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El debate sobre el tema migratorio, sus efectos a escala global y las alternativas al problema: una reflexión necesaria

 

17 de junio de 2022

En días recientes, teniendo como telón de fondo la IX Cumbre de las Américas, se da a conocer la marcha de cerca de 15 mil personas (incluidos hombres mujeres y niños) que van atravesando, la mayor parte a pie, la región centroamericana desde Colombia y Venezuela. Su propósito es llegar a la frontera mexicana con los Estados Unidos para desde allí, aventurarse al cruce del territorio y entrar a suelo estadounidense. La mayoría en su intento, pasaría a ser inmigrantes ilegales dentro de los Estados Unidos.

 

 

 

No es la primera vez que oleadas de personas provenientes desde países localizados al sur de México, proyectan allegarse a la frontera estadounidense para desde allí procurar entrar a los Estados Unidos. Se han dado procesos donde caminando miles de kilómetros, como también utilizando trenes que discurren a través de suelo mexicano, o mediante transportación vehicular de acercan en caravana a la frontera con Estados Unidos. En el camino, miles de personas fallecen, enferman o sencillamente, desaparecen, muchos y muchas víctimas de organizaciones depredadoras vinculadas con el narcotráfico, la prostitución y la violencia generalizada que vive este país.

Migrante es aquella persona que ha cambiado su residencia habitual desde un lugar de origen a un lugar de destino. Como tal, hay procesos de migración interna, la cual se da dentro de un territorio nacional específico; y migración internacional, que es cuando el traslado de las personas ocurre más allá de la fronteras internas de un territorio nacional.

La migración puede ser directa, que es aquella que ocurre cuando no hay lugares intermedios entre el lugar de nacimiento y el de residencia actual; o indirecta, que es cuando antes de llegar a un destino en particular, se ha migrado a otros lugares entre el lugar de nacimiento y el lugar de residencia actual; o la migración de retorno, que es aquella que ocurre cuando se ha migrado y se regresa de manera que coinciden la residencia actual o la del lugar de nacimiento.

Las causas que producen la migración son diversas. Entre aquellas más comunes se encuentran: (a) las que son producto de conflictos políticos; (b) las causadas como resultado de conflictos de naturaleza militar; (c) aquellas que tienen su origen en situaciones medioambientales, como son las que provoca en estos momentos a escala planetaria el cambio climático, causante de sequías, desastres naturales como terremotos, huracanes, etc.; (d) aquellas que son producto de situaciones económicas, como son la falta de puestos de trabajo, bajos salarios y condiciones de empleo, la pobreza y la pobreza extrema en el país de origen del migrante; y finalmente, (e) aquellas predicadas en preferencias personales, como son el clima, la salud, situaciones familiares y la búsqueda de oportunidades educativas.

Entre los tipos de migración suelen identificarse aquellas que suponen el movimiento de personas adultas; el movimiento de mujeres, el movimiento de varones, o incluso, el movimiento de niños/as.

Existen también diferencias cuando el proceso migratorio la persona que se traslada  de un lugar a otro, adquiere la categoría de “refugiado”. Esta es la persona que se encuentra fuera de su país de origen, o bien del país donde reside, debido al temor de ser perseguido por razones relacionadas con su etnia, religión, género, nacionalidad, grupo social u opiniones políticas, y que no puede o no quiere reclamar la protección de su país de origen. Se dice también es de aplicación a aquellas personas que se encuentra fuera de su país de origen por temor a la persecución, al conflicto, a la violencia generalizada u otras circunstancia que hayan perturbado gravemente el orden público y, en consecuencia, requieren de protección internacional.

A diferencia  del “refugiado” el “desplazado” es aquella persona que se ha visto obligada a abandonar su hogar o su residencia habitual en el marco de un fenómeno conocido como migración forzosa, pero que se mantiene dentro  de las fronteras de su territorio habitual y que debe o tiene salir del mismo como resultado de la violencia generalizada o la violación de derechos humanos.

Dos ejemplos de las diferencias entre “refugiados” y “desplazados” las encontramos en la experiencia histórica de la población palestina y más recientemente en los dramas de los pueblos sirios y ucranianos.

En el primer caso, podemos ubicar cerca de 750 mil palestinos que fueron forzados a abandonar sus tierras, aldeas y ciudades por parte de Israel a raíz de la proclamación de su independencia a finales de la década de 1940 y que como resultado de su expulsión de su territorio ancestral debieron desplazarse en calidad de refugiados a países limítrofes como Siria, Líbano, Jordania y Egipto, por mencionar algunos. Desde entonces allí permanecen éstos y su descendencia, incluso con el impedimento de regresar a sus lugares de origen. En el caso de los desplazados, son aquellos palestinos que como resultado de la política israelí de establecer asentamientos en territorio palestino, se han visto obligados a trasladar sus viviendas a otras localidades dentro de lo que era territorio palestino actualmente ocupado por Israel o confinados a vivir en las regiones de Cisjordania o de la Franja de Gaza.

En los casos de Siria y Ucrania, la movilidad poblacional la vemos  como consecuencia de la guerra, provocada como conflicto civil interno; o como una guerra civil; o como intervención militar de otro país sobre el propio. Aquí el conflicto militar produce el desplazamiento de sectores de la población hacia terceros países no participantes directamente en el conflicto bélico en calidad de refugiados; o de aquellos otros que la guerra les ha obligado a trasladarse desde unos puntos a otros dentro del territorio nacional en calidad de desplazados. En ambos casos, la posibilidad del retorno, lo condicionará el desarrollo y terminación del conflicto bélico.

También existe, en el caso de los procesos migratorios, el derecho al “asilo”, que no es otra cosa que la protección ofrecida por un Estado a personas cuyos derechos fundamentales están amenazados por actos de persecución o violencia. En esta categoría se distingue entre el concepto “asilo afirmativo”, el cual significa que la persona peticionaria de asilo no enfrenta un proceso de expulsión; y “asilo defensivo” que es aquel que existe cuando la persona enfrenta algún proceso de expulsión, como podría ser  el caso  de que el país de origen de la persona o un tercer país solicite su la extradición.

La diferencia fundamental entre el “asilo” y “refugio” es que el primero se otorga generalmente a un individuo y el Estado que concede el asilo no tiene que dar explicaciones ni razones para concederlo o denegarlo; mientras que el segundo, tiene un carácter humanitario y se otorga principalmente a un grupo. En ambos casos el Estado receptor, deberá garantizarle a las personas acogidas el pleno ejercicio de sus derechos y el principio de no devolución; como también, el acceso a asistencia humanitaria y jurídica de emergencia.

Si bien puede indicarse que fueron los países que se enfrentaron militarmente en el marco de los dos grandes conflictos bélicos del siglo XX, la Primera y Segunda Guerra Mundial, los que mayor flujo de refugiados y desplazados generaron; en los últimos 25 años ha sido los Estados Unidos el país receptor con mayor del flujo migratorio estimándose para el año 2015 en 46.6 millones de personas. La mayor parte del flujo migratorio actual (legal e ilegal) lo conforman mayormente personas hispanoparlantes provenientes de América Latina y el Caribe. Otros países con un alto número de personas migrantes lo son Alemania con 12 millones y el Reino Unido de la Gran Bretaña con 8.5 millones. El actual conflicto militar en Ucrania ha provocado el movimiento de alrededor de 7 millones de ucranianos hacia terceros países mayormente europeos; mientras cerca de 1 millón se ha desplazado desde la región del Donbás hacia la Federación Rusa.

La Organización de las Naciones Unidas cuenta con la Oficina de Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). De acuerdo con la página electrónica acnur.org, en su “Informe Anual de Tendencias Globales” para el año 2021, “el número de personas desplazadas por las guerras, la violencia, la persecución y las violaciones de derechos humanos ascendía a 89.3 millones, es decir, un 8% más en comparación con el año anterior y más del doble en relación con la cifra de hace diez años.” Esta cantidad se divide de la siguiente manera: 27.1 millones de personas refugiadas; 53.2 millones de personas desplazadas internas; 4.6 millones de personas solicitantes de asilo.

La página indica también lo siguiente:

“Desde entonces, la invasión rusa a Ucrania—que desencadenó una de las crisis de desplazamiento forzado de mayor magnitud y rápido crecimiento desde la Segunda Guerra Mundial—y otras emergencias, desde el continente africano hasta Afganistán y en otros países, han hecho que la cifra supere el dramático hito de 100 millones de personas.”

Indica la página que actualmente, los conflictos previamente existentes y aquellos disparados más recientemente, se desarrollan en países que en conjunto tiene más de 850 millones de habitantes. Otros datos que ofrece ACNUR ubica en a más de 100 millones el número de personas “desplazadas por la fuerza en todo el mundo a causa de la persecución, los conflictos, la violencia, las violaciones de derechos humanos o graves alteraciones del orden público.”

La página de ACNUR le dedica un particular espacio a la República Bolivariana de Venezuela. Señala que el país refleja un desplazamiento de personas al extranjero estimadas para 2021 en 4.4 millones. Sin embargo, omite señalar que la mayoría de estas personas desplazadas obedece a consideraciones estrictamente económicas.

Al evaluar el caso de Venezuela, al igual que sucede con el caso cubano, uno de los componentes principales para entender este flujo migratorio que es responsable de crear las condiciones materiales que llevan a tal desplazamiento poblacional, son aquellas limitaciones estrictamente económicas en sus países de origen, que son provocadas o agudizadas por las sanciones y el bloqueo económico impuesto por parte de los Estados Unidos, la confiscación de sus bienes y propiedades en el exterior y la congelación de sus cuentas financieras y depósitos bancarios en el exterior. Sin la incorporación de este elemento de la política del gobierno estadounidense hacia Cuba  y Venezuela no es posible analizar con objetividad las salidas de decenas de miles de ciudadanos de estos países precisamente hacia los Estados Unidos.

Si de veras se tiene la intención de atender el problema de las poblaciones desplazadas, independientemente a la región del planeta al que queramos referirnos, encontraremos al menos tres mecanismos que definitivamente tienen el potencial de revertir tantas penurias en las poblaciones afectadas: la paz, el empleo digno y el cese de las sanciones económicas. Esto sin embargo, no se avizora en el horizonte.

 


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