Viernes, Noviembre 22, 2024

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Libia

gadafiViajé a Libia por primera vez en 1983, cuando me desempeñaba como Delegado del Partido Socialista Puertorriqueño (PSP) en Cuba. Fui invitado a participar en uno de aquellos encuentros multitudinarios que entonces se celebraban para exaltar la grandeza del Libro Verde, [...]

guía ideológica de Gadafi para la salvación de Libia, de África y el mundo. El evento se realizó en Bengasi, donde los invitados fuimos alojados en dos enormes buques con tripulación española, que eran utilizados rutinariamente para llevar fieles a la Meca.

Libia respaldaba entonces la causa de la independencia de Puerto Rico. Nada especial, pero significativo por tratarse entonces de uno de los países africanos más influyentes.

Regresé a ese país del norte de África en dos ocasiones más. Caminé por las calles de Trípoli, por sus mercados y por su costa mediterránea. Merodeé por la antigua Plaza Verde. Contemplé la ciudad moderna permanentemente bañada de arena. Me adentré en el desierto hasta un punto donde se desarrollaba un proyecto de extracción de agua subterránea, para irrigar la tierra seca y fértil de la estepa sahariana.

Estudié el Libro Verde y la historia libia, y el proceso que condujo a la llamada Revolución del 1ro. de septiembre de 1969. Entendí un poco la mezcla de ideas interesantes y extravagantes—por llamarlas de alguna manera— que coexistían en el libro de marras. Gadafi, en todo caso, era sólo el Líder, la inspiración, la fuente inagotable de las ideas vitales, en una sociedad donde no habría gobierno, ni ministros, ni parlamentos.

Conocí, entre otras cosas, que su economía era una de las más prósperas del continente africano, que su extensión territorial era similar a la de México y su población a la de Puerto Rico y que poseía inmensas riquezas petroleras.

Con Gadafi coincidí en un par de ocasiones. La primera de ellas llegó envuelto en hermosas telas azul turquesa, acompañado de dos mujeres jóvenes, imponentes en uniforme militar del desierto, pistola automática al cinto; una blanca blanquísima, la otra negra negrísima. La segunda ocasión, el Líder estaba acompañado por diez presidentes de Estados africanos, entonces convenientes aliados suyos.

Bueno, hubo una tercera ocasión. Fue en Sharm El Sheik, ciudad egipcia localizada en la Península de Sinai, hace un par de años. Hasta aquel desierto glorificado llegamos para participar en la Conferencia Cumbre del Movimiento de Países No Alineados. Gadafi fue uno de los primeros oradores de la sesión inaugural, en representación de los países africanos. Su discurso me pareció, aunque a algunos parezca extraño, muy coherente y con profundidad ideológica.

¡Quién iba a imaginar lo que le depararía la vida, tanto a Gadafi, como al ahora expresidente egipcio Mubarak—que asumió allí la presidencia de los No Alineados que dejaba Cuba— y al entonces presidente de Túnez!

Durante años me he encontrado con diplomáticos libios en diversos eventos internacionales en lo que he participado. Siempre conversábamos sobre Libia, Puerto Rico y otros asuntos. Con el pasar del tiempo, se hacía evidente que habían bajado el diapasón. Los años de extremismo comecandela habían quedado atrás. Ahora, Libia y Gadafi se habían transformado en socios y amigos de las grandes potencias capitalistas. De ahí las fotos elocuentes del Líder-transformado-en-socio con Tony Blair, Berlusconi y hasta con Barack Obama, entre otros.

Por eso extrañó que precisamente ahora esos mismos países, agrupados en la OTAN, decidieran volcar toda su violencia y desbaratar al régimen que le estaba sirviendo bien. De paso, aplastaron la soberanía nacional de Libia a bombazo limpio, maniataron la muy desacreditada ONU, manipularon medios de comunicación de masas y dispusieron a su antojo, como antes en Irak y Afganistán, ante la mirada entre atónita y resignada de la humanidad. El mensaje es claro: hacemos con el planeta lo que nos dé la gana, contra quien nos dé la gana, cuando nos dé la gana.

Y ahora, la tarea de las aves de rapiña consistirá en repartirse el petróleo –de esa antigua colonia italiana, de ese continente africano tantas veces repartido por ellos mismos– e imponer su democracia, porque la Revolución del 1ro. de septiembre ha sido borrada y Gadafi ha sido asesinado, todo en nombre de la libertad.


* El autor es profesor universitario y copresidente del Movimiento Independentiosta Nacional Hostosiano.

Fundación Juan Mari Brás

 

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