Escrito por Noel Colón Martínez / MINH
El 29 de mayo de 1981 una corte federal encontró culpable del delito de sedición a nuestro patriota Oscar López Rivera. Han transcurrido 34 años desde entonces. La campaña a favor del indulto o la conmutación de la pena impuesta compara con las intensas desarrolladas para obtener la liberación de Mandela o de Los Cinco de nuestra hermana República de Cuba.
No es posible enumerar aquí todos los que se han unido de manera activa y militante a favor de su liberación La campaña ha tenido el efecto de sensibilizar al mundo sobre el reconocimiento de los derechos humanos, sobre nuestra condición colonial y sobre la responsabilidad que descansa en los hombros de un hombre que la humanidad lo vio, por su procedencia, como una figura de superior sensibilidad humana.
El presidente de Estados Unidos Barack Obama está investido de la autoridad absoluta, incuestionable para otorgar la libertad total o condicionada a cualquier convicto que esté cumpliendo en el sistema penitenciario federal. Antes de Obama, presidentes como Carter, Nixon y Clinton, por mencionar a algunos, tomaban muy en serio su facultad constitucional al ejercer su poder de indultar u ofrecer alguna libertad condicionada a personas convictas por acciones relacionadas con la lucha por la independencia de Puerto Rico. Dos factores que han ejercido alguna influencia en la toma de esa decisión tienen que ver con el nivel de aprobación pública para el ejercicio de su discreción y así también el período de tiempo que haya durado la reclusión de quien pueda recibir el beneficio de su acción. Harry Truman ejerció su autoridad en el caso del patriota Oscar Collazo aún cuando su vida estuvo en grave peligro y además, Oscar había sido sentenciado a muerte por el tribunal que lo juzgó. Oscar, como todos los que han recibido igual o parecido beneficio, demostró con sus actos posteriores que estas acciones obedecen a urgencias de naturaleza patriótica que van más allá de la comprensión de los imperialistas. Los imperialistas tienden a pensar que su mundo de opresión es una consecuencia lógica del ejercicio natural de su poder. A eso llamamos hegemonía.
He intervenido en campañas para lograr la excarcelación de nuestros prisioneros políticos en varias etapas y para beneficiar a distintos grupos encarcelados. Nunca había presenciado, ahora un poco desde la distancia, una campaña más articulada, extensa, profunda, diversa y poderosa en la incorporación de personalidades influyentes, como la que se ha logrado integrar para lograr la excarcelación de Oscar López Rivera. Cuando digo a la distancia tal vez no me hago justicia a mí mismo pues mi intervención ha sido discreta pero persistente. Cuando se iniciaba la campaña fui a verlo y tuvimos ocasión de hablar extensamente. Decidí entonces que mi contribución a su excarcelación sería apoyando pública y privadamente a los que con mayor dedicación y perseverancia y éxito han trabajado para persuadir a Obama de ejercer su facultad. Creo que en primera fila han estado Luis Nieves Falcón, vivo en nuestro recuerdo, Jan Susler, esa inagotable abogada dedicada a causas superiores desde el Bufete del Pueblo en Chicago, el congresista puertorriqueño Luis Gutiérrez, amigo leal y comprometido con la causa de Oscar y, en Puerto Rico, como digno sucesor de Luis Nieves Falcón, nuestro admirado Eduardo Villanueva Muñoz, que en su entrega a la causa de Oscar ha sido el coordinador de una tarea de enorme éxito. Sé que la campaña tiene muchos recursos que debieran ser reconocidos públicamente. Sé que los mencionados tampoco esperan reconocimientos ni menciones especiales.
Cuando Oscar fue encarcelado el mundo estaba tan convulso como ahora y Estados Unidos sufría la misma paranoia que exhibe ahora. Recordemos brevemente: en Puerto Rico había “ganado” las elecciones de 1980 Carlos Romero Barceló con un férreo discurso de antiterrorismo y de anticomunismo: la huelga universitaria del año 81 fue combatida por Romero con la guardia de choque; lanzó la guardia de choque contra una manifestación realizada en los portones de la Universidad alegando que una de las llantas del vehículo que servía de tribuna a Roberto Alejandro estaba sobre la acera y por tanto violando la ley de automóviles y tránsito. Desde luego que la controversia universitaria se tornó muy dolorosa para el país.
En el plano nacional en Estados Unidos el presidente Ronald Reagan fue herido de bala al salir de un hotel en Washington; Reagan sobrevivió al ataque. Ese presidente utilizó su poder total para proteger las dictaduras latinoamericanas y tratar de detener la democratización de todo el hemisferio. El mismo año del atentado contra su vida en Argentina, el sanguinario dictador Jorge Rafael Videla entregaba el mando a Roberto Viola en un momento en que la Comisión de Derechos Humanos de la ONU les imputaba 23,000 asesinatos, 10,000 detenciones y la desaparición de entre 20 y 30 mil personas. Reagan prácticamente rompió con la ONU. En España se organizó un Comando Único para atender las acciones del País Vasco representado por ETA y Estados Unidos dio todo su apoyo a la represión oficial. En Roma Ali Agca atentó contra el Papa Juan Pablo Segundo y éste, que sobrevivió, lo perdonó muy poco tiempo después.
Hablamos lo de siempre: un Estados Unidos prefiriendo la dictadura mientras predica la democracia y a la vez vulnerando todos los principios de su supuesta democracia ordenando la muerte de gente que en legítima lucha defendían principios superiores. Pero oponerse a los designios de ese país convertía inmediatamente a la persona en un terrorista o un comunista, en cuyo caso no había nada que dialogar.
A Oscar le imputaron ese terrorismo y lo sentenciaron sin evidencia ya que él no reconoció la jurisdicción del tribunal acogiéndose a las protecciones de un derecho internacional que Estados Unidos nunca ha respetado. Como no ha respetado la vida de los puertorriqueños que confrontan al régimen colonial: no lo respetaron en la Masacre de Ponce, ni en la de Río Piedras, ni en el cuartel del viejo San Juan donde fueron asesinados Elías Beauchamp e Hiram Rosado, ni respetaron las vidas de Carlos Muñiz Varela o de Santiago Mari Pesquera, de Carlos Soto Arriví y Arnaldo Darío Rosado o más recientemente la de Filiberto Ojeda Ríos.
Oscar ha afirmado que Estados Unidos vive bajo el signo del miedo y la opresión. Si Estados Unidos no puede o no quiere reconocer el ilegítimo poder que ejerce sobre Puerto Rico utilizará ese poder libremente para continuar la intervención. Ese poder lo sigue ejerciendo impunemente en el caso de Oscar pues no se puede desconocer que el derecho internacional reconoce y protege a los que confrontan el colonialismo.
Es posible que la decisión que acaba de tomar el Caucus Hispano del Congreso demandando atención para el caso de Oscar sea la gota que colme la copa de esta insensata indiferencia a los reclamos de Puerto Rico y del mundo civilizado, que paradójicamente incluye casi una docena de líderes influyentes que han sido premiados con el Nobel de la Paz.
Hace 4 años Jan Susler dejó con nosotros varias preguntas: ¿Cómo inspiramos una conversación dirigida a la reconciliación? ¿Cómo desterrorizamos y eliminamos el factor miedo?
Creo que hay que empezar por tener a Oscar en el Barrio Aibonito de San Sebastián, de nuevo y libre, como a los nueve años en que lo abandonó junto a su familia. Es un barrio hermoso, allí también nació mi padre.
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