Desde mayo pasado varios portavoces sindicales y de otros sectores sociales han propuesto considerar la huelga general como una de las herramientas de lucha para frenar la ofensiva neoliberal del gobernador Luis G. Fortuño. Algunos incluso la fijaron para el mes de febrero del próximo año.
Ciertamente, el movimiento social que ha surgido con fuerza en los últimos ocho meses es inédito. En tan poco tiempo ha logrado celebrar actividades masivas y multitudinarias como las del primero de mayo, la Asamblea de Pueblo del 5 de junio y el Paro General del 15 de octubre, amén de decenas de actividades de desobediencia civil, piquetes, marchas, vigilias, campamentos, ayunos, entre muchas otras. Más significativo resulta lo ocurrido, si lo contextualizamos en el ambiente de zozobra y desmoralización que mostraron algunos luego de los resultados electorales que le dieron una amplia mayoría al PNP. Sin embargo, antes de que cumpliera siquiera medio año de incumbencia, Fortuño quedó frente a un cambio radical en su aparente apoyo electoral. Sencillamente se desinfló y hoy es un gobernador aislado, deteriorado y débil, sostenido por unas cuantas empresas y familias millonarias como la Fonalleda que se ha visto obligada a exponer a su principal ejecutivo, Marcos Rodríguez Ema, en la palestra pública
Si ese es el balance político que caracteriza a la presente administración de gobierno, la causa principal es, indudablemente, la movilización, la lucha constante sin cuartel y escalonada.
La ofensiva tiene que continuar, con pie de plomo, pero sin dilaciones. El lunes 2 de noviembre, la coalición Todo Puerto Rico por Puerto Rico (TPRxPR) celebró una conferencia de prensa en la que le advirtió al gobierno de Luis G. Fortuño que si se producían los 20,000 despidos, según anunciados para el 6 de noviembre, se llamaría al pueblo a la organización y realización de una huelga general. Con tal llamado TPRxPR se unía a los sectores que ya se habían expresado, meses atrás, en términos similares.
Resulta interesante el debate que ha suscitado la posible realización de la huelga. Parecería como si el tema fuera de reciente presentación. De todas formas, refleja el interés genuino de lograr el éxito y la contundencia de tan importante acción que, de paso, nadie debe pensar que es un fin en sí misma y mucho menos el final de este proceso que apenas comienza. Las huelgas, como tantas otras actividades, son un medio para lograr metas y objetivos, en este caso de todo un movimiento social que ya trascendió al sector sindical.
Las condiciones objetivas existen. La indignación y el rechazo a las políticas de Fortuño se han convertido en sentimiento generalizado. El descontento es creciente y cada día que pasa se suman nuevos desaciertos, atropellos mayores e indolencia atroz. ¿Qué nos queda por hacer? Algunos quisieran que los niveles de la lucha alcanzados se desinflaran. Otros articulan, a su personal y mezquina conveniencia, que esto se resuelve en las elecciones del 2012. Quienes así piensan le temen a las consecuencias de la protesta y al movimiento social que se ha organizado en tan poco tiempo.
Si las condiciones objetivas existen, lo que resta es fortalecer y desarrollar las subjetivas. Por eso, lo importante y urgente es organizar la huelga, más que debatir el nombre. Don Quijote y Sancho Panza se enfrentaron a un dilema parecido cuando discutían si se trataba de una bacía o un yelmo lo que se le había caído al barbero. La disputa se resolvió optando el segundo por llamarlo “baciyelmo”.
Las huelgas, los paros y demás acciones de protestas las definen sus protagonistas y al final, el nombre que queda para la historia lo decide el pueblo. Su duración, metas y objetivos lo determina el análisis que se haga sobre los factores coyunturales y estratégicos que se identifiquen. Hasta ahora, no existe un manual universal, reglamento, ni ningún tipo de normativa que imponga los linderos de un proceso huelgario. Sumergirse en ese debate es repetir la discusión bizantina de “cuántos ángeles caben en la cabeza de un alfiler”, y sobre todo, es “perder el tiempo de la acción en la palabra” como bien nos advirtiera Hostos.
El momento de la convocatoria precisa de la huelga, lo dictará la conjunción de diversos asuntos y circunstancias. Algunos no están en las manos de las organizaciones y sectores activos determinarlos, como naturalmente ocurre en todo proceso de lucha social. Lo que sí está en nuestras manos es trabajar con intensidad y urgencia en la organización de la huelga para poder declararla en el momento adecuado. En ese sentido, plantearse un periodo específico para estar listos, es crucial como elemento que sirva de pivote y referencia en el proceso de organizar el trabajo y las tareas, porque depender de la inercia, solo dilata la acción, la posterga y le cercena la iniciativa al movimiento social que se ha creado.
Las transformaciones sociales se producen por la acción decidida, organizada y arriesgada de sus actores. Nunca, pero nunca, se presentan las condiciones perfectas para la victoria. Son muchas las adversidades que estarán presentes y el desafío es enorme y nos toca a todos enfrentarlo.
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