Escrito por Noel Colón Martínez / MINH
Mas allá de mi compromiso inclaudicable con nuestra lucha por la independencia nacional, no veo en el panorama actual nada más amenazante que la grave contaminación que el primer mundo le ha creado a éste, el planeta que nos alberga.
Quien no se haya tomado el interés de conocer la profundidad del daño ocasionado hasta el presente por lo menos se habrá enterado de que algunas especies como el elefante, los tigres, rinocerontes y otros, están siendo especialmente protegidos ante amenazas de la extinción de su especie. En Puerto Rico, que a veces nos parece que todo es distante y ajeno, una prolongada sequía amenaza seriamente nuestro atesorado coquí. Como pequeña isla nuestra contribución al deterioro global pudiera resultar insignificante frente a los monumentales deterioros a los que han contribuido países como Estados Unidos o China. La avidez por la riqueza, la acumulación de poder y el desprecio por la salud del resto del mundo llevó a estas sociedades a un capitalismo extremo, salvaje, depredador, que ahora amenaza la estabilidad de todos, en todos los lugares del planeta.
Finalmente Estados Unidos, China y la Unión Europea han caído en la cuenta de que de nada les sirve su supuesto desarrollo económico o su gran potencial militar si la naturaleza comienza de manera pausada, pero sin dar tregua, a desorganizarles la vida, y sobre todo sus expectativas de futuro. Ahora, el Presidente de Estados Unidos está lanzando mensajes de extrema urgencia sobre la necesidad de detener el uso de contaminantes y uno lo escucha, casi con total incredulidad, que debemos terminar definitivamente con las fuentes de energía fósiles y acudir con prisa inaudita a fuentes renovables de energía.
Esto quiere decir, ha dicho Obama, que el petróleo, el carbón, el gas natural y fuentes similares deberán ser excluidas radicalmente para dar paso a fuentes renovables como las energías eólica, solar y otras de igual naturaleza, que tengan la cualidad de no contaminar con el dióxido de carbono que ha corrompido la vida en la Tierra. Los cambios son extremadamente costosos para quien no tenemos abastos de energía nuclear o de fuentes renovables sino que hemos apostado siempre a energías no renovables, principalmente el petróleo y sus derivados. Todo el cambio que se precipita en el primer mundo, del cual somos un apéndice, nos toma en un momento de profunda crisis política y económica.
Obama ha lanzado un reto urgente porque los azotes del cambio climático le producirán a Estados Unidos un daño incomparable con relación al resto del mundo excepto China. Los chinos, igualmente, han entendido que junto a Estados Unidos le han prendido fuego a la casa que ambos habitan y que tienen que apresurarse a combatirlo cuando ambos todavía piensan que están a tiempo de revertir el daño. Estados Unidos ha lanzado un Plan de Energía Limpia. Puerto Rico, ni los territorios no continentales están incluidos en ese plan de Estados Unidos.
Y aquí volvemos a las relaciones coloniales: posiblemente a Puerto Rico le concierne más que a Estados Unidos la reparación del gran daño que se le ha hecho a la naturaleza. Se pronostica que para fin del actual siglo el deshielo y otros factores produzcan una barrida de las zonas costeras que inutilizarán aproximadamente el 17% de las mismas en el mundo entero.
Para Puerto Rico el dato es mucho más alarmante que para Estados Unidos en términos de integridad territorial aunque para ellos resulta mucho más preocupante desde el punto de vista económico. De todas maneras, si Estados Unidos piensa destinar más de 8.000 millones de dólares anuales para hacer cambios de fuentes de energía no renovables a renovables, ¿por qué se excluyen de esas asignaciones a los territorios? En el caso nuestro, como se discutió el domingo pasado en El Nuevo Día, la profundidad de nuestra crisis económica imposibilita realizar las inversiones requeridas para anticipar, con urgencia, un plan propio de energía limpia.
Puerto Rico está atravesando por una sequía que no produce análisis convincentes sobre su origen para la mayor parte de la población aunque la precipitación pluvial daba señales de cambios negativos desde hace varios años. Dimos por sentado que El Yunque tendría siempre un caudal inapreciable de agua, que los ríos La Plata y Grande de Loíza serían siempre caudalosos y que la limpieza de los embalses no constituía un asunto urgente o que a lo sumo con limpiezas “de orilla” sería más que suficiente. No ha sido así, y a juzgar por los mejores pronósticos, no lo serán en el futuro. Peor aún, si se tratara del agua potable solamente ya sería lo suficientemente grave, pero tan grave como lo anterior es que no hay agricultura, industria o manufactura que funcione sin agua que fluya intermitente pero permanentemente.
La nueva política energética de Estados Unidos está en vías de formalizarse. El Congreso de ese país tendrá la última palabra aunque sabemos que el Partido Republicano, hasta ahora, se ha mostrado renuente a aceptar una relación entre causa y efecto en los desastrosos cambios que se han manifestado en ese país con sus costosísimas sequías e implacables nevadas. A todos en Puerto Rico nos tiene que interesar que el mundo mejore, que el aire y el agua sean más limpios. Eso incluye a Estados Unidos, donde trabajan y viven cinco millones de compatriotas. Desde el punto de vista social y humano nos debe preocupar. Pero una cosa es la sociedad y otra es el gobierno dependiente de los grandes intereses económicos que controlan esa estructura militar, industrial y financiera que se llama gobierno de Estados Unidos. A estos últimos no les interesa mucho la vida y la felicidad de los otros y mucho menos la de nuestros cinco millones de allá o de los casi cuatro millones de acá.
Son muchos los retos con los que nos enfrentamos los puertorriqueños en este principio del siglo 21. Cada vez se hace más palpable y evidente que nos corresponderá a nosotros no sólo enfrentar los retos sino resolverlos. Y así como Obama piensa primero en la seguridad de los americanos continentales, ignorando en esta primera etapa hasta los alaskeños y hawaianos, será deber nuestro poner nuestros talentos y esfuerzos en enfrentar nuestros problemas con determinación. Somos una nación, caribeña y latinoamericana y será en esa dimensión que tendremos forzosamente que enfrentar los retos. Reclamar derechos naturales que nos corresponden, sobre todo el derecho a determinar por nosotros mismos los rumbos de nuestra historia, es una decisión que se ha tornado tan inaplazable como atender los graves e inminentes problemas que nos plantean los problemas energéticos y climáticos.
Puerto Rico tiene que emprender acciones que vayan dirigidas a resolver sus problemas fundamentales. Ante un empecinado colonialismo las medidas tienen y deben ser revolucionarias, no pueden seguir siendo meramente cosméticas o de conveniencias electorales. A los que busquen, en las actuales circunstancias, atrechos electorales para no enfrentarse a las urgencias del presente hay que cortales el paso, inhabilitarlos para un continuismo estéril. Por eso defiendo la convocatoria a una Asamblea Constitucional de Estatus que le reintegra dignidad a la controversia política puertorriqueña, que nos unifica y hace valer nuestra personalidad, nuestra soberanía y nos protege de cualquier esquema futuro de naturaleza territorial y colonial. Tenemos que ponerle punto final a la relación colonial para abordar, con nuestros medios, el futuro.
(Tomado de Claridad)
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