8 de octubre de 2023
En octubre de 1992, en ocasión de un foro celebrado en el Recinto Universitario de Mayagüez de la UPR recordando el 25 Aniversario de la captura en combate y posterior asesinato de Ernesto (Ché) Guevara, compartí un panel con el compañero Julio A. Muriente Pérez, actual copresidente del Movimiento Independentista Nacional Hostosiano (MINH) sobre la pertinencia histórica del legado del Ché Guevara a nuestra generación. Entonces expresamos lo siguiente:
“La casualidad, el error o el azar, pueden constituir en un momento dado un elemento importante en la definición del avance o retroceso de un proceso revolucionario. El desembarco del Gramma en las costas cubanas por parte de un grupo expedicionario compuesto por 82 combatientes en Alegría de Pío y su recibimiento por parte de la aviación de Batista, prácticamente logró desarticular desde un primer momento la esperanza de lucha revolucionaria para sus sobrevivientes. De aquel grupo inicial, tan sólo 12 hombres lograron alcanzar la zona montañosa y con ello la posibilidad de reiniciar la marcha de un proceso revolucionario que, en apenas tres años, implicaría el derrocamiento de la tiranía y el inicio de un proceso que transformaría radicalmente el futuro de la lucha revolucionaria en América Latina.”
Entre aquellos expedicionarios del Gramma que sobrevivieron el desembarco y lograron internarse en la Sierra Maestra, localizada en la montañas de Santiago de Cuba, se encontraba el médico de la expedición. En un momento dado, bajo el bombardeo y ametrallamiento de la aviación batistiana contra los patriotas cubanos, aquel médico, que pasaría a conocerse en la historia por su apodo de “el Ché”, le tocó escoger entre recoger su mochila con medicamentos del suelo o cargar con una caja de balas. Nos dice su propio relato años más tarde, convertido ya en Comandante de la Revolución, lo siguiente:
“…En ese momento un compañero dejó una caja de balas casi a mis pies, se lo indiqué y el hombre me contestó con una cara que recuerdo casi perfectamente, por la angustia que reflejaba, algo así como ‘no es hora de caja de balas’ e inmediatamente siguió el camino del cañaveral (después murió asesinado por uno de los esbirros de Batista). Quizás esa fue la primera vez que tuve planteado ante mi el dilema de mi dedicación a la medicina o mi deber de soldado revolucionario. Tenía delante una mochila llena de medicamentos y una caja de balas, las dos eran mucho peso para transportarlas juntas; tomé la caja de balas, dejando la mochila para cruzar el claro que me separaba de las cañas.”
Para entonces, entre sus compañeros, su nombre no era Ernesto sino Ché. Era un soldado más de la fuerza expedicionaria comandada por Fidel Castro. Su rango de Comandante lo ganó más adelante, con su accionar en combate durante el curso de la guerra revolucionaria. Sobre su particular arrojo y valentía, el propio Fidel Castro le recuerda así:
“ …La disposición inmediata, instantánea, a ofrecerse para realizar las misiones más peligrosas. Y aquello, naturalmente suscitaba la admiración, la doble admiración hacia aquel compañero que luchaba junto a nosotros, que no había nacido en esta tierra, que era un hombre de ideas profundas que era un hombre en cuya mente bullían sueños de lucha en otras partes del continente y, sin embargo, aquel altruismo, aquel desinterés, aquella disposición a hacer lo más difícil, a arriesgar su vida continuamente. Fue así que se ganó los grados de comandante… ¡Era un maestro de la guerra, Ché era un artista de la lucha guerrillera!”
Este argentino, nacido el 14 de junio de 1928, tuvo el beneficio de criarse en un ambiente familiar donde desde muy tierna edad, estuvo expuesto a las ideas socialistas de sus padres. Como adolescente, conoció las interioridades de su país natal, primero viajando a través de él en bicicleta; y más adelante, concluida su carrera de médico, en una motocicleta. En sus viajes el Ché pudo palpar el sentir de los trabajadores y campesinos entrando en contacto directo con sus realidades, pobreza, ambiciones y esperanzas.
Luego de sus viajes por el continente suramericano, desde su Argentina natal hasta Venezuela, Ernesto se fue a la Guatemala de Jacobo Arbenz. Eran momentos en que este país centroamericano luchaba por desprenderse de las garras impuestas por el pulpo de la transnacional de capital estadounidense, la United Fruit Company. En 1954, en momentos en que el gobierno revolucionario y progresista de Jacobo Arbenz daba pasos por afirmar la soberanía de su pueblo frente al control de esta multinacional, estando Ernesto en este país, sobrevino el golpe militar impuesto por Estados Unidos a través del coronel Carlos Alberto Castillo Armas. Con el Golpe de Estado, al menos así se pensaba por parte de los revolucionarios, se echó por tierra temporalmente las esperanzas depositadas por los trabajadores y campesinos guatemaltecos en aquel gobierno progresista. Sin dudarlo, Ernesto se alineó en la defensa del pueblo ante los golpistas.
Consolidado el Golpe, Ernesto logra salir del país y se desplaza hacia Ciudad de México. Allí entra en contacto con revolucionarios cubanos que habían participado en 1953 en los ataques a los cuarteles Moncada de Santiago de Cuba y Carlos Manuel de Céspedes en Bayamo. Estos revolucionarios cubanos, tras meses en prisión, producto de la presión popular, habían sido excarcelados trasladándose a México donde vivían en condición de refugiados políticos. Se indica que invitado por Raúl Castro a conocer a Fidel, tras una larga conversación que se extendió hasta tempranas horas de la madrugada, Ernesto quedó comprometido con Fidel y su proyecto revolucionario. Eventualmente partiría de la costa mexicana el 25 de noviembre de 1956 hacia la zona oriental de Cuba junto al resto de la fuerza expedicionaria
Tras el desembarco los sobrevivientes junto a cientos de patriotas cubano que se fueron uniendo al esfuerzo guerrillero desarrollarían por espacio de tres años una lucha intensa que les llevaría al derrocamiento de la Dictadura.
Como indicamos, fue durante el transcurso de la guerra de guerrillas en Cuba que ya reconocido como Ché, ganó el rango de Comandante. Al frente de su columna guerrillera, estuvo a cargo de la toma de la ciudad de Santa Clara. En una acción militar sin precedente en la lucha contra la Dictadura, los combatientes de su columna lograron inutilizar un tren blindado del ejército capturando a cientos de militares y ocupando gran cantidad de armamento, indispensable para la ofensiva final contra el régimen de Batista.
Desde el primer día del triunfo de la Revolución, el Ché se desempeñó en importantes posiciones, entre ellas la jefatura de la prisión conocida como La Cabaña. Esta instalación se encuentra localizada en La Habana, en las facilidades de “El Morro”, antiguo bastión militar español ubicado a la entrada de la Bahía de La Habana. Allí fueron enviados para ser procesados y sancionados por distintos delitos, los principales esbirros de la Dictadura, responsables de cometer los peores actos criminales contra los revolucionarios cubanos.
Ché también ocupó otras posiciones en el gobierno revolucionario Entre ellas cabe mencionar la de Ministro de Industrias y la de Director del Banco Nacional de Cuba. A pesar de sus múltiples tareas en el gobierno revolucionario, no por ello el Ché dejó de atender otras esferas del quehacer político como fueron sus aportaciones en la publicación de importantes libros y testimonios. Entre ellos destaca Pasajes de la Guerra Revolucionaria. En sus escritos el Ché no sólo narra con sumo detalle las características que asumió la lucha guerrillera en Cuba hasta la derrota del ejército de Batista; sino también, teoriza sobre la lucha de guerrillas como método de lucha armada.
Durante los primeros años del gobierno revolucionario, el Ché también fue Jefe del Departamento de Industrialización Nacional de Reforma Agraria; miembro de la Dirección Nacional del Movimiento 26 de Julio; integrante de la Dirección Nacional de Organizaciones Revolucionarias; y militante del Partido Unido de la Revolución Socialista (PURS), organizaciones que precedieron la fundación del Partido Comunista de Cuba.
El Ché también dedicó parte de su tiempo a la elaboración de otros documentos teóricos dirigidos a exponer su visión sobre la construcción del socialismo en Cuba y la formación del nuevo tipo de ser humano a ser moldeado por la Revolución. Uno de sus principales ensayos relativos al nuevo ser humano que se aspiraba formar con el proceso revolucionario fue titulado El Socialismo y el Hombre en Cuba (1965).
Son también múltiples sus trabajos sobre temas económicos; sus discursos y conferencias ante los jóvenes y los trabajadores cubanos; las misiones internacionales diplomáticas en las cuales representó a Cuba y su Revolución; como también, la elaboración de diversos escritos en torno a temas filosóficos y políticos. Entre sus escritos más importantes en los primeros cinco años del triunfo de la Revolución encontramos: Proyecciones del Ejército Rebelde (1959); Reforma Universitaria y Revolución (1959); Soberanía Política e Independencia Económica (1960); El Cuadro: Columna Vertebral de la Revolución (1962); Sobre la construcción del Partido (1963); Contra el Burocratismo (1963) y Una Actitud Nueva Frente al Trabajo (1964).
Su visión en torno a la lucha global contra el imperialismo y la responsabilidad que él entendía debía asumir el gobierno revolucionario cubano en prestar apoyo a la lucha de los pueblos del Tercer Mundo por su liberación nacional, le lleva a proponer primero; y poner en ejecución más adelante, la solidaridad concreta y material con la lucha de tales pueblos. Inicialmente lo haría respecto a la lucha en África; y más adelante, en América Latina.
En la primera etapa de su visión de apoyo a la lucha de otros pueblos, Ché se desplazó junto con un contingente de combatientes cubanos, en apoyo a la lucha anticolonial en el Congo. Luego, tras del fracaso de aquella misión internacionalista, convencido de que no había condiciones preparó las que entendía necesarias para incursionar en América del Sur.
Ché desarrolló un sentido profundo de identidad y solidaridad con la lucha que libraban los pueblos subdesarrollados en contra del imperialismo y sus gobiernos parasitarios. Entendía que era responsabilidad de un Estado socialista, en la medida de sus posibilidades, llevar a cabo actos de solidaridad concreta hacia los pueblos en esos momentos en lucha en Asia, África y América Latina.
Para el Ché, los conceptos entonces en boga por parte de potencias como la URSS, dirigidos a enfocar el desarrollo de sus relaciones económicas con los países subdesarrollados a partir de un llamado “beneficio mutuo”, donde estos vendían sus productos manufacturados a precios del mercado mundial y compraban la producción de aquellos países a base de precios más bajos, era rallante en lo inmoral. Señalaba que con tal postura no se permitía que los países subdesarrollados crearan las condiciones materiales para romper sus niveles de dependencia con el imperialismo. Así lo dejó saber ante foros internacionales en los cuales tuvo la oportunidad de participar.
En silencio, Ché se preparó junto a un grupo de antiguos camaradas de la lucha revolucionaria en Cuba para llevar el impulso guerrillero a otros confines. En un discurso ante las Naciones Unidas en 1964 había expresado la disposición a “entregar su vida por cualquiera de los países de Latinoamérica, sin pedirle nada a nadie, sin exigir nada, sin explotar a nadie.”
En su carta de despedida dirigida a Fidel previo a su partida hacia la inmortalidad, le señala “otras tierras del mundo reclaman mis modestos esfuerzos.” Y fue así como se puso en ejecución su plan para desplazarse clandestinamente a Bolivia; y desde allí, una vez asentada la guerrilla en suelo boliviano, junto a otros combatientes, extender la lucha revolucionaria a otros países limítrofes. Su sueño era crear en ellos “muchos Vietnam.”
El 23 de octubre de 1966, un día después de concluir su entrenamiento en Cuba y luego de haberse despedido personalmente de Fidel, el Ché sale del país llegando a La Paz, capital de Bolivia, el día 3 de noviembre de 1966. Para entonces, la mayoría de sus compañeros cubanos habían ido llegando poco a poco hacia el área de operaciones. Lo mismo ocurre con otros combatientes bolivianos.
El día 12 de diciembre el Ché se reúne con el grupo de combatientes y designa al segundo jefe militar; a los comisarios; a los jefes de operaciones, servicios, finanzas, abastecimientos y armamentos; así como al jefe de servicios médicos. Los últimos dos cubanos llegan a donde se encuentra el resto de los guerrilleros el día 19 de diciembre. Se inician de inmediato las labores de exploración del terreno, las cuales durarán hasta el día 31 de diciembre.
En el proceso de ir asentándose la guerrilla surgieron serias diferencias con Mario Monje, fundador y Secretario General del Partido Comunista de Bolivia. El diferendo giró en torno a quién debía tener el mando político-militar de las operaciones guerrilleras. Las diferencias se prolongaron por varios días hasta que el 1 de febrero la columna guerrillera se pone en marcha al mando del Ché. En adelante, la suerte estaría echada. Los combatientes guerrilleros se dividieron en tres columnas, vanguardia, centro y retaguardia donde, en el desarrollo de múltiples enfrentamientos e incluso deserciones, se fue reduciendo sus capacidades operativas.
Las relaciones entre la guerrilla y Mario Monje nunca se resolvieron de manera armónica. Luego de que fuera aniquilado el esfuerzo guerrillero, Monje fue desterrado de su país. Se iría a vivir en 1971 a la Unión Soviética, falleciendo en Moscú el día 15 de enero de 2019.
En su Diario de campaña, en víspera de su muerte, el Ché escribe el día 8 de octubre de 1967 la siguiente anotación:
“…se cumplieron 11 meses de nuestra inauguración guerrillera sin complicaciones, bucólicamente.
¿Qué podría pasar en el pensamiento del Ché en aquel momento de cara a aquel pequeño ejército que al día siguiente 9 de octubre, con sólo 17 integrantes restantes de su grupo inicial, libraría el combate que derrotaría las esperanzas de supervivencia de aquel esfuerzo guerrillero?
Seguidos por tropas del ejército boliviano y acercándose al área conocida “El Yuro”, donde se produce la convergencia de tres quebradas, el Ché ordena detener el avance de sus compañeros y organiza sus hombres en tres grupos. Luego de la correspondiente evaluación de la situación operativa, concluye que si el combate se produce entre las 10 y 13 horas, la guerrilla estará en completa desventaja, sus posibilidades serían mínimas; si el combate de produce entre las 13 y las 15 horas, habría esperanzas de lograr neutralizar al enemigo; y si el combate se produce luego de las 15 horas, la victoria sería de la guerrilla pues caería la noche y la oscuridad, aliada de la guerrilla, propiciaría romper el cerco tendido por el Ejército. En tales condiciones procede a organizar la defensiva para esperar el momento preciso.
A las 11 horas, sin embargo, el Ejército boliviano apercibido de la presencia guerrillera en las inmediaciones, entra en contacto con la guerrilla. El tiroteo se generalizó hasta las 17:30 horas. Cuatro guerrilleros del grupo que permanecen con el Ché mueren en el combate. El Ché, herido en una pierna y con su fusil inutilizado por el impacto de una bala, es eventualmente capturado.
En el cerco y enfrentamiento tendido por los militares participaron 3 mil efectivos del Ejército boliviano. El Ché fue trasladado al poblado de La Higuera, donde permaneció prisionero hasta que al día siguiente se dicta la orden de ejecutarlo. Indica el periodista Ciro Bianchi Ross que la disyuntiva del Ejército en aquel momento fue la siguiente:
“Conducirlo a La Paz sería una locura. Someterlo a juicio resultaría contraproducente porque situado ante un Tribunal no tardaría en convertirse de acusado en acusador. Encerrarlo en la cárcel sin proceso judicial, tampoco era aconsejable, pues la opinión mundial intercedería en su favor. Además, mantenerlo vivo constituiría un peligro para el gobierno boliviano y de los países vecinos. Por lo tanto deben asesinarlo.”
La orden fue transmitida a los militares bolivianos por un funcionario de la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos de origen cubano de nombre Félix Rodríguez. Este había participado en las operaciones encubiertas contra Cuba mediante equipos de infiltración de la CIA en años anteriores. Este agente fue “quemado” por la propia Agencia años más tarde tras su participación durante la década de 1980 como parte del “Escándalo Irán-Contras”. Al presente, según corroboran personas que le conocen y participaron junto a él en agencias de seguridad de los Estados Unidos, conserva un reloj Rolex que tenía al momento de su captura el Ché así como su pipa de fumar.
Fidel Castro, tras conocer de la muerte del Ché indicó lo siguiente:
“El Ché no sobrevivió a sus ideas, pero supo fecundarlas con su sangre”.
Su tumba y las de sus compañeros permaneció desconocida a lo largo de varias décadas. Dijo Fidel, cuando aún no habían sido trasladados a Cuba sus restos y los de algunos de los combatientes, que “en el mundo de hoy en que no se le rinde tributo al Che en un lugar, se puede decir que se le rinde tributo al Ché en todas partes.” Hoy sus restos y los de la mayoría de sus compañeros de guerrilla caídos en combate, reposan en el memorial construido en Santa Clara, Cuba, en recordación de estos combatientes.
A 56 años de su captura en combate el 8 de octubre de 1967, fecha en el mundo se conmemora como “Día de la Solidaridad Antiimperialista”, recordamos a Ernesto “Ché” Guevara, uno de los personajes más impactantes para nuestra generación, rindiéndole merecido homenaje a su memoria y su legado.
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