prisión. Está convencido de que saldrá, aunque sea a sus ochenta y pico de años; está convencido de que regresará a nosotros, a su pueblo, a Humbolt Park en Chicago, a su San Sebastián del Pepino en Puerto Rico.
En esta larga conversación pudimos constatar que Oscar se encuentra al día en todo: lectura de libros, temas de política internacional, la situación en Puerto Rico, los desarrollos políticos en Estados Unidos. Nos habló de los daños que ha infligido al pueblo mexicano el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos; cómo la política exterior de Estados Unidos conduce al empobrecimiento de otras naciones; como en las universidades, el control corporativo se manifiesta y evidencia en quiénes son y a quiénes responden los integrantes de sus Juntas de Síndicos; como estos intereses corporativos de apropian de los resultados de las investigaciones de sus estudiantes y profesores. En el caso particular de Puerto Rico, señalaba, ante la situación de crisis planteada y la búsqueda de alternativas, que cuando el desarrollo propuesto depende de recursos que provienen de afuera, los beneficios siempre van a parar a afuera. Por eso entiende que Estados Unidos puede invertir en Puerto Rico lo que quiera y nunca habrá un verdadero desarrollo. Reconoce, sin embargo, que en el colonialismo siempre hay válvulas de escape. Por eso, plantea, hay que ¨buscar un proyecto que perdure y permita un cambio en la estructura política donde el pueblo se empuje a sí mismo.¨ Para él, no hay sentido al colonialismo. Nos indica que ¨ningún administrador de una colonia puede más que administrarla¨. Por eso señala, en Puerto Rico Wall Street y Washington son los que tienen el poder real.
En cuanto a cómo desembarazarnos de la colonia, Oscar planteó e insistió en la importancia de la educación y el poder ciudadano. En la controversia sobre la privatización de los servicios públicos que tanto nos golpea en nuestro país bajo el modelo neoliberal, nos indica que la lucha contra dichas políticas nos ofrecía una magnífica oportunidad para enfrentarnos precisamente a los poderes de Wall Street y Washington.
También obtuvimos dentro de la conversación respuestas a algunas de nuestras inquietudes. Por ejemplo, al explicarnos las difíciles condiciones del período de su encierro donde estuvo en total aislamiento en la prisión de Marrion, Illinois, por más de una década; una prisión de máxima seguridad diseñada para la modificación de conducta a través del aislamiento total y la pérdida de percepción sensorial, nos decía que las fuerzas para no dejarse derrotar bajo tales condiciones, provenían de una conversación telefónica que en algún momento sostuvo, estando de visita Oscar Collazo en casa de Don Juan Antonio Corretjer, Oscar Collazo fue otro de nuestro héroes nacionales acusado de formar parte del comando nacionalista que el 1 de noviembre de 1950 atacó la Casa Blair, residencia provisional del entonces presidente de Estados Unidos. Ese otro Oscar, condenado a muerte y quien permaneció largo tiempo esperando su ejecución hasta que su sentencia fue conmutada por cadena perpetua, le aconsejó y sus consejos, nos indicó, fueron como un bálsamo de fuerza, voluntad de resistencia y norte para su lucha en la prisión. ¨Lo importante para mi fue hablar con Oscar Collazo¨, nos dijo; ¨sus consejos me dieron la fuerza necesaria¨, seguidamente apuntó. Concluyó indicando que Oscar Collazo ¨fue un ejemplo inspirador¨.
Oscar también nos habló de la solidaridad recibida por parte de las organizaciones revolucionarias mexicanas en Estados Unidos y México señalando que ¨siempre agradecerá lo que hicieron¨.
Mientras Oscar hablaba, se frotaba constantemente sus diminutas manos, acariciaba tiernamente una a la otra, como si entre ellas tuviera su pueblo, sus recuerdos, su familia, sus seres más queridos, sus compañeros y compañeras de lucha. También hablamos de cosas más lejanas en sus experiencias de vida como fue el tiempo en que estuvo en Vietnam, en medio de la selva como soldado en aquella guerra odiosa contra un pueblo que resistía y luchaba. De aquellas experiencias Oscar guarda importantes recuerdos, algunos de los cuales fueron compartidos con nosotros.
Quedó impreso en mi memoria del viaje cuando Ricardo, el exprisionero político que nos llevó al encuentro con Oscar y quien compartió prisión con él, nos habló del momento en que Oscar decidió no aceptar la oferta de libertad condicional que le hiciera el presidente Clinton, cuando se negó a abandonar la prisión en la fecha ofrecida si no salían antes sus compañeros. En aquel momento de la conversación Ricardo nos dijo: ¨sencillamente hizo lo mismo que había hecho cuarenta años antes en Vietnam cuando por valor en combate, fue condecorado con la Estrella de Bronce. Oscar no abandonó a sus compañeros. No lo hizo en Vietnam y no lo hizo con nosotros.¨
Un comentario final que figura en nuestra reflexión de este viaje es la importancia que Oscar le da a una figura de la historia estadounidense, que por circunstancias también históricas, guarda relación con el desarrollo nuestro: el general Nelson Miles. Haciendo el recuento de la participación de Miles en las últimas guerras del gobierno de Estados Unidos con las poblaciones originarias en dicho país, señalaba que este personaje, luego de acabadas las guerras contra las tribus indígenas en Estados Unidos, llegó a Puerto Rico como parte de las fuerzas invasoras estadounidenses en 1898. Al llegar prometió lo que hipócrita y falsamente ya había prometido a las tribus indígenas: libertad, bienestar y democracia. Ninguna de esas promesas se cumplieron para los pueblos indígenas y ciertamente, en la colonia, no hay libertad política, el bienestar es para los sectores más acomodados del capital y la democracia se limita a votar por aquellos que tan solo administran la colonia mientras preservan los intereses del imperio que nos sojuzga. Por eso está presente en Oscar su preocupación en torno a si Estados Unidos realmente no nos lleva como país y como nación a la condición de una reservación más dentro de sus políticas de dominación imperial.
El caso de Oscar López Rivera es hoy una bandera de lucha de un pueblo que como él en prisión, ha resistido por largos años frente al poder colonial; que se niega a dejar de ser lo que es; que busca su fuerza en sus hijos e hijas que están dispuestos a luchar hasta lograr acariciar el sueño de su libertad plena. Oscar López Rivera ha cumplido 33 años en prisión y se mantiene en lucha, como lo ha hecho su pueblo luego de 116 años de dominación colonial por parte de Estados Unidos. Démosle un empuje a su excarcelación. Es hora de que regrese a nosotros, a casa. Muchas gracias por su apoyo y por su solidaridad.
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