Escrito por Alejandro Torres Rivera / MINH
En 1894 el Apóstol de la Independencia de Cuba, José Martí, anticipando lo que sería el inicio de la Guerra de Independencia la cual llamó ¨guerra necesaria¨, señaló en relación las islas de Cuba y Puerto Rico el papel que les correspondería jugar en la geografía de una América totalmente liberada del yugo colonial.
Indicó Martí: Es un mundo lo que estamos equilibrando: no son sólo dos islas las que vamos a liberar. Previamente, en su ensayo Las Antillas y Baldorioty, escrito el 14 de mayo de 1892, dedicado al prócer autonomista puertorriqueño Román Baldorioty de Castro, Martí expuso su visión sobre el carácter integrador del resultante de la lucha de independencia de las dos Antillas aún sujetas al poder colonial español en América Latina. Al expresarse, tomó en consideración el apetito imperialista de Estados Unidos frente a la dos Antillas de habla hispana aún sin emancipar en la América Hispana. Nos dijo el Apóstol cubano:
…No parece que la seguridad de las Antillas, ojeadas de cerca por la codicia pujante, dependa tanto de la alianza ostentosa y, en lo material, insuficiente, que provocase reparos y justificara la agresión como de la unión sutil, y manifiesta en todo, sin asidero de la provocación confesa, de las ideas que han de sostenerse juntas, o juntas han de desaparecer, en el recuento de los pueblos libres. Por la rivalidaridad de los productos agrícolas, o por la diversidad de hábitos y antecedentes, o por el temor de acarrearse la enemiga del vecino hostil, pudieran venir a apartarse, en cuanto cayese en forma cerrada su unión natural, las tres islas que, en lo esencial de su independencia y en la aspiración del porvenir, se tienden los brazos por sobre los mares, y se estrechan ante el mundo, como tres tajos de un mismo corazón sangriento, como tres guardianes de la América cordial y verdadera, que sobrepujará al fin a la América ambiciosa, como tres hermanas... Las tres Antillas que han de salvarse juntas, o juntas han de perecer, las tres vigías de la América hospitalaria y durable, las tres hermanas que de siglos atrás se vienen cambiando los hijos y enviándose libertadores, las tres islas abrazadas de Cuba, Puerto Rico y Santo Domingo.
En ocasión de conmemorarse el tercer año de la fundación del Partido Revolucionario Cubano, en su escrito titulado El alma de la Revolución, y el deber de Cuba en América, Martí escribe sobre el papel nivelador que le corresponde a estas tres islas, colocadas por la geografía entre dos grandes continentes. Indicaba que en uno se asienta un país ansioso por colocar a todo el Hemisferio bajo su tutela; en otro, con un origen latino común, emancipado del yugo colonial que aún se asienta en las Antillas, existe el resultado fragmentado de lo que fue o pudo ser en un momento dado en sus primeros años de independencia, el fruto de un proyecto integrador. La percepción martiana en ese momento, se inscribe en el mismo concepto que ya durante la década de 1870 había trazado Hostos cuando se refirió a las Antillas como el fiel de la balanza. Así Martí nos indica:
…En el fiel de América están las Antillas, que serían, si esclavas, mero pontón de guerra de una república imperial contra el mundo celoso y superior que se prepara ya a negarles el poder–mero fortín de la Roma americana; –y si libres– y dignas de serlo por el orden de la libertad equitativa y trabajadora –serían en el continente la garantía del equilibrio, la de la independencia para la América española aún amenazada y la del honor para la gran república americana del Norte, que en desarrollo de su territorio –por desdicha feudal ya, y repartido en secciones hostiles– hallará más segura grandeza que en la innoble conquista de sus vecinos menores, y en la pelea inhumana que con la posesión de ellas abriría contra las potencias del orbe por el predominio del mundo. –No a mano ligera, sino como con conciencia de siglos, se ha de componer la vida nueva de las Antillas redimidas. Con augusto temor se ha de entrar en esa grande responsabilidad humana. Se llegará a muy alto, por la nobleza del fin; o se caerá muy bajo, por no haber sabido comprenderlo. Es un mundo lo que estamos equilibrando: no son sólo dos islas las que vamos a libertar…
Simón Bolívar ya había advertido en carta enviada desde Guayaquil el 5 de agosto de 1829 a su amigo, el Coronel Patricio Campbell, que Estados Unidos parecía destinado por la Providencia a plagar a la América Latina de miserias a nombre de la Libertad. Martí también advirtió en sus escritos que las Antillas constituían una especie de trampolín desde el cual Estados Unidos pretendería extender sus dominios al resto de América Latina. Por esto, en las Antillas, Martí veía el muro de contención a la expansión imperialista de Estados Unidos sobre la América hispana; y en el triunfo de la lucha del pueblo cubano, la manera de impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América.
En su pensamiento, Martí concibe las tres Antillas unidas, tal y como lo expresara en su escrito del 14 de marzo de 1892, titulado El Convite a Puerto Rico, en relación a nuestra patria y Cuba:
Unas son en el porvenir, como lo han sido unas en el pasado, el alma de Lares y el alma de Yara. Unos son hoy en la preparación, como fueron ayer en la cárcel y el destierro, los cubanos y puertorriqueños. Unos han de ser en la acción, para acelerar, con el esfuerzo doble, la libertad común.
Para Martí, la idea de la unión de las Antillas evocaba el sueño bolivariano de integración latinoamericana, plasmado en la frase del Libertador cuando enunciaba en 1814 en Pamplona, ante los soldados de Urdaneta, su expresión Para nosotros, la Patria es la América. Igual que hizo Bolívar cuando convocó al Congreso Anfictiónico en Panamá, recordando aquella Liga Anfictiónica de la Grecia Antigua que hizo las veces de instancia integradora de sus ciudades/estado; Martí veía en el futuro de las Antillas el resplandecer que tuvieron en el pasado aquellas ciudades griegas. Se trata de un ideario también compartido con Hostos.
Como Bolívar en su idea integradora de América Latina, Martí propulsaba en su ideario que las Antillas hicieran por sobre la mar a sangre y a cariño, lo que por el fondo de la mar hace la cordillera de fuego andino, que no es otra cosa que fundir nuestros pueblos en un todo.
Ese sueño de Martí toma también forma en los aportes hechos por el general dominicano Máximo Gómez, principal jefe militar en la conducción de la guerra necesaria iniciada por Martí en 1895. También la encontramos en los esfuerzos y aportaciones de figuras como Betances y Hostos a la causa de la independencia de Cuba; así como en la sangre generosa derramada por cubanos, puertorriqueños y dominicanos en la lucha por la independencia cubana.
Finalmente, recordemos esta noche lo indicado en Martí en su carta a Federico Henríquez y Carvajal, fechada en Montecristi el 25 de marzo de 1895, en la cual le indica: Las Antillas libres salvarán la independencia de nuestra América, y el honor ya dudoso y lastimado de la América inglesa, y acaso acelerarán y fijarán el equilibrio del mundo.
Si hemos separado un espacio de nuestra intervención esta noche para enfatizar en la visión de Martí sobre el papel que le correspondía jugar a las Antillas Unidas dentro del marco de la lucha por la total y verdadera indecencia de América Latina, lo hacemos en la creencia de que se presentan hoy nuevas coordenadas en el Caribe y en el Hemisferio Americano que entrelazan la futura unidad de la Antillas en el esfuerzo nivelador previsto por el Apóstol.
El pasado 17 de diciembre de 2015 se cumplió un año desde las declaraciones hechas en Washington y La Habana por los presidentes de Estados Unidos y Cuba sobre los acuerdos alcanzados por ambos países para el restablecimiento de relaciones diplomáticas. Se anunciaba así el comienzo de un proceso dirigido a la normalización de relaciones políticas, diplomáticas y económicas entre dos Estados que al presente mantienen abiertas profundas diferencias. Es un hecho, que dentro del marco de lo que fue la Guerra Fría, el acercamiento entre Cuba y la extinta Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas a partir de la década de 1960, elevó aún más la importancia geopolítica de Puerto Rico para Estados Unidos dentro del marco de sus planes defensivos/agresivos en el Caribe. Es un hecho también documentado, cómo el desarrollo del socialismo en Cuba incidió con el reforzamiento del modelo político y económico de dominación colonial de Estados Unidos sobre Puerto Rico. Mientras Cuba pasó a ser el modelo inspirador de los procesos revolucionarios para los pueblos de América Latina; Puerto Rico, para Estados Unidos, pasó a ser la vitrina de la democracia estadounidense en el Caribe.
A pesar de que a nivel europeo la Guerra Fría cesó a partir de finales de la década de 1980; en el caso de América Latina, sus procesos sociales y políticos permitieron que el fantasma de la Guerra Fría perdurara todavía por varias décadas adicionales. La transformación de las luchas políticas en América Latina, transitando las mismas de las luchas insurreccionales armadas a procesos fundamentalmente políticos donde la vía electoral ha tomado una preeminencia, ha contribuido en alguna manera a la distensión en esta región del mundo. La normalización de relaciones entre Estados Unidos y la República de Cuba, junto al avance en nuestra América Latina de una reconceptualización del socialismo como sistema económico y político, ha abierto el camino a lo que hoy se llama en nuestros pueblos el ¨socialismo de Siglo XXI¨. La integración política, económica y diplomática de Cuba con su entorno caribeño y latinoamericano viene produciéndose a la par que en Puerto Rico, el modelo de subordinación colonial frente a Estados Unidos se encuentra en quiebra.
Si bien Cuba ha dado importantes pasos dirigidos a la actualización de su sistema económico, salvaguardando lo que considera son las conquistas fundamentales de su Revolución; en Puerto Rico, ante el fracaso del modelo colonial establecido con el Estado Libre Asociado, se impone para nuestro pueblo la inevitable necesidad de actualizar, desde el punto de vista del ejercicio de sus derechos soberanos, cuál ha de ser su futuro. Ante la quiebra del modelo colonial y ante la insuficiencia de poderes políticos que le permitan a nuestro país atender sus problemas más acuciantes, la única vía disponible para el pueblo puertorriqueño es la soberanía política, que en nuestro caso, sólo puede ofrecerla la independencia. Es ella la que nos podrá garantizar el poder político necesario para ajustar nuestras opciones en el desarrollo de un modelo político y económico que atienda, de una vez por todas, nuestras necesidades como pueblo.
La idea de una Confederación Unida de la Antillas, ideario del cual participaron Gregorio Luperón, Ramón Emeterio Betances, Eugenio María de Hostos y José Martí, es hoy una idea más vigente que nunca para nuestros respectivos pueblos. Mientras para el Padre de la Patria puertorriqueña, la libertad de Cuba sin la de Puerto Rico no sería más que una media independencia, y esto por pocos años solamente; Hostos nos decía que en las Antillas Mayores había un esbozo de nacionalidad tan natural, por inasequible que hoy parezca y aún invisible que sea a tardos ojos, que en ninguna otra ha hecho la Naturaleza tanto esfuerzo por patentizar su designio. Cuba, Jamaica, Santo Domingo, Puerto Rico, no son sino miembros de un mismo cuerpo, fracciones de un mismo entero, partes de un todo.
La visión de la Antillas Unidas en los idearios de Luperón, Betances, Martí y Hostos, como lo fue también antes en Bolívar con relación al Continente, se concebía como manifestación de una integración política, multiétnica, multirracial, multieconómica y multilingüística. Por eso para Hostos, por ejemplo, ese esbozo de nacionalidad del cual hablaba, trascendía el marco caribeño antillano coincidiendo con Martí al indicar que el día que a eso llegue la sociedad de las Antillas, formará en los tiempos venideros una nacionalidad de un carácter semejante, y tan poderosa y tan prepotente y tan viva y tan insinuante en la civilización universal, como aquella sociedad helénica que, en la cuna de las sociedades europeas, ocupó en el mundo antiguo, una posición geográfica y comercial que en el mundo moderno no tienen más que las Antillas.
Si la Antillas llegaran a su independencia en tiempo oportuno, en este gran tiempo en que vivimos, y lograran reconstituirse pronto y atrajeran a su círculo de acción al istmo y las repúblicas centrales-- decía Hostos a la altura de 1884 en su escrito titulado ¨La que algún día será una gran nacionalidad¨--, tal vez quedaría eliminada para siempre una de las más formidables incógnitas del porvenir continental. Entonces, el Archipiélago y este pedazo de tierra que une los continentes del Nuevo Mundo, adquirirán por la navegación y el cambio aquella rápida fuerza que da la afluencia de los intereses universales hacia un centro.
Ese ideario de integración antillana, caribeña y latinoamericana late hoy entre los pueblos de América Latina y el Caribe. Vemos su expresión a través de esfuerzos como el ALBA y la CELAC, así como a través de diferentes instancias de integración económica en el continente suramericano y en el Caribe. La fuerza de esta propuesta de integración, en ocasión de recordar un aniversario más del natalicio de José Julián Martí Pérez, se impone como denominador común a nuestros pueblos. Es ella y no otra nuestra propuesta de futuro.
¡Qué mejor manera de honrar a José Martí esta noche en que definimos ese gran reto de integración para nuestra América, que insistir en el camino que nos trazaran nuestros patriotas del Siglo 19 en búsqueda de la concreción política de las Antillas Unidas, del Caribe Unido, de la América Latina toda unida!
Muchas gracias.
Ponencia del autor en el foro Retos en nuestra América: Homenaje a Martí celebrado el 28 de enero de 2016 en ocasión del natalicio del prócer cubano.
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