27 de abril de 2023
El lunes 1ro. de mayo, se conmemora a escala global los sucesos ocurridos en Chicago, Estados Unidos, que llevan a proclamar dicha fecha como Día Internacional de la clase Trabajadora. En su libro titulado Génesis, Significación y Mixtificación del Primero de Mayo (1960), Luis Araiza nos presenta el conjunto de eventos puntuales en el desarrollo de las luchas de los trabajadores/as estadounidenses por la reducción de la jornada de trabajo que lleva a los sucesos por los cuales hoy se conmemora dicha fecha.
Nos indica el autor que el movimiento obrero en favor de la reducción de la jornada de trabajo comenzó en los Estados Unidos a principios del siglo 19 entre los constructores de edificios. Ya entre 1803 y 1806 se da la organización de los trabajadores de ribera y carpinteros, mientras en 1810 se realiza en Boston la primera huelga por la jornada de trabajo de diez horas diarias. No será sino hasta 1840 que el presidente de los Estados Unidos, Martin Van Buren, promulga la jornada diaria de diez horas. Este ejemplo es seguido posteriormente por el Parlamento inglés en 1847.
En 1850 se realiza en Chicago un Congreso Industrial donde se impulsa la creación de organizaciones de oficios donde también se hace por medio de huelgas el reclamo de la jornada de diez horas. Más adelante, el 20 de agosto de 1866, se celebró en Baltimore un Congreso Obrero donde se acuerda organizar el Partido Nacional Obrero. No será sino hasta 1867 que se celebra en Chicago el primer Congreso de este Partido.
A partir de 1868 proliferan las huelgas, esta vez reivindicando una jornada diaria de ocho horas. Se organiza con tales fines la “Liga de las Ocho Horas”. Al año siguiente se organiza “Los Caballeros del Trabajo”.
Entre 1870 y 1871 empezaron a organizarse a través de obreros alemanes residentes en Estados Unidos las primeras estructuras de la “Asociación Internacional de los Trabajadores”, también conocida como la Primera Internacional. Durante los años 1873 al 1876 se desarrollaron numerosas huelgas que sirvieron de preámbulo a las huelgas que a partir de 1877 los empleados de los ferrocarriles llevarían a cabo. En 1880 se organizará la “Federación de Trabajadores de los Estados Unidos y Canadá”.
En octubre de 1884, en una reunión efectuada en Chicago, se acuerda decretar el 1 de mayo de 1886 una huelga general por la jornada de ocho horas. La misma abarcó a decenas de miles de obreros. Indica Araiza lo siguiente:
“A pesar del gran movimiento obrero…las ideas socialistas hallaban cierta resistencia entre la población americana, más extendíanse con inusitada rapidez entre los elementos alemanes y otros que componen una parte muy importante de los centros industriales de Estados Unidos.”
“En Chicago especialmente, los socialistas carecían de fuerza”. Los socialistas se fiaban mucho de los procesos electorales.
Los anarquistas de Chicago combatieron primeramente el acuerdo de la Federación de los Trabajadores de Estados Unidos y Canadá referente a la huelga del 1 de mayo. Sin embargo, a medida que se acercaba la fecha del 1 de mayo de 1886, la clase patronal se organizó para enfrentar el reto de los trabajadores. En febrero, en la empresa McCormicks, fueron despedidos 1,200 trabajadores por negarse a abandonar sus respectivas organizaciones. La respuesta de la Unión Obrera de Chicago fue convocar un mitin al que asistieron 25 mil trabajadores. El paro llegó a abarcar 50 mil trabajadores.
Como parte de la jornada huelgaria, el 2 de mayo se desarrolló un mitin de los obreros despedidos de McCormicks. El día 3 de mayo, cerca de donde ubicaba dicha empresa, se dio otro mitin. Allí los trabajadores reclamaron la participación como orador de August Spies, periodista y anarquista. En un comienzo, algunos obreros no vinculados a las ideas socialistas protestaron indicando que no querían escuchar discursos anarquistas. Spies, sin embargo, continuó adelante con su discurso logrando captar la atención de los trabajadores. Cuando sonó la campana de salida de los trabajadores que estaban trabajando dentro de la empresa, se creó una confrontación entre trabajadores despedidos y aquellos que permanecían trabajando y salían de la fábrica. La policía intervino disparando contra los trabajadores. Los trabajadores respondieron a la policía con piedras y disparos. La confrontación y enfrentamiento con la policía provocó seis muertos y numerosos heridos.
Un nuevo mitin fue convocado para el 4 de mayo. En el acto utilizaron la palabra Albert R. Parsons, Samuel Fielden y Adolfo Fischer. La policía decidió esta vez disolver la concentración movilizando unos 180 efectivos. Avanzando en formación contra los manifestantes se produjo una explosión cayendo al suelo 60 efectivos de la policía y resultando muerto uno de ellos. La policía abrió fuego sobre los manifestantes, luego de lo cual, una vez dispersados, comenzaron los registros de las residencias y arrestos de su líderes.
El 17 de mayo se convocó un Gran Jurado formado con elementos predispuestos en contra de las ideas socialistas y anarquistas. Del 21-22 de mayo se inició el examen (insaculación) de los jurados. De miles examinados, solo había cinco o seis obreros.
Luego de las acusaciones y juicio, el 20 de agosto se emitió el veredicto del jurado: Augusto Spies, Miguel Schwab, Samuel Fielden, Alberto R. Parsons, Adolfo Fisher, George Engel y Luis Lingg recibieron condenas de pena de muerte; mientras Oscar W. Neebe fue condenado a 15 años de prisión. En el caso de Schwab y Fielden, la sentencia de pena de muerte fue conmutada por cadena perpetua.
En el caso de Luis Lingg, ante el veredicto de pena de muerte, éste optó por el no dejarse matar por sus carceleros. En su lugar, activando una bomba oculta, la detonó provocando así su propia muerte. En el caso de Engel, quien también intentó suicidarse consumiendo el contenido de un frasco de láudano suministrado por su esposa, sus carceleros lograron evitar su muerte para finalmente, tres días más tarde, ahorcarle.
Relata Araiza en su libro lo que fueron las últimas palabras los prisioneros ejecutados:
(a) En el caso de Spies, “¡Salud, el tiempo llegará en que nuestro silencio será más poderoso que nuestras voces que hoy sofocan con la muerte!”;
(b) En el caso de Fischer, “¡Hoc die Anarchie!”;
(c) En el caso de Engel, “¡Hurra por la anarquía!”; y
(d) En el caso de Parsons, de quien dice “su agonía fue horrorosa, apenas pudo hablar porque instantáneamente el verdugo apretó el lazo, e hizo caer la trampa”, sus últimas palabras fueron, “¡Dejad que se oiga la voz del pueblo!”
En su libro, el autor incluye además varios textos correspondientes a cartas escritas por los condenados mientras aguardaban la muerte. Veamos algunas de sus expresiones:
- Luis Lingg:
“No seré yo quien crea que se necesita una nueva afirmación del Tribunal Supremo de Estados Unidos, representación modelo de inmoralidad capitalista y tiranía jurídica, para hace abrir los ojos el pueblo americano, a fin de que vea la justicia que puede esperarse de la gente togada.”
“Tengo el profundo convencimiento de que el sacrificio de mi vida o de las de todos nosotros ha de ayudar más al derrumbamiento del sistema capitalista que una condena temporal impuesta por el Tribunal Supremo.”
“La revolución social tiene necesidades de fuerzas para hacerla marchar; nuestra noble causa tiene necesidad de mártires. Sea pues. Me siento feliz por dar mi vida en holocausto a nuestra causa común.”
“El desprecio que siento por el actual sistema de explotación y mi amor desinteresado por la verdadera libertad que me obligan a no pedir ni permitir que pidan por mi ninguna clemencia.”
“Si he propagado la violencia, es porque estoy cansado de que mis hermanos, los trabajadores, sean los únicos explotados, encarcelados y asesinados; la violencia ha de ser la señal de la próxima revolución.”
- Augusto Spies, Miguel Schwab y Samuel Fielden: (Carta al Gobernador de Illinois)
“Señor; Para que la verdad sea conocida por usted y por el público, representado en su persona, nosotros deseamos declarar que nunca hemos abogado por el empleo de la fuerza, sino cuando sea indispensable, para defensa propia.
Por lo tanto, acusarnos de haber intentado derribar al Gobierno y las leyes el día 4 de mayo de 1886, es falso y absurdo.”
“Si la propaganda de nuestras ideas ha llevado al pueblo al convencimiento de que sólo por la fuerza podrá conseguir reformas en la actual organización social, nosotros lo lamentamos; pero no es culpa nuestra, sino de la sociedad, que se muestra sorda a las justas quejas de los oprimidos.”
“…un inocente no tiene por qué pedir perdón.”
- Adolfo Fischer:
“Si no puedo obtener justicia, si no puedo ser devuelto a mi familia, prefiero que la sentencia se ejecute… esa sentencia ha sido inspirada en el odio de clases, en la excitación de la opinión pública por una prensa perversa, en el deseo que anima a la clase dominante de reprimir el movimiento socialista.”
“La historia se repite. En todo tiempo los poderosos han creído que las ideas de progreso se abandonarían con la supresión de algunos agitadores; hoy la burguesía cree detener el movimiento de las reivindicaciones proletarias por el sacrificio de algunos de sus defensores.”
- Alberto R. Parsons:
“No pido clemencia; sólo quiero justicia. Terminaré repitiendo las palabras de Patrick Henry: ‘Dadme libertad o dadme muerte.”
El 3 de septiembre de 1886, el Congreso de la Primera Internacional celebrado en Ginebra, después de aprobar su Estatuto, resolvió establecer el 1ro. de Mayo como la fecha anual en que los trabajadores del mundo reafirmarían su voluntad de lucha por la jornada de 8 horas.
En julio de 1889, en París, se llevó a cabo el Congreso Internacional del cual surgiría la Segunda Internacional. Indica el autor que en dicho evento se acordó establecer el Primero de Mayo “como el día de Solidaridad Mundial de los Trabajadores, en cuya fecha elevarían su encendida protesta en todo el Universo por los crímenes y atropellos de la burguesía y por los encarcelamientos originados por cuestiones sociales.”
A partir del año 1890, en casi todos los países europeos y en otras latitudes del mundo, la clase trabajadora utiliza la fecha para colocar sobre el tapete la discusión en cada país, de las reivindicaciones inmediatas y a mediano y largo plazo en sus respectivas luchas. Puerto Rico no fue la excepción. Reivindicándose también el Primero de Mayo como Día Internacional de la clase trabajadora, los primeros fermentos de organización obrera en el siglo 20, proclamaron la fecha como evento en el cual, sumados a los trabajadores del mundo, hicieron también valer sus aspectos reivindicativos en dicha fecha. Si bien durante varias décadas la fecha dejó de ser honrada y recordada, a partir de comienzos de la década de 1970, la conmemoración del Primero de Mayo ha sido retomada y hoy se conmemora por amplios sectores de la clase trabajadora y el pueblo en general.
La lamentable dispersión y falta de cohesión entre las organizaciones sindicales y sus dirigentes llevan hoy a diferentes manifestaciones en el contexto de esta fecha. La multiplicidad de manifestaciones por sí mismo no es necesariamente un signo de debilidad, si no fuera por el hecho de que tal dispersión no es el resultado del poder de convocatoria masiva de diferentes sectores organizados, golpeando al unísono en distintos frentes de lucha, sino de la incapacidad para concertar y alcanzar acuerdos, más allá de particulares visiones organizativas e ideológicas, para enfrentar de manera conjunta, en nuestro caso, al Gobierno, a la Junta de Control Fiscal y a las políticas neoliberales dirigidas contra nuestro pueblo. Aun así y a pesar de ello, hay motivos para organizar el descontento social y avanzar en la lucha contra el modelo neoliberal impuesto en Puerto Rico.
¡Viva el Primero de Mayo! ¡Gloria eterna a los mártires de Chicago! ¡Gloria también a los trabajadores y trabajadoras que han luchado y continúan luchando por sus conquistas políticas y laborales en Puerto Rico!
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