Escrito por Alejandro Torres Rivera
El 1 de agosto de 2010 el General del Ejército y Presidente de los Consejos de Estado y Ministros de la República de Cuba, Raúl Castro Ruz, pronunció un importante discurso en el Quinto Período Ordinario de la VII Legislatura de la Asamblea Nacional del Poder Popular. Dentro del contexto de una sesión en la cual se aprobaron dos importantes piezas legislativas, a saber, la Ley que modifica la actual división territorial de la República
estableciendo una nueva división administrativa que incluye la creación a partir del primero de enero de 2011 de dos nuevas provincias, Artemisa y Mayabeque; y la que crea un nuevo Código de Seguridad Vial, el Presidente cubano entra a discutir lo que llamó “actualización del modelo económico cubano”.
Mucho se habló en las semanas previas sobre la expectativa de que el tema de los cambios o transformaciones en el modelo económico cubano fueran el tema de discusión que abordaría el Presidente Raúl Castro durante la conmemoración del 26 de julio, Día de la Rebeldía Nacional. Lo cierto es que el discurso no estuvo a cargo de Raúl Castro sino de José Ramón Machado Ventura, Vice Presidente Primero del Consejo de Estado y Ministros, quien se dirigió a los presentes a nombre de la dirección colegiada del Estado y del Partido Comunista. Machado Ventura no entró en señalamientos relacionados con cambios o transformaciones económicas en Cuba, sino por el contrario, en la necesidad de conservar y preservar el carácter socialista de la Revolución. Como indicara en su discurso, la Revolución Cubana proseguirá su desarrollo “sin improvisaciones ni precipitaciones, para no errar y dejar atrás definitivamente errores o medidas que no se avienen a las condiciones actuales.”
¿Cuáles son, sin embargo, esos errores o medidas que no se avienen a las condiciones actuales por las que atraviesa esta Revolución a las cuales hace referencia el dirigente cubano? Ciertamente, en su discurso Machado Ventura no entra en tal discusión sino que hace un llamado ferviente a aumentar la productividad del trabajo, el ahorro y la eficiencia en el proceso productivo para preservar, a través de éstas, las más apreciables conquistas de la Revolución Cubana, incluyendo la defensa de la soberanía nacional.
En la alocución de Raúl Castro, el dirigente cubano hace referencia a los acuerdos alcanzados durante los días 16 y 17 de julio por el Consejo de Ministros y otras altas entidades de la dirección del Partido, del Gobierno cubano, así como de otras organizaciones de masas, a los efectos de abordar la solución del excedente de fuerza de trabajo dentro de las estructuras del Estado cubano. Así las cosas, propone medidas que eventualmente conduzcan a una reducción en la plantilla de personas que en estos momentos emplea el Estado. A diferencia de otros procesos permeados por las visiones neoliberales, donde las medidas de reducción de la fuerza de trabajo del Estado se producen por vía de medidas de choque dirigidas a entregarle la responsabilidad social del Estado al sector privado y con ello la oportunidad de ganancias, en perjuicio de los intereses del pueblo, la propuesta promovida por el Estado cubano, la cual podría llegar eventualmente a impactar cerca de un millón de puestos de trabajo, se dará con la activa participación de la Central de Trabajadores de Cuba y bajo un “clima de transparencia y diálogo donde prime la información oportuna y diáfana a los trabajadores, en el cual las decisiones sean colegiadas adecuadamente y se creen las condiciones organizativas requeridas.” De acuerdo con la propuesta, la calidad de los trabajadores o su idoneidad para las labores requeridas será lo que determine, en cada caso, su permanencia en el empleo público.
Cuba tiene aproximadamente cinco millones de personas dentro de su fuerza de trabajo de la cual se estima, el 85% es empleada por el Estado. La propuesta de una reducción de un millón de puestos de trabajo estatales conlleva una reducción entre un 20% a un 25% de la fuerza de trabajo en el Gobierno. La misma se proyecta dentro de un plan quinquenal, es decir, a cinco años plazo.
Las medidas propuestas por la Dirección de la Revolución Cubana, como indicamos, no serán de choque como se da bajo sistemas capitalistas con visión neoliberal. Allí, a la par con el proceso de reducción de la plantilla de trabajadores del Estado en áreas donde hay un excedente de fuerza de trabajo, se irán transfiriendo estos empleados excedentes a otras áreas de trabajo donde al presente existe la necesidad de llenar nuevos puestos de trabajo disponibles o de nueva creación. La propuesta conlleva, además, la ampliación de las posibilidades actuales de creación de empleos por cuenta propia y su utilización como una de las alternativas para manejar el excedente de empleos del Estado.
Se propone, además, eliminar algunas restricciones que al presente existen para este tipo de empleo, la comercialización de algunas producciones, e incluso, flexibilizar la contratación de la fuerza de trabajo. Esta última, sin embargo, no deja de preocupar y generar incertidumbre ya que constituye un precedente que establece, luego de varias décadas, un nuevo paradigma para la Revolución Cubana en el proceso productivo. En éste, por primera vez en muchos años, se legitimaría la posibilidad de relaciones de producción en las cuales esté presente la extracción de la plusvalía y apropiación individual de la misma. Este concepto, desde el punto de vista marxista, es en el capitalismo la base de la explotación del ser humano. Claro está, como bien indica Raúl Castro en su discurso, no se trata de un cheque en blanco en la medida que será necesario previamente establecer un nuevo sistema tributario para el trabajo por cuenta propia, sobre los ingresos personales, las ventas y la contratación de la fuerza de trabajo.
De acuerdo con Raúl Castro, precisamente en las discusiones que se desarrollen con la CTC, se auscultará la implantación de las nuevas propuestas con las garantías de que las modificaciones introducidas no alteren el carácter socialista y el sistema político y social establecido en la Constitución de la República.
Esta discusión en Cuba y fuera de Cuba no es nueva. Ya en el pasado, desde la década de 1980, se aprobó en Cuba aún antes de la disolución de la Unión Soviética y del llamado “período especial”, legislación que permitía el desarrollo de empresas mixtas con capital extranjero donde los inversionistas participan junto al Estado cubano, entre otras, de todo un conjunto de actividades económicas en el sector turístico, minero e industrial, por tan solo mencionar algunas. En éstas, como por ejemplo ocurre con los hoteles construidos con capital extranjero en Cuba, las relaciones de producción son esencialmente capitalistas, aunque el Estado tiene una participación mayoritaria en los activos de la empresa y fija las reglamentaciones laborales aplicables así como el método de pago a los trabajadores cubanos que se emplean. La distribución social se alcanza mediante el subsidio de un conjunto de beneficios al pueblo a través de las ganancias que recibe el Estado por este tipo de inversiones.
En varias ocasiones, tanto el Partido Comunista de Cuba como las instancias correspondientes del Estado, han abordado la situación relacionada con la producción agrícola de productores individuales y los mercados campesinos donde se venden los productos producidos por estos. También se ha discutido mucho en Cuba la transferencia de tierras pertenecientes al Estado a unidades de producción agrícola para su producción y explotación, y la entrega de tierras en usufructo a personas o a cooperativas de trabajadores para su explotación agrícola. Más aún, no olvidemos que desde la promulgación de la Primera Ley de Reforma Agraria en Cuba en la década de los sesenta, gran parte de la tierra quedó en manos de pequeños agricultores, los cuales hoy se agrupan en la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP), cuyas cosechas las compra el Estado en conformidad con los planes de producción aprobados.
No es la primera vez que agoreros en Estados Unidos o Europa anticipan la caída del socialismo en Cuba y el regreso al capitalismo. A raíz de la caída del llamado Campo Socialista y la desintegración de la antigua URSS, muchos se dieron a la tarea de auscultar cuál sería el modelo que irremediablemente asumiría Cuba en su transición a lo que llamaban entonces y repiten todavía “una economía de mercado.” Incluso en Puerto Rico, apenas iniciado el llamado “período especial en Cuba”, la saliente Administración de Rafael Hernández Colón encomendó a su Consejo de Desarrollo Estratégico un estudio sobre el tema. Así, en el Informe publicado en noviembre de 1992 titulado “Normalización de Relaciones entre Cuba y los Estados Unidos: retos y oportunidades para Puerto Rico”, se analizaron los diferentes escenarios de transiciones hacia las llamadas economías de mercado ante el colapso del “socialismo real”. Tomando como base la experiencia de la mayoría de los países del Campo Socialista europeo, la de la Unión Soviética y la de la República Popular China, señalaban que el modelo cubano de transición hacia una economía de mercado sería parecido a la experiencia China, en la cual los cambios en la estructura económica y en las relaciones de producción se darían bajo la férrea dirección del Partido Comunista. De este modo, las llamadas aperturas políticas o democráticas serían condicionadas, tanto al flexibilizar como restringir la iniciativa privada en el proceso productivo y el ejercicio de los llamados “derechos democráticos” propulsados por las democracias occidentales.
La experiencia histórica nos dice que las grandes transformaciones económicas siempre traen de la mano cambios o modificaciones en las relaciones sociales y políticas de los ciudadanos. El debate sobre las características del llamado socialismo del Siglo XXI no es ajeno a la experiencia cubana, sobre todo teniendo tan cerca las experiencias que actualmente se viven en América Latina a través de los diferentes procesos revolucionarios, las nuevas políticas de integración y las posibilidades que estos nuevos escenarios abren para los pueblos en lucha. En los próximos meses veremos, sin lugar a dudas, los desarrollos de este debate en la hermana República del Cuba, del cual aquéllos y aquéllas que nos sentimos solidarios con esta importante Revolución debemos formar parte.
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