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Presentación del libro "Los Días de su Madrugada, Hostos La Biografía"

 

Presentación del libro Los Días de su Madrugada, Hostos La Biografía del autor Dr. Marcos Reyes Dávila en el Colegio de Abogados y Abogadas de Puerto Rico

9 de marzo de 2023

“…dominicano de sentimiento, como cubano de obligación, como puertorriqueño de nacimiento, como latinoamericano de origen y devoción y aspiración.”

Eugenio María de Hostos

 

Bienvenidas todas las personas que han sacado tiempo esta noche para comparecer a la presentación de la magnífica obra literaria que nos obsequia el querido amigo y compañero hostosiano, el Dr. Marcos Reyes Dávila. Me honra ser uno de los presentadores de esta abarcadora y profunda biografía del maestro Eugenio María de Hostos. Ciertamente, son muchas las personas que en Puerto Rico, mejor que yo, podrían hacer la presentación de tan importante esfuerzo biográfico. No obstante, tocándome hoy este privilegio, procuraremos decorosamente presentarles el libro que su autor titula Los Días de su Madrugada, Hostos La Biografía.

Nos dice el Diccionario de la Academia Española de la Lengua que biografía es “la historia de la vida de una persona”. El término proviene del griego bios (vida) y graphein (escribir). Se trata de una narración escrita que pretende resumir los principales hechos que bordean la vida de la persona biografiada. Como género literario, suele aparecer escrita en tercera persona, donde no escapa al texto las apreciaciones subjetivas del autor e información que contextualice al lector datos, fechas, nombres, lugares y momentos particulares en la vida de la persona en torno al cual se escribe el texto

 

 

 

Creo importante dejar sentadas estas premisas como paso previo a la conversación en torno a la obra que esta noche nos convoca.

En su preámbulo, el autor menciona la existencia de seis biografías conocidas de Hostos: Hostos, ciudadano de América, escrita en 1932 por el puertorriqueño Antonio S. Pedreira; Hostos el Sembrador, escrita en 1939 por el dominicano Juan Bosch Gaviño; Hostos, Apóstol de la libertad, escrita por el puertorriqueño y también biógrafo de Ramón Emeterio Betances, Carlos N. Carreras en 1971; Hostos para la Juventud, escrita por Isabel Freire de Matos, publicada originalmente en 1989; Biografía de Hostos, escrita por Argimiro Ruano, publicada en Mayagüez en siete volúmenes entre 1993 y 1999; y Biografía Jurídica de Eugenio María de Hostos, escrita por el profesor Carmelo Delgado Cintrón, publicada en 2012.

Al final de esta obra se incluye, además, un amplio catálogo bibliográfico consistente en diversos ensayos, artículos, trabajos de investigación, etc. de diferentes autores, entre los que se encuentran varios textos escritos por el autor. En torno a ellos, admite, algunos “se apartan ostensiblemente” de sus propios juicios e interpretaciones “sobre áreas particulares como generales”, ello con la salvedad de que el propósito perseguido en esta biografía “no es discutirlas o dilucidarlas.” Reconoce, además, que la diversidad de escritos en torno a la vida y obra de Eugenio María de Hostos es tan amplia, que difícilmente pueda una persona afirmar que los ha leído todos.

Comienzo destacando que el libro que hoy presentamos está escrito con un refinado uso del idioma español. En sus oraciones tropezamos todo el tiempo con la palabra adecuada, la imagen certera, la delicadeza necesaria, la narrativa imprescindible. En su escritura constantemente observamos una especie de prosa poética con la cual el autor enternece nuestros pensamientos, acercándonos mucho más a la humanidad de la persona biografiada que a una secuencia de datos.

Al describirnos al personaje biografiado, el Dr. Reyes Dávila lo considera un “paradigma de sorpresas”. Nos habla de la grandeza de ese ser humano para el cual sus oasis de amor, “fueron estrellas fugaces, transidas por el deber trashumante del peregrino que más que una ciudad dorada, la construye en su caminar.” Vean la vena del poeta en esta descripción.

El autor divide el libro en varios capítulos titulados de la siguiente manera: I. La Infancia; II. El joven Hostos: la morfología de su ascensión; III. La Primera Revolución: Entre España y la Confederación de las Antillas; IV. La Segunda Revolución: El augurio imperioso de América; V. La Tercera Revolución: Las armas en las aulas; VI. La Cuarta Revolución: Madre Isla; VII. La República Dominicana: agonía y éxtasis; y VIII. Posdata: La retirada de las mariposas.

En ocasión de una entrevista al autor en el programa radial Fuego Cruzado, le señalaba la gran virtud que tiene este trabajo biográfico en la medida que nos permite conocer a Hostos, no sólo desde el juicio histórico que a la distancia de 120 años nos formula quien escribe su biografía; sino el conocimiento de un Hostos vivo a través de su propia y extensa obra escrita. Encontramos en el texto a un Hostos que conversa con nosotros; un Hostos que comparte con el lector sus opiniones, sus creencias, sus juicios valorativos sobre procesos políticos, históricos y académicos; su visión y perspectiva en torno a familia; sus dolores, angustias y pesares; como también, a ese Hostos comprometido con la causa de la libertad e independencia para su Madre Isla, Cuba y Santo Domingo, en su nunca renunciada ni claudicada propuesta de la Confederación Antillana.

El Capítulo I, La Infancia, lo dedica el autor a describirnos el contexto dentro del cual Eugenio María camina los primeros pasos años de su vida en su Mayagüez nativo. Más adelante señala anticipadamente en el Capítulo II, cómo el “joven Hostos”, fragua y templa su espíritu “fuera del seno y cuidado materno y paterno una vez parte a realizar estudios en España”. Será también ésta la época en su vida donde confrontará dificultades que no serán nunca superadas para completar el cuarto año de Filosofía, hecho que incidirá eventualmente en que nunca obtendrá formalmente su diploma de abogado.

En la narrativa del Capítulo II, El Joven Hostos: la morfología de su ascensión, el biografiado se propone alcanzar la libertad de las Antillas (en plural), teniendo su patria Puerto Rico como punto de partida. Procuraba entonces establecer un lazo federativo con España.

Hostos, indica el autor, comienza su vida pública en 1863. Estando en España, se relaciona con puertorriqueños y antillanos como José Julián Acosta, Segundo Ruiz Belbis, Julio Vizcarrondo, Francisco Basora, Ventura Ruiz Aguilar, Joaquín María Sanromá, Juan Varela y Matías Ramos. Son años donde también escribe la primera de sus novelas, La Peregrinación de Bayoán (1863). En ésta Bayoán y Hostos se expresan y convergen en uno sólo. Reyes Dávila describe esta novela de Hostos, como “la primera manifestación de su superación y ruptura con el mundo de la infancia.Se trata en todo caso, desde este género literario, una primera manifestación política en la propuesta que con el paso de los años maduraría, al proponer la unidad de las Antillas en una Confederación Antillana. Como indica Reyes Dávila, a través de la voz de Bayoán, las Antillas hablan unidas.

De la misma manera que Hostos expresa en La Peregrinación de Bayoán sus ideas y reflexiones en torno a Madre Isla; lo mismo hará, aunque desde otra dimensión al año siguiente a través de la novela La Tela de araña (1864). Son tiempos en los cuales el patriota mayagüezano se vincula con sectores liberales dentro de la política española así como con entidades de lo que hoy en Puerto Rico llamamos organizaciones de la sociedad civil. A partir de 1865 escribirá diversos trabajos sobre las causas del crimen, la rehabilitación del delincuente; los derechos de los residentes en las Antillas; y las reformas políticas en España.

Su Diario, escrito en tres etapas distintas de su vida a partir de 1866, según indica el autor, es considerado por algunos como su “obra más notable”. Señala que es un texto que “obedece a la revelación, en él, del ser íntimo de una personalidad que se piensa excepcional; obedece también al inédito estudio sicológico de su personalidad; y obedece al dominio lingüístico que exhibe.” Para Reyes Dávila, el Diario revela “observaciones sobre su carácter y temperamento”; la mirada ante un espejo que le permite “reflexionar, ya no solo de sí mismo, sino también de las cosas que suceden en su entorno.” Escrito en parte durante el primer período que le toca vivir en Nueva York, al calor de la guerra que se desarrolla en Cuba a partir de 1868, la “Guerra Larga”, el Diario es también “una crónica de guerra”.

Es con el Diario y a través del Diario, que el autor recrea en sus argumentos lo que llama diferencias marcadas entre el “Hostos íntimo y Hostos público, que revelan rostros tan distintos que es necesario armonizar.” Precisamente en esta biografía encontraremos múltiples instancias en que su autor replica esta reflexión para intentar convencernos, y en efecto creo que convence y persuade, la importancia para Hostos de su búsqueda de soluciones al problema colonial de Puerto Rico. Lo hará primero ante España, y luego, frente a los Estados Unidos.

Recreando aquel incidente que en Recuerdos de Betances Hostos menciona, aquel en el cual el Padre de la Patria le indica en respuesta a sus entonces estrategias de lucha política, “Cuando se quiere hacer una tortilla, hay que romper los huevos: tortillas sin huevos rotos o revolución sin revoltura, no se ven”, el autor nos señala:

“Betances propugnaba entonces la revolución armada, y Hostos, en cambio, propugnaba la estrategia de la lucha política aliada con el liderato revolucionario español. Uno batía su tortilla en Madrid, el otro en las Antillas.”

Se trata de seres extraordinarios, complementarios uno con el otro en la causa y en la defensa de la independencia de las Antillas. Sus vidas no fueron líneas paralelas y asintóticas, esas que nunca llegan a interceptarse en sus propósitos y objetivos. Todo lo contrario, ambos formaron parte de un mismo proyecto emancipador aunque en diferentes momentos, temporalmente, caminaran por senderos distintos.

No por algo, años después durante su estadía en Chile, con el conocimiento y urgencia que provocará la intervención imperial de los Estados Unidos en la guerra de Cuba en armas contra España, Hostos se desplazará a Venezuela donde dejará a su familia. Desde allí, coincidiendo con el ruego de Betances le hace en carta que redacta el 7 de junio de 1898, viajará a Nueva York, aproximándose a lo que en su correspondencia Betances describe, como “al área de operaciones.”

Otro contexto donde el pensamiento de Hostos y Betances se aproximarán en una visión compartida con el Apóstol de la independencia cubana, José Martí, es en la propuesta de integración de las Antillas. En el caso de Hostos, lo encontramos propulsando la idea de la Confederación de las Antillas (Cuba, Puerto Rico y Santo Domingo); en el caso de Betances, propulsando la Federación Antillana; y en el caso de Martí, reclamando la unidad de las Antillas como puente entre dos continentes y bastión o fiel de la balanza desde donde pudiera contenerse a tiempo, la voracidad imperial de los Estados Unidos sobre la América nuestra.

Reyes Dávila nos ubica a la altura de 1868, un Hostos en el marco de lo que llama “una Primera Revolución”. En ella promueve la federación entre España y Puerto Rico bajo un gobierno republicano no monárquico; mientras en las Antillas, Betances hacía el llamado a la lucha armada para conquistar la independencia. En esos años, junto a otros patriotas puertorriqueños radicados en España, Hostos también reclamará la abolición de la esclavitud en todas sus manifestaciones y apoyará las demandas que entonces hacían los comisionados por Puerto Rico a la Junta Informativa convocada por las Cortes españolas en Madrid.

A pesar de aparentar ser discursos diferentes, el de Hostos y el de Betances, el autor nos indica lo siguiente:

“Aunque no lo fuera en el método o la estrategia, entre las aspiraciones de Hostos y Betances la diferencia era tenue en ese momento. La lista de demandas políticas del revolucionario Betances era similar a la lista de demandas del reformista Hostos a mediados y fines de la década del sesenta. Disparaban hacia el mismo fin desde ángulos cruzados complementarios.”

Será en estos años cuando Hostos pronuncia de 20 de diciembre de 1868 su famoso discurso en el Ateneo de Madrid, ya acometidos los levantamientos de Lares y Yara en Puerto Rico y Cuba. El discurso en el Ateneo, indica Reyes Dávila, marca “su cambio de rumbo y el comienzo de una nueva estrategia revolucionaria, la aurora que se levanta en la oscuridad del desierto.” Señala que el discurso de Hostos  “gozó de la debida elegancia aunque lo ofreció con un guante de seda ruda que sueña con una bofetada.”

Frustradas sus esperanzas con España, Hostos decide iniciar la ruta que, conforme expresa el autor, le llevará a la “Segunda Revolución”. En ésta, la estrategia, “sería la independencia absoluta de las tres grandes Antillas.” En su proyecto, la Confederación de las Antillas independientes, “forzosamente habrían de unirse en una federación”, para así “balancear las fuerzas de la América” con lo que señala es la “fuerza comercial imponderable” de los Estados Unidos.

Abandonada España viaja a Francia. Allí se entrevista, entre otros, con Betances. Cataloga el encuentro como “glacial”. Destaca la desconfianza en él mostrada. Desde Francia se desplazará a Nueva York donde encuentra una emigración partidaria de la anexión a los Estados Unidos. Sus ideas en torno a la Confederación de las Antillas eran para sectores de dicha emigración incomprensibles. Anticipando argumentos que años más tarde y con mayor precisión serían expuestos por José Martí en su escrito Las Antillas y Baldorioty de Castro, Hostos señala:

“…las Antillas son políticamente, el fiel de la balanza, el verdadero lazo federal de la gigantesca federación del porvenir; social humanamente, el centro natural de las fusiones, el crisol definitivo de las razas.

Se trata de ideas que Martí también expondrá en su escrito al conmemorarse el tercer aniversario de la fundación del Partido Revolucionario Cubano, titulado El alma de la Revolución, y el deber de Cuba con América donde utiliza la imagen hostosiana de las Antillas como “fiel de América”.

Indica Reyes Dávila que Hostos “[A]spiraba, y estaba convencido, de que solo con la independencia de las Antillas, unidas en una confederación, se podría frenar la ambición territorial del ‘norte’. Creía que ese fiel de la balanza pudiera ser capaz de proteger el equilibrio del hemisferio, y con él, el equilibrio del mundo.”

Analizadas varias opciones, sale hacia Panamá, entonces provincia o departamento de Colombia, para iniciar así su “Viaje al Sur” donde alternará en sus relaciones con personas notables en cada uno de los países visitados.

¿Qué tipo de fortuna acompañó a Hostos que le brindara una llave a través de la cual se abrieran para él las puertas de acceso a la intelectualidad suramericana y a altos funcionarios de sus gobiernos? La llave y no necesariamente la fortuna tendría tres puntos, símbolo representativo del tríptico inspirado en la Revolución Francesa y embrión desde el cual se forjaron agrupaciones anti monárquicas y anti clericales en este nuevo mundo, la masonería. Como lo expresa el autor, “la hermandad masónica tuvo que activar las bisagras necesarias para que él lograra acceso, a pesar de su pobreza, a las personalidades notables de cada región y a los altos funcionarios con los que trató y con los que conspiró.”

Su tránsito en los años siguientes por Panamá, Perú Chile y Argentina, sin olvidar sus queridas Antillas, cincelarán su alma, fortalecerán su patriotismo, solidificarán su identificación con la lucha del pueblo cubano y puertorriqueño por su independencia; le abrirá los ojos a la realidad del indio, del negro, de los trabajadores y desposeídos suramericanos; a la vez que colocará al servicio de estos pueblos sus capacidades intelectuales. En países donde su estadía fue efímera, como fue el caso de Brasil, Hostos, nos dice el autor, “no dejó de transcribir sus emociones en artículos que se publicarían en Buenos Aires, pero que escondían, sin embargo, tristezas de soledad.”

De regreso a Nueva York en abril de 1874, se plantea reunirse con Betances en Santo Domingo y jugarse “el todo por el todo”. En la emigración puertorriqueña y cubana en Nueva York no había encontrado una caja de resonancia para iniciar la revolución en su país. Lo intenta desde Santo Domingo. Dice el autor que estando juntos Betances y Hostos en la capital dominicana, “comenzó la campaña de insurrección, la segunda ronda de la Revolución de Lares.” Previo a su regreso a Nueva York, deja fundada en Santo Domingo la sociedad “La Educadora”, luego de lo cual, en Nueva York funda la “Liga de los Independientes” para la cual elabora sus fines, sus principios y sus propósitos.

Es del todo interesante cómo el autor, aterrizando conceptualmente en las ideas comunes de Hostos y Martí, quienes dicho sea de paso no se conocieron personalmente, hilvana a través del texto, al menos en dos instancias, lo que llama Diálogos Ocultos donde figuran ideas comunes en ambos patriotas. Así las cosas, Reyes Dávila expone la simetría intelectual en ambos y de ambos, en particular, la visión de las Antillas como fiel de la balanza en el hemisferio americano. La obra nos presenta también la hechura en Hostos de su amor filial y familiar, aquél que va más allá de su esposa, anclándose también en sus padres, hermanos y hermanas.

La Paz del Zanjón en 1878 mediante la cual concluye la “Guerra Larga” en Cuba golpea fuertemente a Hostos. Luego de 50 mil muertos cubanos y 208 mil españoles, España decreta la amnistía que incluye a los sancionados y desterrados. La pausa en la guerra en Cuba desata en Hostos un torbellino de ideas dirigidas a otro tipo de lucha y con otro instrumental para la lucha, esta vez desde las Antillas: la educación de un pueblo por y para la libertad. El campo de batalla será entonces Santo Domingo, hacia donde viaja con su familia. Indica el autor:

“El fin de la guerra en Cuba le había impuesto la necesidad de buscar una nueva estrategia una estrategia que estuvo siempre  desde su juventud rondando su esquina de combate, y que poco a poco fue madurando según esparcía sobre todas las américas su reclamo proselitista. En esa red moral, acrisolaba los derechos con los deberes. Él sabía que había que educar paralelamente la razón, la moral y la voluntad. Necesitaba crear su ejército. Necesitaba un cuerpo de maestros. Necesitaba construir desde la niñez hombres y mujeres completos.”

Y eso fue lo que hizo.

El autor se encarga en su obra de resumirnos 24 “aciertos pedagógicos” en Hostos a partir de su estadía en Santo Domingo. En alguna medida tales “aciertos pedagógicos” fueron tomados de lo que indica son sus tres obras fundamentales: La Moral Social, las Lecciones de Derecho Constitucional y La Sociología. Ya en 1884 la semilla sembrada en suelo dominicano daba su primer fruto con “la graduación del primer puñado de maestros normalistas.”

“Dadme la verdad, y os doy el mundo. Vosotros sin la verdad, destrozareis al mundo, y yo con la verdad, con solo la verdad tantas veces reconstruiré el mundo cuantas veces lo hayáis vosotros destrozado”, clamaría en su discurso titulado El propósito de la Normal.

Hostos permanece en Santo Domingo hasta 1888 cuando regresa a Chile. Al año siguiente estará dirigiendo el Liceo de Primera Clase de Chillán, al sur de Santiago. Estando allí preparó, según indica el autor, “un plan integral y coherente de estudios científicos, grado por grado, materia por materia, prontuario por prontuario, métodos didácticos, hasta lo mínimo, y anotado de ejemplos.” Más adelante,  dirigirá el Liceo Miguel Luis Amunátegui en Santiago. Allí, nos indica el autor:

“Hostos recompuso con menudencia y detalle el progreso de la enseñanza de cada asignatura conforme a un sistema que llamaban, como se dijo, concéntrico, pero al mismo tiempo evolutivo, tal como las ondas que forma en el agua la piedra lanzada. Cada onda traza el nivel de un círculo de ideas coherentes que van ampliándose según se suman los diferentes años de estudio.”

El nuevo repique de los tambores de guerra en Cuba a partir de 1895, en lo que Martí considera “la guerra necesaria”, despertarán en Hostos nuevas esperanzas para las Antillas. Ya desde los estatutos del Partido Revolucionario Cubano, fundado el 10 de abril de 1892, su Artículo 1 se  había consignado que dicho partido se constituía “para lograr con los esfuerzos reunidos de todos los hombres de buena voluntad, la independencia absoluta de la Isla de Cuba, y fomentar y auxiliar la de Puerto Rico”.

Pese a encontrarse en Chile invitado por su gobierno y no ser de su agrado la defensa y  entrega de Hostos por la causa cubana, nunca ceso en su labor proselitista a favor de la independencia de Cuba y Puerto Rico.

Estando  aún en Chile se entera que España, a finales de noviembre de 1897, ha decidido otorgar a sus colonias un estatuto autonómico. Su relación con el gobierno chileno se va tornando insostenible, lo que provoca en él “la urgencia de regresar al teatro de guerra en las Antillas”. Se impone la necesidad de organizar su partida del país anfitrión.

Hostos sale hacia Venezuela el 27 de abril de 1898, apenas 16 días antes del bombardeo a San Juan por la escuadra naval el Almirante Sampson, ya declarada la guerra por Estados Unidos a España. Llega a Nueva York el 16 de julio. Betances, previniéndole sobre el anexionismo del Dr. J. Julio Henna, le había advertido que insistiera a las autoridades estadounidenses que las garantías ofrecidas para Cuba, también fueran extendidas a Puerto Rico. Era fundamental la exigencia del reconocimiento de la personalidad jurídica de Puerto Rico por parte de los Estados Unidos. Puerto Rico no debía ser, sin más, un botín de guerra. Sin embargo, fuerte fue su pesar cuando el 20 de julio, Henna le llama telefónicamente para indicarle que había partido la primera expedición armada contra Puerto Rico. Dejando constancia en su Diario en torno a la tristeza que la noticia le provoca, indica: “La independencia, a la cual he sacrificado cuanto es posible sacrificar, se va desvaneciendo como un celaje: mi dolor ha sido vivo.”

El autor dedica gran parte del capítulo VI del libro, el cual lleva como título Madre Isla, nombre con el cual también se recogen en las Obras Completas (en un tomo en la edición de 1939 y en dos tomos en la Edición Crítica), sus escritos a partir de 1898. El autor da cuenta en el momento en que se disuelve la Sección Puerto Rico del Partido Revolucionario Cubano de la propuesta formulada por Hostos de constituir una “Liga de Patriotas”, representativa del pueblo puertorriqueño. Sería ésta el molde desde el cual los puertorriqueños aspiraríamos a formar un nuevo país por medio de la educación de nuestro pueblo en el uso de sus libertades; gestionar del gobierno de los Estados Unidos el reconocimiento de nuestra personalidad como pueblo; el establecimiento inmediato de un gobierno civil temporal que eventualmente, mediante el ejercicio democrático del sufragio (plebiscito le llama Hostos), el determinaríamos soberanamente, o bien la integración a la Unión americana, o bien la Independencia.

En sus escritos, Hostos considera que “la Ley Foraker no hace otra cosa que dar fuerza de ley y apariencia de procedimiento constitucional al hecho de la sujeción por la fuerza armada de los Estados Unidos”. Catalogó la ocupación  militar de Puerto Rico como una “anexión forzada” y criminal.

Colocando la acción donde puso la palabra, eventualmente se desplaza a Puerto Rico y se instala en Juana Díaz. Desde allí iniciará esfuerzos por desarrollar en distintos municipios capítulos de la “Liga de Patriotas”. Como había propuesto al momento de la adopción en Nueva York de sus estatutos, el objeto político de ésta, según Reyes Dávila, era “conseguir un cambio del gobierno militar por uno civil; el establecimiento de un gobierno temporal; el enaltecimiento de Puerto Rico a la categoría de Estado; y la reserva del derecho de plebiscito. El objetivo social, por su parte, era “organizar sobre los cimientos de equidad, derecho, verdad y dignidad social, el trabajo, el gobierno, la educación pública, las creencias religiosas y la fuerza armada.”

La obra de Reyes Dávila da cuenta también de las gestiones hechas por la comisión, post bellum, que Hostos, junto a Manuel Zeno Gandía y J. Julio Henna conforman para ante el presidente estadounidense McKinley y el Secretario de Estado William Day, gestionar derechos y gobierno; concesiones económicas; concesiones educacionales; concesiones para la enseñanza agrícola; concesiones militares; canje de moneda; catastro y banca.

Considerando perdidas sus esperanzas para Puerto Rico, decide retornar a Santo Domingo donde llega el 6 de enero de 1900. Allí, como fue antes, es calurosamente recibido por las autoridades, el pueblo dominicano y sus estudiantes normalistas. Retoma el proyecto educativo donde le había dejado, escribiendo en 1901 la “Ley de Enseñanza Pública”, aprobada el 4 de julio de 1902. En sus 357 artículos, nos indica el autor, se incluye:

“…aspectos tan diversos como los diferentes tipos de escuelas, las fundamentales y las graduadas, el currículo específico de cada una, grado por grado, de nivel elemental a nivel profesional, disciplina por disciplina, además de las indispensables—lengua, escritura, matemáticas ciencias biológicas, física, química, historia, etcétera—carreras técnicas, canto coreado y composición musical, gimnasia, higiene, enseñanza cívica, tiro al blanco, exámenes y vacaciones, ascensos, jubilación a los veinte años de servicio, fondos, sueldos, inglés, composición en lengua española y francesa, escuelas técnicas, de administración, de agricultura práctica, para los presos, clínicas externas en la medicina, terapéutica , título de partera, teología moral y dogmática, matrícula, escuelas militares, conferencias, publicaciones, sociedades de maestros, bibliotecas, compañonazgo escolar, auxilio mutuo, consejos de vigilancia, quejas, dirección, tesorería, nombramientos, destituciones, reglamentos facultades, Ministerio de Instrucción Pública, libertad de cátedra, gratuidad, gradaciones, disciplina, títulos, número de alumnos, permanencia, presupuesto general, reformas periódicas a la ley.”

Concluye el autor esta biografía, no sin antes dejar constancia en torno a las ingratitudes del entonces electo presidente cubano, Tomás Estrada Palma, hacia Hostos y a la causa de la independencia de Puerto Rico.

Golpeado también en su salud física y  aún más en lo que su amigo Pedro Henríquez Ureña describe como “asfixia moral”, el autor abre un espacio temporal de reflexión, para desde la distancia de 120 años, en un plano casi íntimo, permitirnos como lectores acompañarle, a Hostos y a él, en los momentos más cercanos a su partida del mundo material.

La muerte, nos dijo el Maestro, no es más que el tránsito de una vida incompleta a una vida completa. Hostos, con sus ideas, logró trascender a esa vida completa y aún hoy nos acompaña.

Muchas gracias, Marcos, por tan importante esfuerzo biográfico.

 


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