Escrito por Alejandro Torres Rivera / Presidente CAAPR
El pasado 27 de mayo se celebraron en la República de Colombia las elecciones presidenciales. Previamente, el 11 de marzo también se habían efectuado las elecciones parlamentarias. Esta última levantó una gran expectativa por ser las primeras elecciones en las cuales la anterior agrupación guerrillera ¨Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo¨ (FARC-EP), ahora convertida en una agrupación política denominada Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común (FARC), participó del proceso electoral. En aquellos comicios concurrieron múltiples partidos políticos para elegir entre sus candidatos a diputados o ¨curules¨ 102 ciudadanos para el Senado y 166 a la Cámara de Representantes. De estos, dado los acuerdos de paz negociados entre el gobierno colombiano y las FARC-EP, la anterior agrupación guerrillera aseguraba cinco escaños en el Senado y cinco adicionales en la Cámara de Representantes.
En aquellos comicios se definieron también las candidaturas a la presidencia de varias agrupaciones políticas. Tal fue el caso de la agrupación de derecha ¨Centro Democrático¨, ganada por Iván Duque; y la candidatura a la presidencia por parte de la ¨Coalición por la Decencia¨, ganada por Gustavo Petro.
En las pasadas elecciones concurrieron a las urnas los candidatos a la presidencia y vicepresidencia del país. A diferencia de las recientes elecciones del mes de marzo donde sólo concurrieron a votar 17,818,195 de un total de 36,423,318 electores registrados para votar, lo que significó una abstención de 52%; en estas elecciones, de un total de 36,783,940 electores registrados, concurrieron a las urnas 19,636,140, lo que representa un 46.62% de abstención.
El proceso en las elecciones parlamentarias conllevó la contabilización de 1,517,034 votos nulos, 755,121 votos en blanco y 489,292 votos no marcados, por lo que el número de electores que realmente se expresó en favor de algún candidato disminuyó. En estas recientes elecciones, el total de votos en blanco ascendió a 341,087 y el de votos anulados 243,645 para un total en estas categorías de 584,732 votos lo que representa una disminución significativa. En Colombia el voto en blanco se reconoce como una expresión legítima del ciudadano en el proceso electoral. Es como ocurría antes en Puerto Rico en casos de plebiscitos sobre preferencias en torno a opciones de estatus políticos cuando por ejemplo, el voto en blanco se tomó en una primera vez como una expresión de “ninguna de las anteriores”; o más adelante, mediante la inclusión expresa en la papeleta de la opción de “ninguna de las anteriores”.
De hecho, conforme a la normativa electoral en Colombia, si el voto en blanco prevaleciera en alguna elección, sea esta en elecciones parlamentarias o presidenciales, ese resultado obligaría a una segunda elección. Si se repitiera el mismo resultado ya no habría otra convocatoria a elección.
Para las pasadas elecciones presidenciales, apenas poco tiempo previo a estas, algunas organizaciones que venían participando del proceso optaron por retirarse. Así ocurrió con las FARC, cuando su candidato Rodrigo Lodoño, (conocido también como “Timochenko” por su nombre de guerra cuando dirigía la guerrilla), confrontó problemas de salud. Pudiendo optar por presentar un candidato alterno, la decisión de las FARC fue no hacerlo, quedando a partir del 9 de marzo esta alternativa fuera de la ruta electoral. Lo mismo ocurrió con la candidata Piedad Córdova de la agrupación Poder Ciudadano, que desistió de su candidatura el 2 de mayo y de Viviane Morales, por el Partido Somos Región Colombia, que también desistió de su candidatura el 2 de mayo.
De acuerdo con la Constitución de Colombia, el término para la presidencia es de cuatro años. El nuevo presidente deberá tomar posesión de su cargo el día 7 de agosto de 2018.
Encuestas realizadas luego de las elecciones parlamentarias del pasado 11 de marzo, ubicaban al frente con un 40% de los votos, al candidato de la derecha Iván Duque. Este candidato aspiró en las pasadas elecciones a la presidencia por el llamado “Centro Democrático”; seguido con un 24% de los votos por Gustavo Petro, un exguerrillero y exalcalde de Bogotá que concurrió por “Petro Presidente”. Entonces señalábamos que un triunfo de Duque equivaldría al regreso a los estilos y contenido del gobierno de Álvaro Uribe quien, a pesar de no ser candidato a la presidencia, seguía siendo el principal sostén de la derecha colombiana que representa el llamado Centro Democrático. En efecto, el resultado de las pasadas elecciones presidenciales demuestra que en sus predicciones, aquellas encuestas no distaban mucho de la realidad.
En aquellas elecciones diversos partidos y agrupaciones se coaligaron en cinco grandes bloques: (a) Mejor Vargas Lleras, (b) Petro Presidente; (c) Coalición Colombia; (d) Partido Liberal-ASI; y (e) Gran Alianza por Colombia. En las pasadas elecciones presidenciales, los candidatos a la presidencia obtuvieron, conforme al escrutinio certificado de los votos, los siguientes resultados:
(a) Iván Duque de la agrupación Centro Democrático con 7,569,693 votos para 39.14%;
(b) Gustavo Petro de la agrupación Colombia Humana con 4,851,254 votos para 25.08%;
(c) Sergio Fajardo de la agrupación Compromiso Ciudadano con 4,589,096 votos para 23.73%;
(d) Germán Vargas Lleras de la agrupación Mejor Vargas Lleras con 1,407,840 votos para 7.28%;
(e) Humberto de la Calle de la agrupación Partido Liberal con 399,180 votos para 2.06%.
Como se reflejan estos por cientos, ninguno de los candidatos alcanzó el 50% más uno de los votos, por lo que conforme a la ley electoral colombiana, será necesaria una segunda vuelta electoral donde las dos agrupaciones y sus candidatos que alcanzaron el mayor número de votos compitan entre sí nuevamente por la presidencia y la vicepresidencia del país. La segunda vuelta electoral está pautada para ser llevada a cabo el próximo 17 de junio.
En vísperas de estas elecciones se dio a conocer la decisión del presidente saliente Juan Manuel Santos y su gobierno en torno al ingreso de Colombia dentro de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, (OTAN). Esta es una alianza militar encabezada por Estados Unidos, la cual fue creada en los días posteriores a la Segunda Guerra Mundial. La OTAN jugó un papel preponderante en materia militar frente a la alianza encabezada por la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas en los años de la Guerra Fría, conocida como el “Pacto de Varsovia”. Desaparecida la Unión Soviética, la OTAN, sin embargo, ha continuado su expansión incorporando dentro de su órbita a países que nada tienen que ver con el Océano Atlántico o países que no guardan frontera con los enemigos históricos de Estados Unidos y sus socios de Europa Occidental.
Habría que ver cuál habrá de ser el rol de Colombia, en el caso del Movimiento de Países No Alineados, la segunda organización de mayor alcance internacional, la cual desde su origen agrupó países que no formaban parte ni de la OTAN ni del Pacto de Varsovia. Habría que ver, además, la presencia de Colombia dentro de la OTAN a la luz de sus compromisos regionales con la UNASUR y la estructura de defensa recíproca surgida de ella en materia de alianza militar de los países de América del Sur.
Las nuevas elecciones en Colombia se producen, además, en momentos en que si bien el gobierno del presidente Santos llegó a acuerdos de paz con las FARC-EP, el proceso de negociaciones que ha venido llevándose a cabo con el Ejército de Liberación Nacional (ELN) no ha culminado.
Ante el resultado de las pasadas elecciones, donde definitivamente se irá a una segunda vuelta electoral, debemos esperar un insistente e intenso proceso desde las dos opciones posibles, de procurar acuerdos y alianzas con las fuerzas políticas que no alcanzaron los votos suficientes para competir en la segunda vuelta; y claro está, también de aquellas que optaron por retirarse de la contienda antes de llegar a ella. Entre estas fuerzas es importante notar dónde se coloque el electorado que votó por Compromiso Ciudadano, una organización que obtuvo el respaldo de cerca de cuatro millones y medio de electores y que podría ser el fiel de la balanza en la segunda vuelta.
Una gran parte de los observadores del proceso electoral en Colombia estiman que las posibilidades de que la agrupación de izquierda que encabeza Gustavo Petro resulte ganadora en esta segunda vuelta, son improbables. Sin embargo, aún así, una sólida demostración de fuerza política por parte de esta agrupación y sus aliados sería importante en estos momentos, sobre todo pensando en las futuras elecciones en Colombia, así como el peso político que ello represente para las decisiones futuras del gobierno colombiano, incluyendo un acuerdo definitivo con la guerrilla del ELN.
Al presente, las expresiones hechas por los candidatos de las agrupaciones políticas que concurrieron a las elecciones y quedaron rezagadas respecto a las dos primeras, ha sido que votarán en blanco en la segunda vuelta. De reproducirse este sentir al interior de sus electores, definitivamente sería aún más difícil el triunfo de Petro en las elecciones pautadas para el 17 de junio. Por ejemplo, si la respuesta fuera la de que los electores de las otras agrupaciones, en su mayoría, optaran por votar en favor de Petro, sí tendría alguna posibilidad la izquierda de ganar las elecciones. Pero esto no será así. No todos los electores que votaron por Sergio Fajardo, Germán Vargas Lleras o Humberto de la Calle, forman parte de la izquierda colombiana. Incluso si las agrupaciones que se retiraron de la contienda electoral se sumaran a Petro en esta segunda vuelta, tampoco sería una garantía de triunfo.
La realidad es que en Colombia, los sectores oligárquicos y de derecha mantienen entre sí una mayor cohesión que la izquierda, lo que les permitiría asimilar el voto de este sector en la segunda vuelta, votando en favor de Iván Duque. De otro lado, no deja de ser también un factor importante en su respaldo a Duque, los lazos que esa derecha colombiana mantiene con el gobierno estadounidense, las propias fuerzas armadas de Colombia y los sectores paramilitares, todos ellos necesarios para sostener el proyecto imperialista para América Latina, el cual incluye los planes desestabilizadores contra la República Bolivariana de Venezuela.
Un triunfo de Duque tiene también el potencial de revertir tanto los acuerdos negociados con las FARC-EP, como suspender el proceso de negociación en curso con el ELN. Recordemos como desde un primer momento, sectores encabezados por el expresidente Álvaro Uribe, estuvieron opuestos, no sólo a los acuerdos, sino al proceso mismo de negociación con las organizaciones guerrilleras. Es conocido, además, cómo desde su posición como senador, Uribe ha propugnado una línea de mano dura contra las FARC-EP y el ELN.
Hemos dicho antes y repetimos hoy que el panorama para Colombia sigue siendo de mucho pesimismo, particularmente para las fuerzas progresistas en la región. Está en juego no solo lo que fueran los logros alcanzados mediante los acuerdos de paz negociados por el gobierno con las FARC-EP; sino también, el futuro que pudieran tener las negociaciones de paz ya iniciadas con el ELN; y claro está, desde una perspectiva regional, la postura de un nuevo gobierno bajo la presidencia de Duque, con el apoyo de Perú, Brasil y Estados Unidos, frente al gobierno de Nicolás Maduro en la República Bolivariana de Venezuela y los insistentes planes imperialistas contra el pueblo venezolano y su revolución.
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