Escrito por Alejandro Torres Rivera /Dirección Nacional MINH
En semanas recientes, tal como nos tiene acostumbrado desde su llegada a la presidencia de Estados Unidos, Donald Trump ha venido haciendo expresiones estridentes y aunque en alguna medida inconsistentes, ciertamente en tono amenazante ha advertido su intención de revertir los acuerdos negociados por el presidente Barack Obama con la República Islámica de Irán.
Se trata de acuerdos que fueron negociados con la participación de la Federación Rusa, la República Popular China, el Reino Unido de la Gran Bretaña y Alemania en el mes de julio de 2015, conocido como Plan de Acción Integral Conjunto (PAIC). El Plan dispone que durante los siguientes 15 años la República Islámica de Irán no podría acumular más de 300 kilogramos de uranio enriquecido al 3.67%. Con relación a cualquier excedente que produjera, se enviaría a terceros países, particularmente a la Federación Rusa para ser almacenados.
Desde su firma y luego del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), confirmar en enero de 2016 que Irán había cumplido con sus obligaciones bajo el Pacto, Estados Unidos canceló algunas de las sanciones que había impuesto previamente a este país persa.
A pesar el paso adelante que el Pacto significó para la paz, desde finales del pasado mes de mayo, el Secretario de Estado de Estados Unidos, Mike Pompeo, y el Asesor de Seguridad Nacional, John Bolton, también se han sumado al coro de voces en favor de que Estados Unidos deje sin efecto el referido tratado internacional. Otro de los logros alcanzados mediante este Pacto fue que Irán se abstendría de desarrollar su potencial y capacidades nucleares con fines armamentistas; mientras que de parte de Estados Unidos y sus aliados, se renunciaba a muchas de las sanciones económicas impuestas contra el primero. De hecho, Pompeo ha hecho expresiones dirigidas a establecer una nueva fecha para la imposición de nuevas sanciones a Irán, a saber, el próximo 4 de noviembre.
La República Islámica de Irán, contrario a la percepción de muchos en occidente, es un país considerable en tamaño. Posee grandes avances tecnológicos, particularmente en lo concerniente a su aplicación al desarrollo científico aplicado a la defensa y su seguridad nacional. Ocupa la posición decimoctava en tamaño territorial en el plano internacional. Su población supera los 70 millones de habitantes. Irán se encuentra localizado en Asia Central, colindando en el norte con la Federación Rusa, el Mar Caspio y Turkmenistán; en el sur con el Golfo de Omán y el Golfo Pérsico; en el oeste con Iraq y Turquía y en el este, con Afganistán y Paquistán.
Su Constitución de 1979 define al país como una República Islámica abarcando varios sistemas de gobernabilidad que se entrelazan unos con otros. Existe un Líder Supremo, responsable del cumplimiento de las políticas generales de la República, quien también es comandante de las Fuerzas Armadas y de la seguridad del Estado. Es nombrado por la Asamblea de Expertos, cuerpo compuesto por 86 religiosos. El Líder Supremo es el dirigente máximo del Cuerpo de Guardianes de la República Islámica, constituido por doce teólogos, seis nombrados por el Líder Supremo y otros seis nominados por el parlamento y nombrados por el poder judicial.
El presidente del país es el segundo funcionario de mayor jerarquía después del Líder Supremo. Todos los candidatos a la presidencia del país tienen que tener el aval del Consejo de Guardianes de la República previo a la formalización de sus candidaturas. El presidente, electo por voto directo, designa y supervisa el Consejo de Ministros. El parlamento iraní, conocido como “Asamblea Consultiva Islámica", lo conforman 290 diputados. Toda legislación aprobada por el parlamento, encargado de sancionar los tratados internacionales, establecer leyes y aprobar el presupuesto, tiene que ser ratificada por el Consejo de Guardianes de la República. En el caso del Poder Judicial, el jefe de esta rama de gobierno, es decir el presidente del Tribunal Supremo, al igual que el Procurador General, es designado por el Líder Supremo.
Como indicamos, en su frontera sur, la República Islámica de Irán colinda con las aguas del Golfo Pérsico y el Golfo de Omán. Entre ambos espacios marítimos ubica el Estrecho de Ormuz. De acuerdo con la agencia de noticias Sputniknews, “el estrecho de Ormuz es una de las principales vías de distribución de hidrocarburos. A través de sus aguas se exporta una quinta parte de todos los combustibles fósiles consumidos en el mundo”. Indica la agencia en una noticia dada a conocer el pasado 2 de agosto en referencia al Golfo Pérsico, que en “su parte más estrecha tiene solo 39 kilómetros de ancho cuyas aguas son compartidas por la República Islámica y el sultanato de Omán”. De estos 39 kilómetros, tan solo diez son aptos para la navegación y el transporte marítimo. Por el Estrecho de Ormuz, según datos que ofrece la Administración de Información Energética (AIE), transitan diariamente cerca de 19 millones de barriles de petróleo. Además de las exportaciones iraníes de petróleo, por allí discurren también las exportaciones de Kuwait, Baréin, Catar, los Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudita.
Datos incluidos por el suscribiente en el libro Los conflictos entre el mundo musulmán y occidente: qué es lo nuevo, qué es lo viejo, apuntes generales (2012), reflejan para esa fecha que las reservas de petróleo en diferentes países del Medio Oriente eras las siguientes:
“Iraq posee el 14% de las reservas de petróleo del mundo; Irán, Kuwait y Arabia Saudita poseen el 11%, el 12% y el 33% respectivamente. Entre estos cuatro países se encuentra el 60% de las reservas mundiales conocidas de petróleo. (No estamos contando las nuevas reservas de petróleo y gas natural descubiertas recientemente en la Cuenca de Orinoco en la República Bolivariana de Venezuela o en la plataforma marítima de Brasil). En términos de barriles, Iraq, Irán, Kuwait y Arabia Saudita poseen respectivamente, la cantidad de 100 billones, 92.9 billones, 97.1 billones y 257.6 billones de barriles de petróleo. De estas reservas y de otras menores localizadas en otros países de la región, depende la economía de Estados Unidos en un 23%, la de Europa en un 40% y la de Japón en un 79%”.
Los datos, por sí mismos, dan cuenta de la importancia estratégica de esta vía marítima para las economías de Medio Oriente, pero también para el desarrollo de las algunas de las principales potencias a escala global.
Es natural que en las aguas del Golfo Pérsico se encuentren en tránsito simultáneo buques mercantes de diferentes países. También se encuentran buques militares de países como la propia República Islámica de Irán, buques de guerra de Estados Unidos y sus aliados, así como buques navales provenientes de otras naciones en la región.
Se indica que mientras Estados Unidos habla de dejar sin efecto el tratado negociado con Irán, y su presidente Donald Trump amenaza a empresas europeas que hacen negocios con Irán con imponerles sanciones económicas, llegando algunos funcionarios de su administración a advertir de la imposición de sanciones aún más severas que las anteriores, a pesar de ello, el pasado 31 de julio Trump anunció su disposición a reunirse con el presidente iraní sin la imposición de condiciones previas. Como en otras ocasiones en su administración, mientras Trump hace pronunciamientos en una dirección, miembros de su gobierno opinan públicamente lo contrario.
Fuentes militares estadounidenses alertan que Irán se apresta a desarrollar ejercicios navales en el Golfo Pérsico para demostrar la capacidad de su país de bloquear el Estrecho de Ormuz. La República Islámica de Irán siempre ha sostenido ante una agresión mayor por parte de Estados Unidos y sus aliados, o si se decidiera por parte de ellos bloquear las exportaciones de petróleo iraníes, el derecho a una respuesta defensiva impidiendo la navegación de buques con cargamento de petróleo a través del Estrecho de Ormuz.
Las aguas del Estrecho de Ormuz no son aguas internacionales. Por el contrario, son reclamadas y así se consideran, aguas territoriales iraníes. Si bien el gobierno iraní permite el tránsito de buques de otras naciones por sus aguas territoriales, siempre ha afirmado una reserva de derecho de impedirlo si surgiera una amenaza o agresión contra el país.
En la zona del Golfo Pérsico se han producido recientes incidentes que podrían precipitar una situación irreversible en las relaciones entre ambos países. Por ejemplo, el pasado 25 de julio, el buque estadounidense USS Thunderbolt lanzó 25 disparos de advertencia contra una embarcación iraní perteneciente a la Guardia Revolucionaria Islámica ante lo que indicaron era un “acercamiento peligroso”. Para el lado iraní, sin embargo, la acción naval estadounidense fue una “provocación propagandística” cuyo propósito perseguía la justificación de una intervención militar. Si bien es poco probable que esté en el radar de ambas naciones, al menos por ahora, una confrontación militar de mayores proporciones, este tipo de incidentes, de irse de la mano por parte de alguno de sus actores, puede implicar el gatillazo que abra paso a situaciones de mayor peligro y confrontación para toda la región.
A pesar de las asimetrías en capacidad militar entre Estados Unidos y la República Islámica de Irán, parte de la estrategia defensiva de esta última, además continuar adelante con el desarrollo de sus capacidades militares y tecnológicas, está también profundizar sus capacidades en torno su concepción de la guerra frente a una invasión estadounidense y sus aliados. El objetivo perseguido es provocar a los invasores el mayor daño posible de manera que enfrentar tales consecuencias opere como un disuasivo a una intervención militar contra el país.
Además del Estrecho de Ormuz, existen otras rutas marítimas en la región de Asia y Medio Oriente que son igualmente peligrosas para la estabilidad mundial y que captan la atención dentro del marco de los conflictos potencialmente ligados al petróleo. Estos son el Estrecho de Malaca, localizado entre Indonesia y Malasia, por donde pasan diariamente aproximadamente 16 millones de barriles de petróleo. A través del mismo, se vincula el Océano Índico con el Océano Pacífico. En este caso su porción más estrecha tiene 2,7 kilómetros de ancho. El Estrecho de Malaca es estratégico cuando se toma en consideración que la República Popular China, principal importador de petróleo en el mundo, necesita que el mismo se mantenga abierto, sin interrupciones, al tránsito marítimo para atender su demanda de hidrocarburos.
En el caso del Canal de Suez, ubicado en Egipto, junto al oleoducto SUMED, conecta al Mar Rojo con el Mar Mediterráneo. Por él transitan aproximadamente 5.5 millones de barriles de petróleo, lo que equivale al 9% del petróleo que se consume diariamente en el mundo. Si los barcos no pudieran navegar a través del Canal de Suez, la única vía para allegar petróleo al Mar Mediterráneo desde el Mar Rojo sería a través del oleoducto SUMED. El Mar Rojo, como sabemos, colinda en su porción oriental con la península arábica, que es donde ubican algunos de los principales países productores de petróleo del Medio Oriente.
Finalmente, otro “estrecho” que cae en esta categoría estratégica, es el Estrecho de Mandeb, localizado entre África y Oriente Medio, conectando al Mar Rojo con el Golfo de Adén. Por allí transitan diariamente poco menos de 5 millones de barriles de petróleo. Se indica que su control es hoy una de las principales razones para la intervención militar de Arabia Saudita, con respaldo de Estados Unidos, contra Yemen.
En su conjunto, estamos hablando de más de 45 millones de barriles de petróleo, que diariamente circulan a través de estos puntos estratégicos, para atender las necesidades de hidrocarburos de las principales economías desarrolladas a escala mundial.
El tiempo de traslado de petróleo desde sus puntos de origen en el Medio Oriente hacia Estados Unidos, por ejemplo, es también otro de los referentes que debemos analizar a la hora de medir la importancia de estas vía de navegación marítima y el impacto que causaría su bloqueo naval. Por ejemplo, de producirse un bloqueo en la región del Medio Oriente o Asia Central, la economía estadounidense necesita el acceso al petróleo desde otras regiones, independientemente sus recursos en Alaska o en el Golfo de México o su explotación a través de nuevas tecnologías como el llamado “fracking” en algunos de los estados de la Unión. De ahí que no perdamos de vista el apetito estadounidense por las reservas de petróleo en América Latina, principalmente aquellas de la República Bolivariana de Venezuela, Brasil y Ecuador.
Si se toma en consideración la diferencia en tiempo de viaje que toma el traslado del petróleo desde el Medio Oriente y Asia Central hacia Estados Unidos, versus el tiempo que tomaría su traslado desde países localizados en América del Sur, la diferencia es de varias semanas. Interrumpido el flujo de petróleo desde el Golfo Pérsico en caso de un conflicto militar con Irán, el acceso al petróleo venezolano, ecuatoriano o brasileño atendería las necesidades a corto plazo de Estados Unidos y otros países europeos. Un segundo factor de importancia para Estados Unidos en su visión hegemónica es su preocupación por la presencia de países como la Federación Rusa y la República Popular China en las concesiones de exploración y explotación petrolera dentro de la inmensa Cuenca del Orinoco. La presencia e influencia de estos países en el hemisferio ciertamente para Estados Unidos y su política imperial convierten el derrocamiento del proceso revolucionario venezolano, en un objetivo estratégico de principal importancia precisamente en su perspectiva de la geopolítica global y regional.
Si bien, como indicamos, no es probable un conflicto de graves proporciones en estos momentos en el Golfo Pérsico, el Estrecho de Ormuz y Golfo de Omán, no debemos dejar de estar pendientes a los desarrollos políticos y militares en esta región, que a pesar de los pesares, no deja de ser un punto de ebullición que podría conducir a la humanidad a una crisis de proporciones mayores. Lo que se proponga hacer el gobierno del presidente Donald Trump de aquí al 4 de noviembre en relación al Pacto entre la República Islámica de Irán y Estados Unidos, es un asunto a observar, con paciencia y cuidado.
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