Viernes, Noviembre 22, 2024

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Los conflictos entre el mundo musulmán y Occidente

islamIntroducción a una necesaria discusión

Dice el periodista Jeff Cohen en un artículo publicado para Truthout  el pasado 29 de enero de 2011, que durante los últimos años de su vida, el Doctor Martin Luther King, Jr. fue interrogado en torno a las intervenciones militares de Estados Unidos  [...]

contra los movimientos progresistas en los países del Tercer Mundo. A ello respondió con la siguiente cita de John F. Kennedy:

“Aquellos que hacen imposible las revoluciones pacíficas harán las revoluciones violentas inevitables.” Así las cosas, razona Cohen, aquellos que impiden en los países musulmanes las revoluciones seculares, serán los responsables de hacer las revoluciones islámicas inevitables. Fidel Castro en algún momento, refiriéndose a la época en que se puso de moda acusar a la Revolución Cubana de exportar la Revolución, señaló con toda razón que las revoluciones sociales no pueden fabricarse, ni cuando se desatan son capaces de contenerse. La actual situación política en el mundo árabe es una vez más testigo de la corrección de estas premisas.

El periodista argentino Atilio Borón, por su parte, comenta, que en la mejor tradición marxista—de hecho, la expresión se le atribuye por algunos a Lenin más que a Marx—que para que se produzca una situación revolucionaria tiene que existir el hecho de que los de  arriba ya no puedan mandar y los de abajo no se dejen dominar.

Las recientes protestas populares en Egipto contra el corrupto gobierno encabezado en las pasadas tres décadas por Hosni Mubarak  y otros movimientos populares que vienen desarrollándose en diversos países; árabes y europeos, podrían tener en sí mismos el potencial de cambio y transformación revolucionaria en tales países.

Por las características propias de los procesos políticos que desembocaron en grandes revoluciones durante el siglo 20, hoy, a comienzos de la segunda década del siglo 21, los procesos sociales que observamos nos dicen que las opciones revolucionarias para los pueblos no están agotadas.

Al referirnos  en esta discusión al Medio Oriente, seguro tendríamos que enfocar la misma en el marco de lo que son los países que configuran esta zona geográfica, a saber: Turquía, Líbano, Siria, Israel, Palestina (Cisjordania y la Franja de Gaza) Jordania, Egipto (en la península del Sinaí), Iraq, Kuwait, Arabia Saudita; y ciertamente, algunos también añadirían a los Emiratos Árabes Unidos, Omán, Yemén y Bahréin, por ser otros estados que configuran la península arábiga. Todos ellos son países musulmanes, aunque en el caso del Líbano, la presencia cristiana maronita es importante. En el caso de Israel, producto del desplazamiento poblacional de palestinos fuera del territorio que hoy ocupa, su población, proveniente fundamentalmente de otros países o descendientes de quienes allí se asentaron provenientes de otros países, les une, más que una nacionalidad, una religión, la judía.

Existen otros países cercanos a los antes indicados donde también se profesa la fe musulmana, que no necesariamente forman parte del Medio Oriente y, que tampoco son árabes sino persas. Dentro de ellos vienen desarrollándose también importantes procesos políticos. Entre estos se encuentran los localizados en Asia Central y la zona del Cáucaso, como es el caso de la República Islámica de Irán, Afganistán, Paquistán; algunas ex repúblicas de la extinta Unión Soviética como son Kazaquistán, Turkmenistán, Uzbequistán, Kirguistán, Tahiquistán; y dentro de la región de Asia Central, regiones como Chechenia, Osetia del Norte y Osetia del Sur y Abjasia, por solo mencionar algunas, donde vienen desarrollándose importantes conflictos.

Existen también otros estados con una inmensa población musulmana como son los casos de Filipinas e Indonesia, los cuales, para fines del presente escrito, no serán objeto de discusión, como tampoco diversos conglomerados musulmanes esparcidos en Europa Central y otras regiones del planeta.

En este ensayo, sin embargo, nos proponemos dirigir una mirada hacia otros países musulmanes localizados en el Medio Oriente, Asia Central y del Norte de África donde vienen desarrollándose diferentes situaciones políticas, económicas, sociales y militares que han mantenido al vilo la opinión pública en los pasados meses.

Este ensayo no pretende ser un documento acabado sobre los sucesos que más impactan hoy las relaciones entre el mundo musulmán y Occidente. Sin embargo, sí aspira a ofrecer algunos datos y elementos necesarios para una mejor comprensión de los sucesos que allí se desarrollan. Si se cumple ese propósito, habremos alcanzado el objetivo propuesto.

Israel, Palestina, Hamás y Hezbolá

a. Antecedentes históricos: Palestina


De acuerdo con el profesor Jesús Delgado Burgos en un ensayo escrito y circulado por correo electrónico titulado Palestina: una aproximación necesaria, el nombre de esta región deriva del término “Falastín” o “Filastín”, por ser la región en la cual en el período comprendido entre los años1200-1000 a. c. se establecieron las poblaciones filisteas. Se trata de una región que comprendía la región entre los estados que hoy integran Siria y Egipto.

Esta región originalmente fue poblada por tribus semitas que se establecieron allí hace aproximadamente 50 mil años. Fue dominada más adelante por los hebreos y más tarde por los persas entre los años 539-232 a. c. El territorio fue también objeto de conquista por Alejandro Magno pasando a ser una colonia griega. En el año 63 a. c. la región fue a su vez conquistada por el general romano Pompeyo pasando a estar bajo la tutela de Roma. Fue el Emperador Adriano, quien bajo su mandato, ordenó la expulsión de los judíos de Jerusalén.

La fecha del año 63 a. c. se toma como punto de partida para el establecimiento del carácter árabe de la región. Con la caída del Imperio Romano de Occidente, la región formó parte del Imperio Bizantino; fue foco de luchas y combates, de conquistas y reconquistas durante el período de la Cruzadas hasta que en 1516 pasó al dominio del Imperio Otomano.

Tras la derrota de Turquía en la Primera Guerra Mundial, la región de Palestina pasó a formar parte del territorio bajo mandato británico. Lo que hoy conocemos como Líbano eventualmente pasó a colocarse junto con Siria bajo mandato francés.

En 1947, cuando Inglaterra entrega su mandato sobre Palestina, la Organización de las Naciones Unidas aprueba un Plan para la partición del territorio con el propósito de crear allí dos estados políticos: Israel y Palestina.

Desde 1882 se había iniciado un movimiento a escala mundial dirigido a establecer un estado judío en la región. Para entonces, apenas vivían en la región 20 mil judíos. Para el año 1917 más del 90% de la población de Palestina era árabe musulmana. Se estima que entonces el número de personas judías establecidas en el territorio era de 56 mil, la mayor parte de ellos inmigrantes. Para entonces árabes musulmanes palestinos eran dueños del 97.5% de las tierras, mientras que las personas que profesaban la fe judía poseían el 2.5% del territorio.

Para 1925 el número de judíos había ascendido a 122 mil mientras que para 1932 eran 355 mil.

Cuando Inglaterra entrega su mandato a la ONU, los judíos eran dueños del 6% de las tierras de Palestina. Al crearse el estado de Israel, sin embargo, la ONU asignó un 54% del territorio de Palestina a los judíos. Para 1948 ya la población judía del estado de Israel había alcanzado la cifra de 758,700 habitantes, intensificándose el proceso migratorio durante los años siguientes. Entre 1948 y 1956 llegaron al territorio otros 826,000 judíos, mientras que entre 1956 y 1975 llegaron 735 mil. El proceso de inmigrantes hacia el estado del Israel hasta el presente nunca se ha detenido.

Cuando se produce la creación del estado de Israel en 1948, se desata el primer conflicto bélico como resultado de la negativa de los países árabes de la región en reconocer el estado de Israel. El resultado de esta primera guerra fue que Israel pasó a ocupar el 80.48% del territorio de la antigua Palestina. Miles de palestinos fueron despojados de sus hogares y forzados a emigrar hacia otros países en calidad de refugiados.

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