Escrito por Wilma E. Reverón Collazo / Copresidenta del MINH
Ver izar la bandera de Cuba en la recién abierta embajada produce una serie de emociones.
La primera emoción es el Orgullo: nos sentimos orgullosos de que esta nación isla hermana, no rindió sus más caros principios para lograr que EUA rompiera el aislamiento impuesto por el propio gobierno estadounidense.
Porque no se equivoque nadie, quien se abre es EUA, no Cuba. Quien rompe su aislamiento de la comunidad internacional es EUA, no Cuba. Solo hay que ver la pizarra de votación en la Asamblea General de la ONU donde año tras año la comunidad internacional apoya la demanda de Cuba de fin al embargo. Solo sus súbditos israelitas y algunas de sus colonias del Pacifico que fungen de naciones en libre asociación, aportan uno que otro voto solitario a favor de mantener la infamia del embargo económico.
El segundo sentimiento es de Triunfo: Cuba y su heroico pueblo ha resistido y derrotado moralmente al imperio militar industrial más poderoso de la humanidad. Es un sentimiento hermano al que sentí cuando logramos sacar a la Marina de EUA de Vieques. Es el triunfo de David contra Goliat. Es el triunfo de los mansos y justos contra la villanía.
El tercer sentimiento es de Alegría: Alegría ante la conquista de un pueblo que merece celebrar su bravura y su integridad.
El cuarto sentimiento es de Esperanza: Esperanza de que este sea un camino hacia la paz que tanto necesitan nuestros pueblos para poder dedicarse industriosamente a forjar su desarrollo económico y por tanto el futuro de sus niños.
Hoy me siento cubana porque soy puertorriqueña, hoy me siento latinoamericana, caribeña, hija de la Patria Grande que camina con la cabeza en alto por los senderos que tantos hombres y mujeres han abierto para nuestros pueblos. Fidel, Celia, Haydée, Raúl, Vilma, sus ejemplos nos hacen poderosos y nos ponen alas. ¡Hasta la victoria siempre!
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