Escrito por Julio A. Muriente Pérez - Copresidente Movimiento Independentista Nacional Hostosiano (MINH)
La reunión de la Dirección Nacional ampliada del Movimiento Independentista Nacional Hostosiano (MINH) había comenzado a las diez y media de la mañana del pasado domingo, primero de agosto. Más de sesenta compañeros y compañeras nos habíamos reunido para analizar la situación política y social del País, el panorama hacia las elecciones de 2012, el anunciado “plebiscito” de los anexionistas y otros asuntos relacionados. Reinaba un gran entusiasmo entre los miembros del MINH provenientes de diversos puntos de la Nación, así como en el grupo de los más jóvenes, miembros de la Juventud Hostosiana (JH) y veteranos de la pasada huelga de la UPR.
Cuando menos lo esperábamos sonó el teléfono. Desde algún lugar llegó la noticia terrible, que nos anunciaba el fallecimiento de nuestra Lolita Lebrón. Habían pasado apenas unos instantes desde su deceso. La desoladora información se iba esparciendo velozmente entre el Pueblo todo.
La reunión se detuvo inmediatamente. De pie, guardamos silencio respetuoso, improvisamos unas palabras del corazón, expresando nuestra tristeza colectiva por su fallecimiento y la alegría inmensa por la vida generosa que entregara Lolita a nuestro Pueblo. Estaba en el aire la comprensión colectiva de que nos corresponde a nosotros y nosotras ser modestos continuadores, alumnos del patriotismo, el desprendimiento, el amor y la humanidad contenida en esa extraordinaria e inmensa mujer.
En ese instante no pasó inadvertido entre los presentes cierto dejo de satisfacción y alegría, pues la tristísima noticia nos sorprendía haciendo lo que de seguro Lolita hubiera deseado que estuviéramos haciendo, es decir, reunidos en el afán de contribuir a la causa de la independencia nacional, que fue su razón de vida hasta el último instante.
Allí estábamos, sollozando algunos, impactados otros, incrédulos, sorprendidos; en el fondo tranquilos, orgullosos y orgullosas de haber sido compañeros y compañeras de lucha de la inmensa Lolita, de la insobornable Lolita, de la perseverante Lolita, de la aguerrida y amorosa Lolita.
Cada cual tenía una anécdota que contar, del día en que conocieron a la gran Patriota, de la primera vez que la vieron, de la ocasión en que la tocaron, la besaron, la abrazaron. De cómo también pudieron conocer y relacionarse con Irving y con Andresito, de la fascinación de tener tan cerca a Rafelito, de cómo con sus actos heroicos, con sus vidas heroicas, han fortalecido la autoestima de este Pueblo—no sólo del independentismo—; de cómo ha adquirido profunda pertinencia y sentido total esa monoestrellada que levantaron el primero de marzo de 1954 en tiempos harto difíciles, la misma que se ha paseado orgullosa en manos juveniles en estos días de juegos centroamericanos y caribeños, y de exacerbación patriótica y nacional.
A los más jóvenes les brillaban los ojos, ellos que apenas unos días antes habían ido al aeropuerto internacional a recibir a Carlos Alberto Torres, quien acaba de ser liberado tras largas décadas en prisión; y ahora les toca despedir a Lolita. Les ha correspondido vivir un momento privilegiado de nuestra historia, que les permite contemplar y participar a la vez, en el entrecruce de generaciones que han dado vida y propósito a la nación caribeña y latinoamericana que es Puerto Rico.
Así como a nosotros—la Dirección Nacional del MINH— en incontables lugares de Puerto Rico llegaba la noticia, azotando, golpeando duro, conmoviendo. Allí y allá, también el llanto, la tristeza, la consternación. ¿Cómo no acongojarse si se nos va un pedazo de nuestro ser, de la dimensión más sublime, más exquisita de nuestro ser; si ha muerto la madre querida de todos nosotros y nosotras; la madre tierna que todo lo dio por su Pueblo, que ha inspirado amor y solidaridad, entrega y desprendimiento como pocos en esta Patria nuestra?
También la alegría, la felicidad, la enorme satisfacción de haber sido hijos e hijas de Lolita. ¡Qué maravilloso haberte tenido, haberte conocido, haber bebido de todo cuanto te atreviste hacer, de todo cuanto has sido!
Gracias, Lolita. Gracias por tu vida. Gracias por darle sentido a nuestras vidas.
*Publicado en el semanario Claridad, 2 de agosto de 2010
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