Escrito por Julio A. Muriente Pérez / Dirección Nacional MINH
Rubén Soto Falcón
Fue una de esas amistades largas, extendidas, que con el tiempo se transformaba y crecía. Nos conocimos hace casi cincuenta años. En 1969, él era miembro de la dirección de la FUPI en la UPR Río Piedras mientras que yo presidía el capítulo fupista que se había organizado en el Colegio Regional de Arecibo de la UPR. Eran años difíciles, de lucha contra la presencia del ROTC, en rechazo a la ley del servicio militar obligatorio y en contra de la agresión del gobierno de Estados Unidos contra el pueblo de Vietnam. Y con un gobierno colonial anexionista, luego de la victoria electoral del PNP en las elecciones de 1968.
Nos hicimos grandes amigos en el verano de 1969, cuando ambos fuimos seleccionados para formar parte del grupo de veinte miembros de la FUPI, el MPI y otras organizaciones amigas, que viajó a Cuba. Era el primer grupo numeroso de boricuas que iba a Cuba, tras diez años de revolución. La travesía fue toda una odisea. La estadía, las visitas, los encuentros, las escapadas, fueron haciendo de nosotros dos una suerte de cómplices atrevidos e irreverentes. Conservo decenas de fotos que tomamos uno y otro con nuestras pequeñas cámaras, que terminaron siendo una sola, pues se nos acabaron los rollos…
Aquella amistad siguió fortaleciéndose de regreso a Puerto Rico, a la lucha dentro y fuera de la Universidad, al calor y la intensidad de los sucesos del 4 de marzo de 1970 y 11 de marzo de 1971.
Rubén presidió la FUPI de Río Piedras en 1970-71 y a mí--que me había trasladado a ese recinto-- me correspondió sucederle en el cargo al año siguiente.
Ya fuera de la Universidad, compartimos como miembros del Partido Socialista Puertorriqueño (PSP). Nos visitábamos y recibíamos el respaldo recíproco de nuestras familias. Para mi madre, que ha llorado su pérdida como los demás, era uno de sus hijos extendidos.
Cada uno fue forjando su vida, siempre vinculado a la lucha de independencia, hasta el sol de hoy.
Recientemente comenzamos a reunirnos varios de los participantes de aquel viaje a Cuba realizado en 1969. La intención es conmemorar aquel evento, que constituyó un reto contundente y solidario contra el bloqueo que ya imponía Estados Unidos a Cuba. Entre los participantes más entusiastas estaba Rubén. Encontrarnos y reencontrarnos era, sin haber mencionado palabra, motivo de alegría, de risas y alborozo.
De repente llega la noticia, que nos toma por sorpresa y nos saca de paso. Nuestro querido Rubén ha fallecido. Ya no estará en las reuniones del grupo de 1969, ni aportará su brillantez e ingenio, sus anécdotas y recuerdos. Ya no nos encontraremos aquí y allá, a intercambiar una palabra a prisa, una reflexión atropellada o una de sus ideas impredecibles.
Ha fallecido el amigo querido; y me doy cuenta, sobre todo a estas alturas de la vida, que uno se va muriendo a pedazos con la muerte de aquellos a quienes quiere.
Haberte conocido, haber compartido todos estos años y ser consciente de los grandes sentimientos que nos han unido hasta ahora, provoca en mi una gran alegría; un tremendo orgullo que se mezcla apretadamente con la pena, con la tristeza inevitable.
Un abrazo fuerte, querido Rubén. Muy fuerte.
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