Escrito por Julio A. Muriente Pérez / Catedrático UPR-RP
¿Cómo explicar que se esté desatando un choque frontal entre el Presidente de Estados Unidos y el exjefe de la policía política de ese país (FBI), consentido y hasta estimulado por una legislatura dominada por el propio partido político del Presidente, a sabiendas del impacto destructivo que ello ha de tener sobre el poco prestigio que le queda al actual gobierno estadounidense?
¿Por qué el Senado de Estados Unidos está dispuesto a promover unas vistas que a todas luces solo contribuirán a desacreditar todavía más a Donald Trump? ¿Por qué, en vez, no intentan protegerle?
¿Qué hay detrás de la llamada Trama Rusa? ¿Por qué el gobierno de Rusia, presidido por el exmiembro de la policía política soviética (KGB), Vladimir Putin, contribuiría con el multimillonario Trump para perjudicar la candidatura de Hillary Clinton en las elecciones de 2016?
¿Cómo ha sido posible que, como se dice, el aparato de inteligencia rusa haya podido penetrar tan extensamente en el sistema electrónico electoral estadounidense? ¿Por qué le conviene a Rusia que sea Trump y no Hillary el Presidente de Estados Unidos, si después de todo el uno y la otra son, por decirlo de algún modo, ramas de un mismo árbol?
¿Qué se traen entre manos, si algo, Trump y Putin?
Uno lee y relee documentos, análisis y noticias, escucha la deposición del exdirector del FBI, James Comey, ante el Comité de Inteligencia del Senado estadounidense, trata de atar cabos, y surgen más preguntas. Es como si se estuviera ante una maleta con fondo falso, en el que se disimulan y esconden las razones verdaderas de esta trama cargada de villanos, todos los cuales tienen en común, de manera ostentosa, que son millonarios o multimillonarios.
¿Acaso será que el llamado gobierno invisible de Estados Unidos—ese que nadie elige y pocos conocen, pero que controla el capital financiero, industrial y comercial, la industria de guerra y los centros de poder real de ese país—ya no tolera los exabruptos y la incompetencia manifiesta de Trump y le está montando un caso para expulsarlo de su cargo? Si consideramos los muchos tropiezos de esa administración en tan corto tiempo—menos de cinco meses—y lo perjudicial que pudieran ser para grupos poderosos, no extrañaría que se esté buscando un recambio por alguien más eficiente y manejable y menos ególatra y goloso para el dinero.
La Trama Rusa puede ser la gota que colme la copa. Ya no se trata del Partido Republicano o de una particular administración gubernamental, sino de los intereses del Estado, eso que ellos llaman sus intereses nacionales, que en realidad son intereses planetarios. Por eso el Senado Republicano no ha titubeado en citar a Comey para que despotricara contra el Presidente, a sabiendas de que simultáneamente estaba colocando a Trump en el banquillo de los acusados.
Ahora bien, no nos llamemos a engaño. No se trata, si fuera el caso, de quitar un presidente malo para poner uno bueno. Aquí no aplican los criterios celestiales del bien y el mal. Tampoco se trata de que brillen la justicia y la verdad. No hay porque ser tan incauto, tratándose de una gran potencia capitalista que asume el planeta como si fuera su propiedad privada, irrespectivamente de quien sea el morador de Casa Blanca.
Simplemente se busca recobrar alguna elegancia, guardar las formas, mientras se sigue imponiendo la voluntad y se continúa plantando bandera en todos los confines de la Tierra. Para esa tarea, predestinada por la divina providencia, Trump no sirve. Cinco meses han sido tiempo suficiente para comprobarlo.
(El Nuevo Día / viernes, 9 de junio de 2017)
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