Escrito por Noel Colón Martínez / MINH
La injusta encarcelación del querido amigo y compañero Oscar López Rivera se habrá extendido por 31 años durante el 2012. Como Don Pedro, fue imputado de conspiración sediciosa, que es una especie de nasa grande donde se juntan muchos actos y circunstancias para justificar una larga sentencia.
Como se trata de una acusación por supuestos actos cometidos retando la autoridad del estado, éste actúa como el agredido que se venga del ofensor que lo ha retado y le ha negado legitimidad. Si las circunstancias apuntaran a que muchos a la vez también retan de alguna manera su legitimidad y su poder entonces todo conspira para castigar impiadosamente al imputado porque él representa la avanzada de una amenaza mucho más amplia y mucho más peligrosa. Así mido las circunstancias que llevaron a los jueces a imponer sentencias absurdas a todos los patriotas puertorriqueños que en la década del ochenta del pasado siglo, en una u otra ocasión, retaron la legitimidad del supuesto poder y autoridad de Estados Unidos sobre nuestra nación.
En la década del ochenta se acentuaron las contradicciones entre el mundo capitalista y el mundo socialista. En el caso de Estados Unidos, éste se vio amenazado en sus intereses nacionales en muchos y diversos lugares. El apoyo de la Unión Soviética a aquellos que confrontaban el poder de los americanos en momentos en que no se había resuelto el problema de la proliferación nuclear, que se atisbó en la crisis de los misiles en Cuba en 1962, puso a Estados Unidos en un permanente alerta de seguridad nacional. Cuba, a 90 millas de Florida, había decidido continuar haciendo buena la historia de solidaridad con los luchadores por la independencia de Puerto Rico y mediante esa solidaridad Puerto Rico se convertía en una acusación permanente contra el colonialismo que se practicaba en las barbas de Naciones Unidas. Con el apoyo soviético y cubano nos fue posible llevar a los más diversos escenarios la causa justa de nuestra libertad. Dos años antes de ser sentenciado Oscar, en Méjico, con el apoyo decisivo de Cuba y la Unión Soviética, se celebró una segunda conferencia de solidaridad con nuestra lucha independentista que acentuó el enojo con los aliados que le prestaban oídos y auxiliaban nuestra lucha.
Para entonces, la lucha al interior de Puerto Rico y dentro de Estados Unidos se manifestaba con un nuevo vigor. El Partido Socialista Puertorriqueño era considerado por Estados Unidos como un aliado de la subversión en virtud de sus estrechos lazos con la victoriosa Revolución Cubana y allí, seis años antes de ser sentenciado Oscar, se había celebrado la más exitosa conferencia internacional en solidaridad con nuestra lucha. En la diáspora se manifestó una nueva militancia política que Estados Unidos caracterizó como terrorista y persiguió con la saña que demostraron las acusaciones contra el grupo que acompañó a Oscar hasta las prisiones federales.
En 1980 revalidó como gobernador de Puerto Rico Carlos Romero Barceló, a quien sectores muy amplios de nuestro país lo hemos hecho responsable de los asesinatos de Cerro Maravilla y de toda aquella conspiración de la policía de Puerto Rico con la oficina local del FBI, dedicados a realizar o encubrir varios asesinatos contra militantes del movimiento independentista y en el caso de Chagui Mari Pesquera, con el objeto de castigar la militancia de Juan Mari Brás.
En 1980 asumió la presidencia de Estados Unidos Ronald Reagan, un conservador anticomunista que se convirtió en el artífice de una política destinada a combatir las fuerzas progresistas en el mundo, pero sobretodo en Centro América. Esas fuerzas emergentes en nuestra región combatían con mucha fuerza unos regímenes autocráticos, dictatoriales que no sólo les arrebataban el poder político a los pueblos sino que sumergían la región en profunda represión, explotación y pobreza. Amnistía Internacional informaba que en 1981 en Guatemala se habían asesinado más de 100,000 guatemaltecos por fuerzas oficiales y paramilitares. Para contener esas luchas de liberación se crearon los contras, para detener fuerzas populares en Nicaragua, Honduras, San Salvador y Guatemala. La CIA estuvo de acuerdo en crear alianzas con importantes narcotraficantes colaboradores para ocultarle al Congreso una acción no autorizada y a la vez acallar la ofensiva popular centroamericana, que finalmente logró imponerse cuando los estados centroamericanos decidieron poner fin a unas guerras inducidas desde el exterior y en Contadora tomaron el destino de sus países en sus manos.
Fue de esas arbitrariedades e injusticias que aprendió su lección América Latina. De los incontables atropellos contra los pueblos de nuestra América es que ha surgido la nueva revolución democrática con el énfasis puesto en las reivindicaciones que Estados Unidos, por tantas decenas de años impidió, sin poner reparos en métodos y consecuencias sociales y humanas. Oscar López Rivera es hoy una evidencia viva de esa política, que a nivel interno en Estados Unidos no ha sido revisada ni corregida pues Oscar ha sido un digno luchador por la libertad de su país, un antiimperialista, un luchador anticolonial que le hace honor a los principios que guiaron a la Asamblea General de Naciones Unidas a aprobar la Resolución 1514 (XV) en el año 1960, veintiún años antes de ser convicto Oscar por luchar para poner fin al colonialismo, que es justamente aquello que se proclama en dicha Resolución.
El año 2012 se inició con actividades importantes para coagular una campaña que logre finalmente la excarcelación de Oscar. Aparte de cualquier gestión que se realice a otros niveles, no puede y no debe producirse el retorno de Oscar a su país sin que se logre el más amplio apoyo a esa excarcelación por parte de su pueblo actuando más allá de afiliaciones políticas. Ahora hablamos el lenguaje humanitario. Oscar habrá de cumplir 31 años en prisión. No conozco un preso político de mayor antigüedad en reclusión. Aunque los crímenes cometidos por Estados Unidos en su llamada lucha contra el terrorismo serán duramente enjuiciados por la historia (Abu Graib, Guantánamo, Irak, Afganistán), ese país ha anunciado que reducirá de forma importante sus fuerzas armadas porque su declinación es evidente. Para el imperialismo tomar esas acciones es mucho más difícil que reconocer la injusticia de este largo e inusitado cautiverio.
Es posible que Estados Unidos pueda llegar a la conclusión de que los actos de venganza que realizó contra tantos luchadores puertorriqueños y que se manifestaron en sentencias arbitrarias fueron dictadas por situaciones históricas ya superadas. El Presidente Clinton lo entendió así en su momento. El nuevo presidente no parece haberlo entendido aún o se siente más débil frente a una oposición de profunda raíz racista que está muy presta a desentrañar en cualquier momento esa mezcla de temor, prejuicio y poder que ha conducido a tantas y equivocadas decisiones históricas a ese país.
A nosotros nos corresponde presentar a Oscar como lo que es: evidencia excepcional de los crímenes del imperialismo y desde esa perspectiva lograr la rectificación que se le debe a Oscar y a nuestra lucha. La buena voluntad que se está dejando sentir en Puerto Rico, al exterior de nuestras luchas, son indicativas de que se está entendiendo que la arbitrariedad de una sentencia judicial no debe llevar necesariamente a la total deshumanización. Todos debemos estar en disposición de aportar en la medida de nuestros esfuerzos para que cese este año el encierro y podamos tener al amigo y compañero compartiendo con su familia en nuestro país.
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