«Si esa firme determinación de los venezolanos -por la paz y contra el colonialismo- está pesando en este momento para continuar las provocaciones y agresiones de Estados Unidos contra ese hermano país será conveniente que tomen nota que los independentistas puertorriqueños habremos de actuar en relación con Venezuela de la misma manera que hemos actuado con nuestros hermanos de la Cuba revolucionaria a través del largo período del bloqueo.»
Si se me ocurre admitir que muchos venezolanos no aceptan la implantación en el país de un socialismo amplio y profundamente democrático como propone el proyecto sobre un Socialismo del Siglo 21, que concibió Chávez y le da continuidad Maduro con la reiterada ratificación en las urnas, se me trata de convencer que es incompatible el apoyo popular con las manifestaciones que se están produciendo a diario en algunas calles de Caracas. Tengo muchos años como observador de esa lucha que plantea esa ideología conservadora y a veces inconscientemente reaccionaria y violenta que fue gestándose en el pueblo venezolano y en muchos otros pueblos de nuestra América desde hace más de doscientos años. Tampoco apoyaron a Bolívar y muchos se asentaron en Puerto Rico.
El disfrute de la independencia no cura ni inmuniza contra las enfermedades de la oligarquía, la burguesía y el capitalismo. A veces provee el caldo de cultivo para su fortalecimiento. A muchos puertorriqueños les cuesta reconocer las injusticias profundas que genera el capitalismo porque en la llamada democracia que le sirve de manto protector les permiten libertades individuales que se les ha enseñado a atesorar. En nuestro país aspirar al disfrute de un socialismo democrático tiene que empezar por abolir toda relación colonial. Así lo piensa y lo expresa también la revolución bolivariana.
Para construir sociedades de verdadero progreso humano tiene que existir un verdadero respeto por los derechos humanos. Hay que empezar por garantizar el derecho a la educación y, como mínimo, que todos sepamos leer y escribir. Aquí en Puerto Rico jamás lo hemos logrado pero en la Venezuela revolucionaria ya se logró plenamente. Nada libera tanto a un ser humano como poderse comunicar con el conocimiento. Pero si a ese ser humano no se le protege además su salud y no se le proveen medios y mecanismos para prevenir y combatir la enfermedad se le estará negando un derecho humano esencial. Todos sabemos el desastre que representa el sistema de salud pública de nuestro país pero no hemos oído ni visto manifestaciones en Caracas protestando el estado de la salud pública. Es impresionante la construcción de viviendas de interés social en Venezuela, pero en Puerto Rico, como ese renglón no es muy rentable, a los constructores no les interesa.
Las cifras sobre la pobreza en Puerto Rico son vergonzosas. Se considera que más de un 45% de nuestra población puede considerarse pobre y un 25% aproximadamente vive en pobreza extrema. En Venezuela solamente el 6% de la población vive en pobreza extrema. La propaganda hostil a Venezuela deja correr la voz sobre una intervención con los medios de comunicación y difusión públicos y cómo el gobierno venezolano se ha ido incautando de los mismos. La realidad es que en Venezuela la inmensa mayoría de los medios de comunicación y difusión están en manos privadas. Cuando se habla de seguridad pública se mencionan los asesinatos que ocurren diariamente y que asombran a cualquiera pero nos olvidamos convenientemente que aquí en 2011 fueron asesinados 1136 personas, una tasa 500% mayor que en Estados Unidos; el narcotráfico mueve más de 5,000,000 millones de dólares, aproximadamente el 10% del producto doméstico bruto; hace 8 años que sufrimos una recesión económica que por su duración hace muy difícil la recuperación económica; desde hace 4 años un promedio de 35,000 personas abandonan el país anualmente; todavía la participación laboral ronda cerca del 40% y tenemos un Banco Gubernamental de Fomento quebrado al que le están dando una inyección de dos mil setecientos millones de dólares sacándolos de la banca comercial. Desvistiendo un santo para vestir otro.
Cuando me hablan de que en Venezuela no hay alimentos en los comercios, el llamado desabastecimiento, pienso en la Ley de Precio Justo que fue necesario implantar allí para controlar los precios exorbitantes cobrados sobre muchos productos, pero además, por necesidad, debo recordar al demócrata chileno Salvador Allende y su confrontación con el fascismo de su país actuando éste en complicidad con el gobierno de Estados Unidos. Cuando ese país, sus agencias de inteligencia y algunos sectores de la milicia reaccionaria chilena quisieron derrocar al gobierno luego de su victoria electoral en la década del setenta del siglo pasado, una de las primeras manifestaciones fue el desabastecimiento de productos de primera necesidad, luego aparecieron las manifestaciones como consecuencia del desabastecimiento y los famosos cacerolazos. Sobre ese tipo de actividad se fue construyendo la conspiración para derrocar un régimen democrático legítimo a nombre de una supuesta seguridad hemisférica. Cuando el dictador Pinochet se incautó del poder y estableció la dictadura desapareció el desabastecimiento.
Ahora, una parte de la oposición venezolana entiende que la repetición de las tácticas utilizadas en el proceso subversivo chileno del 1973 puede lograr resultados similares. Encuestas demuestran que la mayoría de los venezolanos rechazan las tácticas violentas dirigidas a derrocar el actual gobierno. Estados Unidos y la oligarquía venezolana, por el contario, piensan que mantener una protesta permanente confrontando a las autoridades públicas tendrá el resultado de convencer al pueblo que el gobierno es incapaz de mantener el orden y la seguridad pública. Es increíble que los subversivos piensen que luego de derrocar un gobierno democráticamente electo se producirá la normalidad política, salvo que estén preparados para un largo período de dictadura.
Estados Unidos junto a la oligarquía venezolana en Miami tienen un enorme poder económico para apoyar una desestabilización prolongada. Pueden, incluso, retrasar legítimas conquistas sociales que constituyen la agenda del sistema político actual pero no podrán detener o quebrantar las esperanzas del pueblo en el logro de unas transformaciones que ya están en curso y que constituyen compromisos asumidos por las clases tradicionalmente marginadas de Venezuela. De ahí que Venezuela nos una con vínculos de solidaridad y reciprocidad entrañables. Ellos han manifestado y reiterado un compromiso fuerte y abierto, no solo con nuestra descolonización y sobre todo con nuestra lucha por la independencia, sino contra todos los colonialismos existentes en este momento en este lado del mundo.
Hay una firme voluntad de paz en Latinoamérica pero no pueden coexistir la paz y el colonialismo. Eventualmente el colonizador aprenderá las lecciones de la historia. Si esa firme determinación de los venezolanos -por la paz y contra el colonialismo- está pesando en este momento para continuar las provocaciones y agresiones de Estados Unidos contra ese hermano país será conveniente que tomen nota que los independentistas puertorriqueños habremos de actuar en relación con Venezuela de la misma manera que hemos actuado con nuestros hermanos de la Cuba revolucionaria a través del largo período del bloqueo. Para nosotros ésta es una cuestión de principios. Si Estados Unidos desea continuar una política injusta de exclusión contra Cuba y Venezuela muy pronto caerá en la cuenta de que los excluidos serán, como lo están siendo, ellos. A todos nos convendría un cambio de rumbo en Estados Unidos hacia Latinoamérica pero eso ocurrirá cuando ellos acepten que ya no son los gendarmes del universo y que esta región ya se vale por sí misma y no necesita de gendarmes.
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