Escrito por Julio A. Muriente Pérez / Copresidente del MINH
Ricardo Palmera, Juvenal Ovidio Palmera Pineda o –su nombre de guerra, Simón Trinidad–, es un destacado miembro de las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (FARC) de Colombia, que se distinguió como negociador de la guerrilla en las infructuosas negociaciones de paz llevadas a cabo durante los años 1998 a 2002, cuando gobernaba Colombia el “liberal” Andrés Pastrana.
En las postrimerías de 2003 y principios de 2004 Simón Trinidad continuaba desempeñando tareas como negociador, en la búsqueda de un acuerdo que diera fin a la guerra que ha durado más de medio siglo en Colombia. Poco antes de sostener un encuentro con un alto funcionario de la ONU en Quito, Ecuador, Simón Trinidad fue secuestrado por agentes de la policía colombiana, conducido ilegalmente a ese país y de allí extraditado a Estados Unidos.
La extradición indiscriminada a Estados Unidos de guerrilleros, narcotraficantes o delincuentes comunes, ha sido una práctica frecuente del gobierno de Colombia; medida extrema –esa de que a los ciudadanos de un país los juzguen los tribunales de otro país con el beneplácito del primero– que no ha contribuido a resolver los profundos problemas sociales, políticos y económicos que enfrenta la sociedad colombiana. Mientras tanto, en Colombia hay más de siete mil presos políticos, sobre los cuales no suelen referirse ni Bogotá ni Washington.
El caso de Simón Trinidad –de profesión profesor– es particularmente dramático; y por lo mismo, particularmente injusto e ilegal.
Ha sido objeto de varios procesos judiciales en Estados Unidos, en el primero de los cuales el caso se le cayó a los federales, pues no lograron la unanimidad del jurado. En el segundo proceso judicial, el tribunal yanqui le radicó cinco acusaciones, entre ellas terrorismo y secuestro. Otros dos juicios en los que se pretendió vincular a Trinidad con el narcotráfico, se cayeron igualmente.
Finalmente, Simón Trinidad fue encontrado culpable de “conspiración para secuestrar”, por el solo hecho de pertenecer a una organización guerrillera “ilegal”.
Fue condenado a cumplir sesenta años de cárcel. Pero la intención del gobierno estadounidense iba más allá de encarcelarlo. La idea perversa era intentar escarmentar a través de Simón Trinidad a decenas de miles de colombianos y colombianas que han optado por la lucha guerrillera, frente a la desigualdad y la explotación que ha sufrido por décadas y siglos gran parte de ese pueblo.
Por eso lo enviaron a una prisión de máxima seguridad, en Florence, estado de Colorado, donde sufre confinamiento solitario veintidós horas al día, tiene virtualmente prohibidas las visitas y prácticamente toda la correspondencia que le es enviada, es devuelta sin que llegue a sus manos.
Mientras se comete ese atropello contra un negociador por la paz, el pasado 12 de octubre el gobierno de Colombia y las FARC acordaron una vez más, iniciar negociaciones de paz, en reuniones celebradas en Oslo, Noruega. En noviembre pasado esas negociaciones se establecieron en La Habana, teniendo como acompañantes a los gobiernos de Chile y Venezuela. Las mismas siguen su curso e incluso se han anunciado importantes acuerdos entre las partes en materia de reforma agraria.
Una de las primeras exigencias de la delegación de las FARC en la mesa de negociaciones fue que se liberara de inmediato a Simón Trinidad y se le reconociera como miembro de la delegación negociadora. Ni el gobierno de Colombia, mucho menos el de Estados Unidos han respondido al reclamo de la comandancia de las FARC. Mientras tanto, en la mesa de negociaciones hay una silla con una foto de cuerpo entero de Simón Trinidad, como señal inequívoca del reclamo a favor de su liberación.
No deja de ser una situación absurda, en la que, en todo caso quedan muy mal parados los gobiernos de Estados Unidos y Colombia. Imposible conciliar una pretendida intención honesta de avanzar hacia la paz, mientras mantienen a negociadores por la paz en las mazmorras imperiales.
La inmediata liberación de Simón Trinidad y su incorporación a la mesa de negociaciones en La Habana, sería un extraordinario gesto de buena voluntad, que abonaría al deseo general de que estas negociaciones desemboquen en una paz con justicia y dignidad para Colombia y por extensión, para toda Nuestra América.
Escribirle a:
Juvenal Ovidio Palmera Pineda
#27896-016
USP Florence ADMAX
US Penitentiary
PO Box 8500
Florence, Co, 81226
USA
* El autor es profesor universitario y Copresidente del Movimiento Independentista Nacional Hostosiano.
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